El Manto de la Guerra

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El aire se volvía más frío cada noche, la promesa del invierno coreano se sentía en cada brisa cortante que recorría el campamento. Las noches en el bosque se habían convertido en un refugio para Jisung y Minho, un espacio donde podían ser ellos mismos sin el peso de sus banderas. Pero con cada encuentro clandestino, aumentaba el peligro. Sabían que tarde o temprano alguien los descubriría, y eso podría significar la muerte para ambos.

Una noche, Jisung llegó con una herida en el brazo, una cortada profunda que sangraba a través de su uniforme raído. Minho, que lo esperaba escondido en el claro del bosque, corrió hacia él.

—¿Qué te pasó? —preguntó, su voz cargada de preocupación.

Jisung, apretando los dientes por el dolor, trató de sonreír.

—Una trampa de alambre —respondió, minimizando la gravedad de la herida—. No es nada, solo un rasguño.

Minho negó con la cabeza, sacando un trozo de tela de su uniforme para vendar la herida de Jisung. Sus manos trabajaban rápido, pero temblaban ligeramente.

—Esto no es solo un rasguño, Jisung. Podrías haber muerto.

Jisung se encogió de hombros.

—Es parte de la guerra, ¿no? La muerte siempre está a un paso.

Minho lo miró a los ojos, con una intensidad que hizo que el corazón de Jisung latiera más rápido.

—No hables así —replicó Minho, su voz suave pero firme—. No puedo soportar la idea de perderte.

Jisung se quedó en silencio por un momento, observando la expresión de Minho. Sabía que cada día que pasaba era un regalo robado a la guerra, una oportunidad que no deberían tener. Y aún así, cada vez que veía a Minho, sentía que todo valía la pena.

—No me perderás —dijo finalmente, con una convicción que sorprendió incluso a él mismo—. No mientras tenga la promesa de volver a mi hermano. Y tú, Minho… tú eres parte de esa promesa ahora.

Minho se acercó, sus rostros a solo centímetros de distancia.

—Siempre lo seré —susurró antes de que sus labios se encontraran en un beso desesperado, necesitado, como si el tiempo pudiera agotarse en cualquier momento.

Los días siguientes, sin embargo, trajeron consigo un cambio en la dinámica del frente. Ambos campamentos recibieron órdenes de trasladarse a nuevas posiciones estratégicas, moviéndose más cerca del enemigo. Minho sintió un nudo en el estómago al recibir las noticias. La posibilidad de que no pudiera ver a Jisung esa noche lo dejó inquieto.

Pero el destino parecía tener otros planes. En la confusión del traslado, se les asignó una misión conjunta para negociar un intercambio de prisioneros. Sin saber cómo, Minho y Jisung terminaron en el mismo grupo de avanzadilla. El reconocimiento mutuo fue instantáneo, pero debían mantener la fachada de enemigos, mantener sus emociones a raya.

Mi soldado [Minsung/Hanknow]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora