CAPITULO 9

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Sarocha Chankimha

Las únicas veces que logro dormir, es después de largas noches de fiesta, alcohol y sexo, pero incluso en esas ocasiones suelo tener pesadillas, hace mucho que no duermo sin despertar sobresaltada... Hasta ahora.

Abro un ojo, pero lo vuelvo a cerrar porque todo es demasiado brillante. Cierro los ojos con fuerza y dejo escapar un pequeño quejido de dolor por la resaca. Esta es la parte mala de beber.

¿Qué hora es?

Había demasiada luz, lo que significa que es temprano. ¿Cierto? O al menos aún es de día. Me duele demasiado la cabeza como para pensar en la hora.

De repente, unas náuseas abrumadoras me hacen sentar, paso una mano por mi cara para quitarme la maraña de sueño e intento que mis ojos se acostumbren a la luz y de forma vaga veo como me pasan un cubo y lo tomo, sujetándolo con ambas manos.

-Odio vomitar.

Una mano aparta mi cabello y otra frota con cuidado mi espalda. Espera un momento... ¿Con quién estoy?

Finalmente logro controlar mis náuseas y mareo, y vuelvo a cerrar los ojos con fuerza.

-Esto podría ayudar.

Abro un ojo y tomo el vaso con agua que me ofrecen.

Estoy acostumbrada a despertar sola, pero la voz contiene una preocupación genuina y mi mente aún no está muy clara así que no pienso en quien es, solo le paso el vaso y me vuelvo acomodar en la cama.

-Descansa un poco más. Acomodan la manta con cuidado y me dejo llevar de nuevo por el sueño porque mi mente está muy cansada y adolorida como para razonar.

Cuando me vuelvo a despertar, mi cabeza aún palpita, pero al menos ya no tengo náuseas, así que me arriesgo abrir los ojos de nuevo.

Hay un aroma nuevo en el aire, es suave y reconfortante, me recuerda a las cálidas tardes de primavera. Al aire fresco, los árboles y algo cálido que no logro identificar.

-Daylight- murmuro -. Un rayo de sol.

-Buenos días, ¿te sientes mejor?

-Sí.

Me pasa un vaso con agua y dos aspirinas que debo rechazar, agradezco que no pregunte la razón.

-Eres demasiado amable, Patricia -le digo-. Y en serio lamento ser un desastre.

-No eres un desastre.

Pongo los ojos en blanco y me arrepiento al instante de hacerlo por el dolor de cabeza que me invade.

-Lo soy, Pat. Estoy segura que me limpiaste vómito del cabello.

-Bueno, para eso están las amigas.

Eso me hace tensar.

-Creo que es muy pronto para decir que somos amigas, Patricia. Nos hemos visto tres veces, contando el incidente del perro y la policía.

Tres veces. Solo nos hemos visto tres veces y me bastó una sola vez para comprender que Patricia Armstrong es como un sol. Tan llena de calidez, tan abierta y al mismo tiempo, tan encerrada en sus miedos e inseguridades.

Sobre todo, no me bastó mucho comprender que las personas se quemarían si se acercan demasiado a ella. Y yo soy como un espacio oscuro y frío, que nunca logra recibir suficiente luz. Tal vez por eso sigo regresando a ella. Buscándola entre la multitud.

- ¿Y cuánto tiempo se necesita para considerar a alguien tu amiga?

Parece realmente intrigada por mi respuesta.

¿QUE HUBIERA PASADO SI...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora