El sol brillaba con una calidez suave en el pequeño parque del vecindario, donde las risas de los niños se mezclaban con el canto de los pájaros. Era un lugar que conocíamos bien, un rincón de felicidad que compartíamos casi todos los días. Allí, en el corazón de ese parque, solíamos encontrar un rincón secreto donde nuestras aventuras siempre comenzaban.
Bakugou y yo nos conocimos cuando éramos muy pequeños. Recuerdo el primer día que lo vi, corriendo por el parque con una energía inagotable. Era imposible no notar su presencia. Al principio, sus gritos y risas eran casi intimidantes, pero pronto me di cuenta de que había algo especial en él.
-¡Hey, tú! -me gritó un día, al ver que me acercaba a su rincón de juegos. Su mirada era desafiante, pero sus ojos brillaban con una chispa amistosa-. ¿Quieres jugar con nosotros?-.
Así comenzó nuestra amistad, un lazo que creció con el tiempo. Nos pasábamos las tardes corriendo, explorando cada rincón del parque y descubriendo nuevas formas de divertirnos. Pero había algo más en nuestra relación, algo que iba más allá de la simple amistad.
Bakugou tenía una forma especial de mostrar su cariño. A menudo, cuando me veía triste o cansada, aparecía con una pequeña flor del campo en la mano, ofreciéndomela con una sonrisa. La delicadeza de esos momentos contrastaba con su usual bravura, y la ternura de su gesto siempre me hacía sonreír.
-Mira lo que encontré para ti -decía, su voz llena de orgullo-. Pensé que te gustaría-.
Recibía las flores con un suspiro de agradecimiento, sintiendo un calor reconfortante en el corazón. Los días pasaban y nuestras interacciones se volvían cada vez más especiales. Los abrazos eran frecuentes, y siempre encontraba consuelo en su abrazo fuerte y cálido. Eran momentos en los que el mundo parecía detenerse, y solo existíamos él y yo.
Un día, mientras estábamos en el parque, después de una tarde llena de juegos y risas, nos detuvimos en un rincón tranquilo cerca del bosque. El sol estaba comenzando a ponerse, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados. Bakugou se acercó a mí, su mirada más suave de lo habitual.
-Kaomi -dijo, su voz casi un susurro-. Hay algo que quiero hacer.
Antes de que pudiera reaccionar, sus labios tocaron los míos en un beso tierno y sorprendente. Fue un beso inocente, lleno de la pureza de nuestra infancia. En ese momento, el mundo se desvaneció, y solo quedamos nosotros dos, rodeados por la luz del atardecer y la serenidad del bosque. Era un beso que hablaba de una conexión especial, de un cariño que iba más allá de las palabras.
El contacto de sus labios era suave, y el calor de su beso me envolvía en una sensación de alegría y sorpresa. Cuando se apartó, su mirada estaba llena de una mezcla de nerviosismo y felicidad.
-¿Te gustó? -preguntó, su voz temblando ligeramente.
Asentí, mi corazón latiendo con una intensidad que no podía ignorar. -Sí, Bakugou. Me gustó mucho-.
Esa tarde, mientras el sol se ocultaba lentamente en el horizonte, supimos que había algo más entre nosotros. La inocencia de nuestra relación se mantenía, pero había un toque de algo más profundo, algo que empezaba a florecer en nuestros corazones.
Pasaron los días y nuestras interacciones se volvieron aún más cercanas. A menudo, en nuestros momentos de juego, Bakugou mostraba signos de celos cuando otros niños se acercaban a mí. Pero siempre lo manejaba con una mezcla de ternura y posesividad que me hacía sentir especial.-No dejes que nadie te moleste -decía, su tono serio pero con un toque de cariño-. Tú eres mi amiga, y no quiero que nadie te haga daño.
Nuestros días estaban llenos de momentos como estos, momentos que construyeron una base sólida para lo que estaba por venir. Aunque éramos niños y nuestro amor era inocente, el cariño que compartíamos era genuino y especial.
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El Precio de las cicatrices
FanficBienvenido a un mundo donde el poder define el valor de una persona. En este universo, Kaomi nació sin un don, en una sociedad que celebra la fuerza y el heroísmo. Desde pequeña, sus sueños de ser una heroína se vieron aplastados por la cruel realid...