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Mew

Desperté con un mal sabor de boca, un fuerte caso de escalofríos y una mano sosteniendo la mía con demasiada fuerza. Supe de inmediato que no era Gulf. La mano era demasiado grande, demasiado fuerte.

Me moví y la mano se soltó.

Me obligué a abrir los ojos con un gemido para encontrar a papá observándome con sombras oscuras debajo de sus ojos, y una expresión en ellos que era una mezcla de furia y preocupación. El indicio de una barba asomaba en su barbilla. Rara vez salía de casa sin afeitarse.

—¿Dónde estoy?

Sus labios se curvaron.

—Las Vegas. Unidad hospitalaria de la Camorra.

Maldita sea, el recuerdo del ataque de Alex volvió, y con él el dolor en mi costado. El bastardo me había clavado su cuchillo.

—¿Está vivo el loco hijo de puta?

—¿Cuál? —dijo en un fallido intento de humor. Su voz estaba demasiado tensa para ello. Luego agregó—: Vivirá. Por ahora.

Asentí. Era mejor así. Lo quería muerto, pero las consecuencias serían demasiado terribles para Gulf.

—No le dijiste a mamá, ¿verdad?

Pareció a punto de estrangularme hasta la muerte.

—Por supuesto que no. Cree que vamos a tener otra reunión con los Falcone. Sufrió bastante cuando Marci fue secuestrada. No la dejaré sufrir por tu estupidez.

—Gracias, papá —dije con una mueca en tanto un dolor ardiente y feroz se extendía por mi costado.

—¿Más morfina? —preguntó con un movimiento de cabeza hacia el goteo.

Negué con la cabeza. No, me haría más vulnerable de lo que ya estaba, y lo había estado estas últimas horas. Levanté las sábanas. Estaba desnudo, pero todo seguía donde pertenecía. No me hubiera sorprendido que los Falcone me hubieran castrado por querer a Gulf.

Bajé las sábanas.

Papá negó con la cabeza a medida que me observaba por unos instantes, y me di cuenta de que estaba luchando por controlarse.

—Maldita sea, Mew. ¿Has perdido la puta cabeza? ¿Pedir la mano en matrimonio al chico Falcone en territorio de la Camorra? ¿Por qué no incendiaste la maldita ciudad y acabaste con la declaración de guerra?

—Pensé que estaría de acuerdo en casarse conmigo.

—Dejemos de lado el jodido hecho de que los Falcone preferirían incendiar Nueva York antes que permitir que el chico viviera allí, ¿qué hay de lo que te dije? No estaba bromeando cuando dije que tendrías que renunciar a tu puesto como futuro Capo si dejabas a Cressida.

—No me importaba.

Tragó con fuerza, obviamente luchando por contenerse.

—¿No me digas que también te follaste al chico Falcone? No puedo creer que lo que me dijiste sea todo lo que hiciste con él. Estás omitiendo partes y estoy harto de estar parado en la oscuridad.

—No —gruñí incluso cuando mi costado rugió de agonía—. No hables así de él.

Cerró los ojos brevemente, luego me agarró del hombro y se acercó mucho.

—Sácalo de tu cabeza. Ahora. La única forma en que podrías tenerlo sería secuestrándolo, y ¿no tengo que decirte lo que sucedería después?

—Nunca me perdonaría si algo le pasara a su familia.

6 DESTINO RETORCIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora