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Las palabras hicieron que un escalofrío recorriera la columna de Jimin, y aunque había sido él quien inició este juego peligroso, ahora estaba cayendo en las garras del demonio, dejándose consumir por el deseo y la oscuridad que Yoongi prometía.

La noche se extendió entre susurros, caricias y un fervor que no dejó lugar para nada más. Cada momento estaba cargado de una pasión que solo un demonio y un chico desafiante podían compartir, y mientras la oscuridad los envolvía, ambos sabían que, aunque esta batalla podría haber terminado, la guerra entre ellos apenas comenzaba.

La noche se extendió entre susurros, caricias y un fervor que no dejó lugar para nada más. Cada momento estaba cargado de una pasión que solo un demonio y un chico desafiante podían compartir, y mientras la oscuridad los envolvía, ambos sabían que, aunque esta batalla podría haber terminado, la guerra entre ellos apenas comenzaba.

Con el amanecer asomándose en el horizonte, Jimin y Yoongi yacían entrelazados, sus respiraciones comenzaron a calmarse tras la intensidad de la noche. Jimin, con una sonrisa astuta en su rostro, se separó suavemente de Yoongi, observando cómo el demonio descansaba con los ojos cerrados, su cuerpo relajado por primera vez en lo que parecía ser una eternidad.

Aprovechando ese momento de calma, Jimin se deslizó fuera de la cama, recuperando la bala que había dejado caer en el suelo horas antes. Sus dedos juguetearon con el metal frío, sintiendo el poder que aún residía en ella. Sabía que Yoongi era fuerte, un demonio prácticamente indomable, pero eso no significaba que no podía jugar con él de vez en cuando.

Con un movimiento rápido, Jimin se acercó de nuevo al cuerpo adormecido de Yoongi y, con una precisión inquietante, presionó la bala de regreso en la herida en su pecho, justo donde la había sacado antes. El metal penetró la piel de Yoongi, y este despertó de inmediato, sus ojos abiertos de par en par con una mezcla de dolor y sorpresa.

—Jimin… —gruñó, su voz ronca, llena de ira y algo más profundo que no podía esconder del todo.

Jimin, mirándolo con esa misma sonrisa maliciosa, simplemente se inclinó sobre él, acariciando su rostro con una ternura que contrastaba con su acto despiadado.

—Te dije que la sacaría, no que no volvería a ponerla.  —susurró con un tono inocente. —Considera esto un recordatorio de que, aunque seas un demonio, yo también tengo mis trucos.

Yoongi, aún lidiando con el dolor y la furia que se encendían en su interior, no pudo evitar sentir una mezcla de admiración y exasperación por ese omega insolente. Jimin no solo había jugado con él, sino que había logrado dejar su marca de una manera que ningún otro había conseguido.

—Estás jugando con fuego, Jimin. —advirtió Yoongi, sus ojos brillando con una intensidad renovada. —Y te aseguro que no saldrás ileso.

Jimin se encogió de hombros, sin mostrar ni un atisbo de arrepentimiento.

—Lo sé. —dijo, sus labios curvándose en una sonrisa peligrosa. —Pero también sé que te encanta el juego tanto como a mí.

Con esas palabras, Jimin se apartó de Yoongi, dejando al demonio con la bala en su pecho, un símbolo de la guerra silenciosa que continuaría entre ellos. Sabía que la batalla estaba lejos de terminar, y mientras se preparaba para lo que vendría, la emoción de la incertidumbre lo mantenía alerta y ansioso por más.

Closer [Y.M] [PRÓXIMAMENTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora