Mi soldado [Minsung/Hanknow]

Una Batalla Interna

Mientras caminaba a través del espeso bosque, cada sonido parecía amplificado, cada sombra parecía un enemigo. Jisung avanzaba con cautela, manteniendo su rifle cerca, su mente enfocada en la misión: encontrar a Minho, sacarlo de allí, y regresar a salvo. Sin embargo, la duda comenzó a filtrarse en sus pensamientos. ¿Qué pasaría si no lo encontraba? ¿Y si llegaba demasiado tarde?

Se obligó a sacudir esas ideas de su cabeza. "No", pensó, "Minho está vivo. Tiene que estarlo." Esa creencia era lo único que lo mantenía en pie.

A medida que se acercaba al lugar donde supuestamente tenían a los prisioneros, comenzó a escuchar voces. Se escondió detrás de unos arbustos y observó. Había un pequeño grupo de soldados, claramente vigilando una improvisada prisión en una vieja fábrica abandonada. Jisung sabía que no podía enfrentarlos a todos, pero tenía que intentar entrar. Minho podría estar allí.

Con movimientos sigilosos, rodeó la fábrica, buscando un punto débil en la defensa. Finalmente, vio una ventana rota en la parte trasera del edificio. Con cuidado, se deslizó hacia ella, tratando de no hacer ruido. Al asomarse, vio a varios hombres encadenados en el interior, algunos heridos, otros simplemente exhaustos. Su mirada recorrió cada rostro hasta que finalmente lo vio: Minho, encadenado a una pared, sucio y magullado, pero vivo.

El corazón de Jisung latió con fuerza. "Está vivo," pensó, una oleada de alivio y emoción recorriéndolo. Sabía que debía actuar rápido. Estaba solo y no tenía mucho tiempo antes de que los guardias se dieran cuenta de su presencia.

Con mucho cuidado, rompió un cristal de la ventana para crear una distracción. Cuando los guardias corrieron hacia el sonido, Jisung se coló por la ventana, corriendo hacia Minho.

—Minho, soy yo —susurró, arrodillándose a su lado.

Minho abrió los ojos lentamente, al principio aturdido, pero al reconocer la voz de Jisung, una sonrisa débil se formó en sus labios.

—Sabía que vendrías… —murmuró.

Jisung no pudo evitar sonreír también, a pesar de la situación.

—Claro que vendría —respondió, sacando una pequeña herramienta de su cinturón para intentar liberar las esposas de Minho—. No te dejaría