La Oscuridad Antes del Amanecer

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Jisung se movía rápido, con manos temblorosas mientras intentaba forzar la cerradura de las esposas que sujetaban a Minho a la pared. Cada segundo que pasaba parecía una eternidad. El sonido de los guardias acercándose lo llenaba de pánico; sabía que no tenían mucho tiempo. Minho, débil pero consciente, miraba fijamente a Jisung, sintiendo una mezcla de alivio y preocupación.

—Jisung, tienes que irte —susurró Minho, tratando de sonar firme a pesar de su debilidad—. Si te atrapan aquí, no saldrás con vida.

—No me iré sin ti —respondió Jisung con determinación, sin apartar la vista de las esposas.

Con un chasquido metálico, la cerradura finalmente cedió. Jisung suspiró aliviado y ayudó a Minho a ponerse de pie. A pesar de su estado, Minho se apoyó en Jisung, tratando de mantenerse en pie.

—Vamos, tenemos que salir de aquí —dijo Jisung, lanzando una mirada rápida hacia la puerta.

Los dos se movieron con cuidado, evitando hacer ruido mientras se dirigían hacia la salida trasera de la fábrica. Pero antes de que pudieran llegar, escucharon el sonido de pasos apresurados. Los guardias regresaban, alertados por el silencio repentino en la zona de vigilancia.

—¡Ahí están! —gritó uno de los guardias.

Jisung y Minho intercambiaron una mirada rápida, sabiendo que no había tiempo para dudar. Corrieron hacia la ventana por la que Jisung había entrado, pero un disparo resonó en el aire, seguido de varios más. El corazón de Jisung se aceleró mientras tiraba de Minho, buscando una salida desesperada.

Encontraron una puerta lateral apenas abierta. Sin pensarlo dos veces, Jisung la empujó y ambos se lanzaron al exterior, corriendo a través del bosque oscuro. El sonido de los disparos y los gritos de los guardias se desvanecía a medida que se adentraban más en la espesura, pero no podían detenerse. La adrenalina los mantenía en movimiento, aunque ambos sabían que no podrían seguir así mucho tiempo.

Finalmente, encontraron un pequeño refugio natural en la base de una colina, una cueva oculta entre las rocas. Jisung ayudó a Minho a entrar, y ambos cayeron al suelo, jadeando por el esfuerzo.

—¿Estás bien? —preguntó Jisung, buscando señales de heridas graves en Minho.

Minho asintió lentamente, aunque su rostro estaba pálido y su respiración era irregular.

—Estoy… bien. Solo cansado —murmuró.

Jisung sacó una pequeña cantimplora de su cinturón y se la ofreció.

—Bebe. Necesitas recuperarte rápido. No sabemos cuánto tiempo podemos quedarnos aquí.

Minho tomó la cantimplora con manos temblorosas y bebió un sorbo de agua. Luego miró a Jisung con una expresión de profunda gratitud.

—Gracias por venir por mí —dijo en voz baja—. Pensé que nunca volvería a verte.

Jisung sonrió, aunque sus ojos estaban llenos de preocupación.

—Te prometí que no te perdería, ¿recuerdas? —respondió—. No importa lo que cueste, siempre te encontraré.

Minho sintió una oleada de emoción al escuchar esas palabras, y sin pensarlo, tomó la mano de Jisung, apretándola con fuerza.

—Jisung, sé que esto es peligroso, que lo que estamos haciendo es una locura… pero no me arrepiento de nada —dijo Minho, su voz firme a pesar de su debilidad—. No importa lo que pase, prefiero vivir estos momentos contigo que vivir una vida sin sentido.

Jisung asintió, sintiendo que una lágrima escapaba de sus ojos. Sabía que las palabras de Minho eran ciertas, que ambos estaban viviendo en una burbuja de tiempo robado, un amor que no debería existir en medio de una guerra tan cruel. Pero también sabía que no cambiaría nada de lo que había sucedido.

—Tienes razón, Minho —respondió—. Pase lo que pase, no me arrepiento de nada.

Mi soldado [Minsung/Hanknow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora