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Unos gritos desgarradores hicieron que Bakugo se despertara, tomando asiento en la cama y esperó unos segundos para volverlos a escuchar, sin embargo, no sé volvieron a escuchar.

— ¿Fue solo mi imaginación?— cuestionó un tanto somnoliento.— ¿Dónde está?

Se puso su suave pantuflas con algo de dificultad y se levantó para ir a buscar al alfa, salió de la habitación y empezó a caminar por los pasillos en busca del alfa con aroma a coco y almendras.

Después de caminar por mucho tiempo, dando vueltas por todos los pasillos y evitando a los guardias, detuvo su andar cuando vio una puerta entreabierta. Con mucha curiosidad abrió un poco más la puerta, eran muchos escalones, dudó un buen rato en sí bajar o regresar a la habitación. Iba a regresar a la habitación pero escuchó la voz del alfa hacer eco.

Con algo de inseguridad empezó a bajar los escalones con mucho cuidado, ya que, la poca iluminación que había era gracias a unas antorchas.

Sonrió en grande cuando olió el aroma a coco y almendras. Se acercó hasta la puerta que había cerca pero inmediatamente se alejó al ver la escena. En su rostro apareció una expresión de horror y lágrimas empezaron a salir de sus ojos.

Esto era su culpa, él era el culpable.

— Eso les pasa por hablar de mi omega, su emperatriz.— habló tratando de limpiar la sangre en sus manos pero detuvo su acción al oler el aroma a fresas un tanto agrio.— El aroma de estos dos, ¿Cuál era?

— Naranja y café, su majestad.— respondió un soldado.

Todoroki volteó a observar la puerta, soltó el pañuelo y corrió abrir está misma. Se asustó al ver al omega abrazándose mientras soltaba algunos sollozos.

— Fue mi culpa. Por mi culpa están muertos.— murmuró.

— Katsuki.— quiso tomar la mano del omega pero este lo empujó lejos de él.

— ¡No me toques! ¡No quiero! ¡Eres un mounstro!— exclamó entre sollozos.

Todoroki negó.— No, lo hice por ti.

— Yo no te pedí que los mataras.— se levantó del suelo y corrió de ese lugar.

El alfa corrió detrás de él pero el omega era muy rápido, no alcanzó a detenerlo.

— Katsuki, abre la puerta. Dijiste que no me tenías miedo.

Del otro lado de la puerta, Bakugo trataba de tranquilizarse. El alfa tenía razón, él mismo dijo que no le tenía miedo pero eso fue antes de ver a su alfa sonriendo enfrente de dos cuerpos descuartizados.

Con temor se levantó del suelo y abrió la puerta con delicadeza, vio como Todoroki estaba llorando.

— Cariño.— susurró.

— No quiero que me toques. Vamos a limpiarte.— limpió sus lágrimas con la manga de su pijama, con sus manos temblando agarró la mano llena de sangre del alfa.

Todoroki siguió al omega hasta el baño.

— Te voy a limpiar con agua fría.— habló en voz baja.

El alfa asintió mientras con la ayuda del omega empezó a quitarse la ropa.

— Siéntate aquí.— ordenó.

Todoroki se metió a la bañera, no podía decir nada, no cuando hizo a su omega llorar.

Después del baño frío y de varias quejas en voz baja por la temperatura del agua; Bakugo secaba el cuerpo del desnudo alfa.

— Shoto.— susurró.

— Perdóname.

Bakugo negó.— Perdóname tú a mí. Solo que yo nunca he visto eso.— a su mente llegaron las imágenes de los cuerpos descuartizados y sintió asco.

El omega se aferró al cuerpo del bicolar que solo era cubierto por una toalla.

— Perdóname, cariño.

Bakugo se acostó en la cama.— Vístete y duerme conmigo, necesito que me abraces.

        

      
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— No los castigaré solo porque la emperatriz me lo pidió. Por eso les dije que les taparan la boca a esas escorias.— habló enojado el emperador.

Los sirvientes salieron del lugar muy agradecidos con su emperatriz. Dejando solo a Todoroki y a Midoriya en la habitación.

— Tu omega está enojado.— soltó una risita.— No los castigas porque tienes miedo de que la emperatriz se enoje más, no porque te lo haya pedido.

— Ya cállate, siento que no he avanzado nada con él.— lloriqueó ligeramente.

— Todoroki, haz avanzado bastante con Bakugo. ¿Recuerdas qué cuándo llegó aquí su rostro siempre expresaba seriedad y tristeza?— cuestionó y vio a su amigo asentir levemente.— Pues estos días lo he visto muy sonriente y todo gracias a ti.

— Y, ¿por qué lo observas tanto?— cuestionó a la defensiva.

Midoriya liberó una ligera risita.— Tú me lo pediste. Te dejo, tengo que supervisar a los soldados.

Todoroki observó como su amigo salió de la oficina. Inmediatamente se levantó de su silla, tenía que ir con su omega. Necesitaba oler aquel aroma a fresas para tranquilizarse.

Salió de la oficina y caminó hasta la habitación dónde estaba Bakugo. Golpeó con delicadeza la puerta antes de entrar.

— Cariño.

— Shoto, llévame a la biblioteca. Escuché que tienes una enorme biblioteca, quiero verla.— habló acercándose al alfa.

El alfa se sorprendió un poco.— Cariño, ¿No estás enojado?

Bakugo negó.— Solo llévame a tu biblioteca.

Todoroki tomó la mano del rubio y lo guío a la biblioteca. El omega al momento de ingresar sonrió en grande al ver la emorme biblioteca y los montones de libros.

— Parece que te gusta mucho.— comentó.

— Me encanta.

Todoroki sonrió.— Bueno, desde este momento está biblioteca es tuya. Puedes venir cuando desees, cariño. Aunque no me molestaría hacerte compañía.

Bakugo se lanzó a los brazos del alfa y lo abrazó muy fuerte.— ¡Te amo! ¡Te amo mucho!— exclamó con felicidad antes de besar los labios del alfa.

— También te amo mucho, Katsuki.

— ¿Tienes cosas importantes qué hacer?

Todoroki negó levemente.— ¿Por qué?

— Quiero que estemos acurrucados mientras leemos, ¿Quieres?

— Haré todo lo que me pidas. Por supuesto que quiero hacer eso contigo.

Bakugo sonrió levemente.— En mi próximo celo quiero tener tu marca en mi cuello.

Posiblemente era demasiado pronto pero su lobo se lo exigía, no había día y noche que no se lo exigiera. ¿Se debía a qué eran predestinados?

El rostro del emperador se tornó de un rojo carmesí mientras miraba a su omega. ¿Estaba soñando?

Su omega se vería muy hermoso con su marca adornando su cuello blanquecino.

El Omega del emperador Todoroki  [TodoBaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora