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—Chan

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—Chan...

—¿Qué pasa?

—¿Sigues enojado conmigo?

Chan ​no contestó enseguida, parecía estar pensando su respuesta.

—¿Por qué preguntas eso? —dijo en cambio.

Jeongin se enderezó envuelto en las sábanas, con el cabello revuelto luego de despertar, observando la espalda pálida de Chan y notando los pequeños rasguños que le hizo. Recordar lo que hicieron la noche anterior puso sus mejillas coloradas.

—Porque... tus ojos me lo dicen —respondió en voz baja.

Chan ​dejó caer los hombros, cansado, mientras se volteaba a ver a su novio con una mirada suave.

—Innie —le dijo sin acusación en su voz—, me has mentido por casi cinco meses —el muchacho mordió su labio inferior, culpable—. No sólo has ocultado el hecho de que tu hermana está enferma con cáncer, sino que también apenas sé algo de ti y siempre me has esquivado. Y, sumando a eso...

No sé de dónde saliste, cómo conociste a mi madre, no sé quién eres.

Pero su voz se fue apagando lentamente, sin saber si sacar a colación ese tema cuando la hermana de Jeongin estaba en el hospital, cuando el chico lo estaba mirando como si estuviera a punto de romper a llorar.

A Chan le rompía el corazón que Jeongin llorara, porque se había acostumbrado demasiado a verlo sonriendo siempre.

Jeongin no debía llorar nunca, jamás en la vida.

—Yo... lo siento, Chan —balbuceó Jeongin, acercándose con timidez—, es... es so-sólo que... tengo miedo... porque te quiero.

Chan ​lo observó, asintiendo, pero no respondió, sus labios permanecieron cerrados.

Jeongin no quería ver lástima en sus ojos, así que siguió hablando para reprimir esa angustia creciente en su corazón.

—Mamá nos abandonó cuando teníamos cinco años, desde entonces papá se hizo cargo de Boyoung y de mí —barboteó con rapidez—. Fue un buen hombre, hizo lo que pudo con nosotros cuando pudo habernos dejado y trató de darnos lo mejor siempre. Murió cuando yo tenía quince años de cáncer al pulmón, tenía un maldito vicio con el cigarro que terminó pasándole la cuenta, y no sólo a él, sino que también a... a Boyoung —Jeongin abrazó a Chan por la espalda—. Ella nunca ha tocado un cigarrillo en su vida, pero papá fumaba tantos que... que...

—Que terminó enferma también —finalizó de decir Chan, suspirando.

Jeongin ​asintió en silencio, aferrándose a su novio con desespero.

—Si... si le cuento a alguien, todo se hace más real, Chan —contestó, desolado—. No quería que sintieras lástima por mí.

Chan ​se recostó en la cama, cerrando sus ojos y permitiendo que el cuerpo de Jeongin se acurrucara a su lado, lo abrazara temblando.

—Jamás tendría lástima por ti, Innie —respondió Chan, acariciándole el cabello—. Pero sigo enojado —apretó el puente de su nariz—. Me has tratado como si te diera asco lo que tenemos.

—¿Y qué tenemos? —preguntó Jeongin en voz baja.

Los ojos oscuros de Chan se abrieron, fijándose en Jeongin.

—Tenemos algo y eso es suficiente —replicó Chan—. Innie, no soy una persona cariñosa, no soy una persona que demuestre lo que siento, no soy un chico romántico y definitivamente no soy un chico de piel que adore estar todo el día diciendo cursilerías —Jeongin bajó la vista—, pero si no te quisiera, Jeongin, ¿crees que me preocuparía por ti? ¿Crees que seguiría con lo nuestro? —bajó la voz—. ¿Crees que te habría hecho el amor, Innie?

Jeongin ​negó con la cabeza, dándole un pequeño beso en la mejilla, tratando de detener los latidos de su corazón.

—¿Podrías decirlo, lobito? —le pidió en voz baja.

—¿Qué cosa?

Jeongin ​tragó saliva.

—Que me quieres.

Chan ​lo miró, dándole un beso en la nariz.

—Algún día, Innie, algún día.

Jeongin ​temió que ese día no llegara nunca.

Jeongin ​temió que ese día no llegara nunca

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Novio de alquiler ☘ ChanInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora