Tutores Divinos

28 - Lo Que (No) Se Puede Reparar.

Si, el título es una referencia a Evangelion a pesar de que el escritor realmente no ha tocado a esa franquicia más allá de clips random en Youtube y un collab con su gacha favorito.

No se aceptan lloros al respecto.

Viejo, el capítulo.

Si, si, ya sé. Anyways.

Finalmente eran libres. Después de mil y una pruebas, incontables piedras en su camino y el azotar de las tormentas, uno de los mayores desafíos a los que nuestros protagonistas se habían enfrentado hasta la fecha por fin se quedaba en el pasado, dándoles espacio para respirar.

Bueno, realmente no tanto en esa parte de la dificultad considerando quienes son y de dónde vienen, pero para sus circunstancias actuales pasar por todo eso era sin lugar a dudas un logro que se debía reconocer.

O al menos así lo pensaba Arck, que en este preciso instante regresaba al bosque donde vivía junto a sus camaradas más cercanos mientras hacía reminiscencia de todo lo que pasó en los días anteriores.

—Han pasado dos días... —Murmuró para si mismo. Encontrando gracioso el hecho de que solo eso le pareciera algo por lo que valiera la pena respirar aliviado. —Si que fué intenso, ¿Eh?

A su parecer, si. Por supuesto que sí.

Pero en fin. Eso solo era lo que él pensaba, ¿Y qué iba a saber alguien que de por si es ignorante a la naturaleza de los sentimientos de seres que si eran capaces de experimentar el ardor en cada músculo, la fatiga y la jaqueca de sucesos así de estresantes?

Soltó una breve y silenciosa carcajada.

Ciertamente, sonaba un poco ridículo que alguien que solo podía ver las cosas por el apartado más lógico, incluso en lo más "romántico", tuviera la más mínima idea de lo que es y lo que no es.

«La vida es una cosa tan peculiar.» era todo lo que podía pensar al respecto. Sin frustración alguna, ni alegría real. Tan solo las anotaciones curiosas de alguien que solo estaba ahí para ver cómo sucedía todo.

Alguna vez tendría que detenerse a pensar en lo "graciosa" que era su propia vida.

Tal vez.

—Hmmn... El sol ya no está en su punto más alto.

Ya fuere por voluntad propia o genuina coincidencia, su mirada pasó de estar perdida entre árboles y demás cosas propias de un bosque a estar directamente apuntando al cielo, donde el astro iluminando la galaxia se podía ver ardiendo como siempre.

Sobre el por qué hizo eso pues... Era algo que fácilmente podría haber arreglado mirando su teléfono, o el reloj que compró exactamente para aparentar mejor que necesitaba tal cosa por este motivo en específico.

—Ya casi es hora. —Cerró los ojos, y soltó un sonido de desinteresada conformidad con lo que estaba a pocos momentos de suceder. —En ese caso, es mejor que apure el paso.

Hasta ese momento se había estado tomando su tiempo, saltando de árbol en árbol para acortar camino un poco más rápido sin perder la oportunidad de admirar el paisaje, pero luego de musitar esas palabras el Dios Perezoso aceleró explosivamente entre el follaje, dejando tras él nada más que la fugaz onda expansiva que su cuerpo creó al romper la barrera del sonido tan súbitamente.

Antes de lo que tarda contarlo, ya sé encontraba frente a la puerta de su casa. O mejor dicho, frente a la puerta de lo que llamaba su casa mientras estaba atrapado en este planeta, de la misma forma en que los demás lo hacían.