2002 (1)

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Con Max viajando desde Bélgica a Países Bajos cada día para sus clases de karting le hacía sentir solo (a pesar de que tuviese a Jane), llevaba pasado del año en los que Jos se lo llevaba y le enseñaba a "conducir".

Jos estaba más libre ahora que pausó su estancia en la Fórmula 1, en realidad le habían sacado el puesto, por lo que estaba en busqueda de una nueva escudería. Cada día era despertar, despertar a Max, alistarlo desde temprano y estar el resto del día afuera con Franciscus. Los primeros meses fueron felicidad total para su corazón, pensó que su hijo tendría problemas al adaptarse a tener que estar todo el día afuera sin él pero ver a Max entusiasmado por estar con su padre de una forma más íntima enseñándole lo que sabía le hizo bajar su guardia.

Esa felicidad no duró mucho.

Después de tiempo, la emoción que Max alguna vez tuvo fue cambiada por lloriqueos rogándole decirle a su papá que no quería asistir a karting, rogando poder quedarse con su mamá y su hermana. Al principio un abrazo y palabras de aliento servían para que se calmase pero la situación perecía ir en picada conforme el tiempo pasaba.

Intentó ir diario a verlo correr, más que nada porque veía como su humor mejoraba. Era instante año, si veía el auto negro acercarse Max dejaba todo lo que hacía y salía corriendo hacia él y no lo dejaba en paz, la única manera para regresarlo a su kart era acompañándolo de la mano y ayudarlo a abrochar el cinturón y ponerse el casco pero Jos se hartó de eso después de un tiempo, diciendole que un trato tan suave hacia Max no lo haría lograr nada y terminó prohibiéndole ir a verlo, cerrando cualquier queja con una fuerte sesión gritos y sexo, donde Sergio terminaba agotado y sin habla.

Cada vez era más violento, demostrándolo en la cama, principalmente. Al inicio sus excusas fueron de juego, el calor del momento; sin embargo, las marcas en su cuerpo decían lo contrario. Marcas de manos en sus muslos y caderas, mordidas a desde los tobillos hasta el cuello, la asfixia pareció convertirse en un fetiche de su marido desde aquella ocasión y siempre terminaba o perdiendo la conciencia o con un dolor de garganta horrible. Lo que más le pesaba era que su esposo no parecía importarle tener sexo cuando sus hijos estuviesen dormidos.

De vuelta a Max, Jos, en algún momento, fue capaz de no darle de comer a Max como castigo al malograr algo, por más pequeño que fuese. Por su parte, él intentaba ponerle aperitivos en su mochila a escondidas o darle de comer algo sencillo pero deliciosos antes de irse. Le había preparado sándwiches acompañados de manzanas cortadas en cuadritos o pequeñas golosinas de sabores que sabría en qué momento consumir.

Pero nuevamente, Jos se enteró y se molestó con él. Desde ese día, revisó la mochila del menor cada día para asegurarse que no traía nada de dinero o comida y cada tarde o noche cuando ambos varones regresaban, Max llegaba corriendo a llorar en sus brazos por comida y pedir lo mismo de cada mañana, dejar de asistir a karting.

—¡No me gusta mamá, por favor, no quiero ir más!

El tono bajo de aquellas quejas se debían al temor de ser escuchado por su padre le rompía su corazón. Había estado al margen hasta ese entonces, creyendo ciegamente que de alguna manera el trato estricto le serviría a Emilian.

Hasta aquello.

Supo que su pareja había estado golpeando a su hijo mientras intentaba cepillarle el cabello para peinárselo y Emilian se cubrió su cabeza temblando cuando acercó sus manos. Cuando le cuestionó sobre su reacción el pequeño rubio sollozó al principio, no queriendo hablar pero cediendo eventualmente ante la presión del mayor.

—P-papá me golpea el c-casco cuando no l-logro, uh...—Intentó sostener sus lágrimas pero no pudo.—N-no quiero volver mamá, no m-me gusta.—Se quedó sin palabras, envolviendolo en sus brazos y dejando que soltara todo lo que tenía guardado, humedeciendo su remera de lágrimas.

Ik Houd Van Je, MamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora