CAPITULO 8

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Sarocha Chankimha

Me había prometido a mí misma no dejar que lo que sea que Heidi haga, me afecte. No enojarme por sus acciones egoístas y por lo manipuladora que podría llegar a ser. 

Y sobre todo, me prometí que no dejaría que sus acciones me hagan caer de nuevo en mis malos vicios. Me dije a mi misma que no cedería a las tentaciones por personas como ella.

Pero aquí estoy, dejando que aquellas promesas se pierdan en la nada cuando mi corazón late con fuerza por la ira y la decepción.

-Nunca siento nada y, ¿justamente vengo a sentir esto?

Doy un largo trago a la cara botella de whisky y me dejo caer en el sofá de la suite de hotel que pagué para evitar ver a mi asistente, mi madre o cualquier otra persona que me esté buscando y me dedico a observar por la pared de vidrio la ciudad de San Francisco.

Mis ojos se dirigen al reloj del interior y observo que es la una y media de la madrugada, mi cuerpo empieza a sentir la pesadez del sueño. Pero no puedo dormir, si lo hago, tendré pesadillas y ese pensamiento genera otra ola de ira.

- ¿Cómo pude confiar en ella?

He sido su sucio secreto por tanto tiempo que incluso lo empecé a ver cómo algo normal. Pero una pequeña y estúpida parte de mi esperaba que, en algún momento, ella lo deje, aunque sabía que eso no iba a suceder.

Con Kirk, Heidi tiene todo lo que siempre quiso y así, Aon, el jodido dueño de la disquera, la dejaría tranquila o eso es lo que le prometió antes que ella empezara a salir con Krik. Me pregunto, ¿Qué le prometió ahora? Porque dudo que se vaya a casar por amor. Porque si hay otra cosa que se de ella, es que no sabe amar a nadie más que a sí misma.

- ¿Por qué querría a una persona como ella en mi vida? —me pregunto antes de darle otro sorbo a la botella para tratar de mitigar el escozor en mi pecho. No funciona.

No importa cuando beba. Todo sigue ahí: la ira, la decepción, la sensación de idiotez por confiar en ella.

Tomo el teléfono que dejé en el sofá junto a mí y marco el número de Noey, mi asistente mientras me dirijo hacia el balcón. Estoy a veintisiete pisos de altura.

- ¿Hola?

-Dime una cosa, ¿Cuántos pies de altura se necesitan que asegurar que una persona morirá si se llega a caer? Ya sabes, por accidente.

Miro hacia abajo, con la vista algo nublada por del alcohol que he estado bebiendo y mi piel ardiendo por la necesidad de consumir algo más.

Un par de gramos no me harán daño-murmura una voz en mi cabeza.

- ¡Sarocha!-

-Es una pregunta retórica. Solo curiosidad, no es como si estuviera pensando en saltar. ¿Te imaginas lo que dirían los medios? Nadie creería que fue un accidente porque estaría llena de alcohol y tal vez drogas, quien sabe.

Me obligo a sonreír incluso aunque estoy sola. Sonríe, cariño, el show debe continuar-me suele decir mi madre-. Sonríe y sigue cantando.

-Sarocha, ¿Qué sucede? - Hay algo peculiar en la forma que ella dice mi nombre.

- ¿Dónde estás? -pregunta-. Puedo ir y podemos ver una película o lo que quieras.

-No, no vengas. A mí miseria no le gusta la compañía.

- ¿Cuánto has bebido? - Suelto un bufido que desagradaría a mi madre.

-No lo hecho, sería estúpido de mi parte hacerlo. El alcohol no va bien con mis pastillas. Ya lo sabes. No es como si estuviera intentando lastimarme a propósito para sentir algo más que esto... ¿Cierto?

¿QUE HUBIERA PASADO SI...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora