2008

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—...Por las razones esgrimidas, teniendo en cuenta que ya ha resultado acreditado la suficiente provocación por parte de Pérez...

Quedó en silencio y cerró sus ojos, la voz del juez retumbaba en sus oídos.

Muchas cosas habían ocurrido en los últimos meses, era una pesadilla.

El acuerdo de un año de separación había caducado y dada a la negativa de ambas partes por seguir en matrimonio, se procedió a tener el juicio en Tongeren, donde al final dieron por sentado el divorcio como oficial. Ya no eran un matrimonio pero compartirían custodia donde él tendría a los dos cinco días a la semana y el mayor solo los sábados y domingos. No le pidió pensión alimenticia ni manutención conyugal a Jos, él tenía su fortuna y tenía brazos y piernas para laborar en cualquier lugar; no vio sentido a pedirle algo de lo cual pocas veces había dado.

Creer que todo había terminado fue muy iluso de su parte pues a mediados de julio comenzó a recibir mensajes de amenaza en su móvil; llevándolo a levantar una orden de restricción contra él hasta que una noche Franciscus llego de imprevisto a la casa borracho; había forzado la cerradura.

Quiso pedirle auxilio a Frans por llamada y mensaje, pero el mayor le dio la espalda y jamás le volvió a contactar ni a acercársele.

Hizo que el europeo se fuera al llamar a la policía y explicando la situación, se lo llevaron esposado. Sus hijos habían despertado ante el ruido y las luces de sirenas pero logró mantenerlos calmados y dentro de la habitación. Al final supo que lo habían puesto en libertad a altas horas de la mañana.

Desde entonces, las amenazas de muerte habían aumentado y el mayor no escatimaba en contar a explícito detalle lo que le haría. Los más explícitos eran que lo golpearía a muerte cuando lo viera por la calle o que entraría en la casa mientras estuviera durmiendo e iría a violarlo o quemarlo hasta desfigurarlo. Lo había bloqueado tantas veces pero el hombre no lo dejaba, nuevos números telefónicos se sumaban al acoso masivo.

Con la restricción impuesta, un abogado y una trabajadora social se encargaban de hacer el "intercambio" de niños cada semana ya que la separación seguía en pie para ese entonces.

Era normal rezarle a Dios cada vez para agradecerle por recibir a sus hijos con vida y orar cada vez que uno se iba con el neerlandés.

Las veces que se quedaba con ambos niños al mismo tiempo eran porque el neerlandés estaba con su ahora pareja, una neerlandesa de la cual no sabía ni su nombre pero fue un golpe a su autoestima. Alta, esbelta y rubia.

A pesar de que se dijese a si mismo que no fue su culpa, no podía dejar de comprarse con las pocas fotos que se atrevió a ver. Ella se veía muy bonita, más joven, más llena de vida.

Las noches también se volvieron un calvario; no pudo descansar por varias semanas y casi siempre se quedaba en la sala viendo hacia la puerta, su mente le decía que en cualquier momento el europeo llegaría a quitarle a los niños o a matarle. Ya podía creérselo de Verstappen, había visto de lo que era capaz.

Por ahí de agosto pensó en acabar con su vida, darla por terminada pero no podía dejar a sus hijos, ellos le necesitaban. Las cosas no habían sido sencillas para ambos, el hecho de internar de lugar en lugar, ver que sus padres ya no se veían en la cara creaban más preguntas que respuestas, bueno, para Jane así era.

Max, con casi once años, entendía la situación con más claridad. Había tenido que madurar tan rápido que actuaba y hablaba como un adulto; no quería eso, no podía dejar que la infancia del menor se viera afectada y no dudo ni un segundo en llevarlos con un terapeuta. Esta misma no le comentaba los detalles a menos de que fuera necesarios.

Ik Houd Van Je, MamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora