CAPITULO 12

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 Sarocha Chankimha

Sigo mirando el menú sin verlo realmente, ¿Cuánto tiempo llevo así? Mi mente no está aquí. Está repasando los próximos conciertos, los comentarios en las revistas, la discusión con mi madre y la forma en que me llevó a rehabilitación.

Pienso en cuánto la odié cuando lo hizo y que hay veces donde aún la odio por hacerme ir ahí, incluso aunque su intención fue ayudarme. Ella no debió tomar esa decisión por mí.

Sigo leyendo los tipos de pasta una y otra vez. Porque esto sucede mucho, mi mente se distrae y recorre un millón de cosas diferentes y luego mi mente me juega una mala pasada.

Me lleva de regreso a las amenazas de Aon y aquel sofá en su oficina, a la forma que le suplicaba por droga, a las veces que me hacía humillarme por darme un par de gramos antes de algún show o como me obligaba a estar con él.

Nunca te obligué -me dijo él una vez—. Tú nunca dijiste no.

Esa conversación murió ahí porque una parte de mí, la parte jodida rota y nublada por las drogas creyó -aun lo creo-, que él tenía razón.

-¿Sarocha?

Una mano roza de forma suave los nudillos de mi mano y mis ojos revolotean hasta que observo a Patricia, quien ya me está mirando.

- ¿Está todo bien? - Tiene

una mirada inquisitiva y sus dedos rozan mis nudillos por unos segundos más antes de que aparte su mano, pero sus ojos azules siguen observándome.

-Sí, estoy bien- respondo e intento mostrar una sonrisa, pero no lo consigo del todo.

Mi pierna tiembla. Mis manos sudan, mi cuerpo se siente ansioso y no puedo evitar ser consciente de todo: el aroma de los diferentes ingredientes y las bebidas. Así como el perfume fuerte de la mujer dos mesas delante de nosotras.

Y al mismo tiempo no soy consciente de nada. Me pierdo parte de la conversación porque mi mente se distrae, mis ojos buscan salidas de emergencia, mi mente piensa en cosas que no debería estar pensando.

Soy un caos por dentro y no tengo idea de cómo luzco por fuera, aunque creo que no parezco como me siento, porque las personas no prestan atención y cada una sigue su camino.

-Hablemos -pido-, cuéntame algo sobre ti.

- ¿Qué quieres saber? - Parece dispuesta a contarme cualquier cosa que le pida.

-Cuéntame cuál es tu peor recuerdo.

No estoy de humor para buenos recuerdos, no creo poder fingir. No duda en cuál es su peor recuerdo, lo tiene en la punta de su lengua.

-Mi madre era alcohólica -me empieza a contar Patricia

- No muchos lo saben. Es una empresaria, tenía mucho estrés por cumplir plazos, por manejar todo y su consuelo era la bebida. No la veía mucho, pasaba con niñeras y choferes, pero cuando estaba en casa, siempre tenía una bebida en la mano y las veces que no era así, no era bueno. Verla sin una bebida se sentía como ver a un tornado venir hacia ti.

Me tenso y me siento recta, prestando atención a la mujer frente a mí sin atreverme a quitar su mano de la mía.

- ¿Y me vas a contar como logró vencer sus vicios gracias al poder del amor? -pregunto con amargura.

Genial. Salí de un discurso motivacional para entrar en otro. Sé que no era la intención de Patricia, ella ni siquiera sabe lo que estaba pasando con mi madre antes de encontrarme con ella en el living.

Pat se ríe sin humor.

-No tengo idea de cómo logró vencer su vicio. Un día llegué de visita de la universidad y me sorprendí al no verla con una bebida en la mano. Me contó que su nuevo esposo, el padre de Heng, merecía el esfuerzo de que ella intente cambiar.

¿QUE HUBIERA PASADO SI...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora