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Mew

Pasé las cerraduras de nuestra suite presidencial cuando Gulf y yo nos retiramos para pasar nuestra primera noche como pareja casada. Papá incluso había puesto guardias en el corredor frente a la suite en caso de que algún Falcone, Alex en particular, sintiera la necesidad de perturbar nuestra noche.

La advertencia en los ojos de Remo cuando me había llevado a Gulf no había sido nada en comparación con la ira en los ojos de Alex. La fiesta aún estaba en pleno apogeo abajo. Matteo debe haber dado a muchos invitados su alcohol ilegal, pero no había bebido más de una copa de champán. Con mi mano en la espalda de Gulf, lo conduje a nuestro dormitorio. Pétalos de rosa cubrían el camino a la cama y formaban un corazón sobre las sábanas blancas.

—Eso es muy bonito.

—Probablemente se les ocurrió a mamá y a tu papi.

Pasé mis nudillos por el cuello de Gulf y él inclinó la cabeza hacia un lado con una sonrisa de confianza. Mi deseo había cobrado vida al momento en que estuvimos solos, pero no tenía intención de apresurar las cosas o perder el control.

—Estoy listo.

Solté una carcajada y tomé la cara de Gulf, reclamando sus labios para un beso. Después de un momento, me aparté y señalé el cuchillo envainado en el soporte debajo de mi chaqueta.

Gulf se mordió el labio.

—¿Una de tus tradiciones particulares?

—Podríamos cortar el traje sin ti. Nadie lo sabría.

Gulf tocó el cuchillo ligeramente con las yemas de sus dedos.

—No, honremos tus tradiciones. Quiero hacer esto bien.

Presioné otro beso en sus labios.

—Esta noche no hay nada bien o mal. Lo estaremos haciendo bien mientras lo disfrutes.

Gulf asintió. Desenvainé mi cuchillo y apoyé la hoja sobre su chaqueta. El material cedió bajo la presión implacable del acero.

Me sentí salvaje, animal, cortando el traje de Gulf. Había esperado demasiado este momento.

—¿Es un símbolo de la pérdida de la virginidad de la pareja?

Miré a Gulf, intentando seguir su línea de pensamiento cuando mi mente iba a un lugar muy diferente.

—Los cuchillos a menudo simbolizan un falo. ¿Así que cortarme el traje, la tela abriéndose bajo el cuchillo, representa mi virginidad rompiéndose cuando me penetras?

—Tal vez —murmuré. Nunca había pensado en eso, pero Gulf hablando de mí tomando su virginidad encendió mi necesidad.

Corte su chaqueta, luego su camisa, finalmente su pantalón que cayó al suelo y se paró frente a mí con solo unos boxers de encaje blanco. Mis ojos se fijaron en las cicatrices debajo de su ombligo, una ola familiar de ira se apoderó de mí. Gulf metió los dedos en mi cabello. Miré su rostro.

—Hoy no se trata del pasado o la ira, se trata de nuestro amor y de que finalmente puedes hacerme tuyo.

Asentí y finalmente noté sus zapatos. No pude evitar sonreír.

—Pronto volverás a bailar para mí.

—Muy pronto —dijo él.

Me arrodillé.

—Mío —murmuré contra su vientre, besando la cicatriz roja.

Ver lo que Gulf tuvo que soportar para que este día sucediera fue otro buen recordatorio de que siempre debería estar agradecido por tenerlo a mi lado. Me puse de pie y lo levanté del suelo. Envolvió sus piernas esbeltas alrededor de mi cadera, presionándose contra mis abdominales. Podía sentir su polla a través del material fino de sus boxers. Pasé mis dedos a lo largo de su mejilla y en su cabello, luego bajé su cabeza para besarlo, mi lengua deslizándose a lo largo de sus labios hasta que los abrió para mí. Lo llevé hasta la cama y arranqué las sábanas con los pétalos de rosa, revelando las sábanas blancas debajo. Mi instinto protector se apoderó de mí cuando recordé que mañana tendríamos que presentar las sábanas ensangrentadas.

6 DESTINO RETORCIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora