Gulf
Mi pelea con Alex siguió repitiéndose en mi cabeza. Sus palabras duras. Sabía que venían de un lugar de dolor y miedo de perderme, pero aun así me dolían.
¿Y la reacción de papá? No era del todo inesperada, pero esperaba que él pudiera ver lo seria que era y me tomara en serio a su vez. Las palabras de Papi no habían cambiado su decisión. Estaba decidido a mantenerme en Las Vegas en contra de mi voluntad, razón por la cual me encontraba en mi santuario con dos guardaespaldas protegiéndome como a un prisionero. Solo se me permitiría pasar una noche aquí antes de que regresara a casa.
Lo peor era que no tenía forma de contactar a Mew sin un teléfono. Había considerado robarle un teléfono a los guardaespaldas, pero eran excepcionalmente cuidadosos conmigo. Ya ni siquiera tenía el código de las puertas de entrada, así que no podía salir de las instalaciones sin ellos.
Dotty dejó escapar un gemido y me senté. ¿Qué hora era? Miré el reloj en la mesita de noche. Dos de la mañana.
Dotty arañó el suelo frente a mi cama.
—¿Qué pasa, niña? —pregunté, pero entonces sonó una alarma. Estampé mis palmas sobre mis oídos. ¿Y si Mew estaba aquí? Había prometido volar durante nuestra llamada telefónica. ¿Y si pensaba que estaba en peligro porque no podía localizarme? Mi corazón se aceleró en mi pecho. Si lo capturaban... el pánico floreció en mi interior.
¿Sería capaz de convencer a papá de que lo perdonara?
Las imágenes de hace muchos años cuando mi súplica no había salvado al hombre en el sótano pasaron ante mis ojos. Si papá o Alex mataban a
Mew...
Pero algo en la alarma fue diferente. ¿Qué estaba pasando? Esta no era la alarma de seguridad estándar. Salté de la cama y abrí las cortinas, incluso si eso significaba que tuviera que quitarme una mano de la oreja. Me quedé helado.
Al menos, uno de los graneros estaba en llamas. Fuego anaranjado iluminaba el cielo nocturno y las brasas bailaban como estrellas fugaces contra la negrura.
Empecé a correr, fuera de la casa, espoleada por los relinchos asustados y ladridos. Tenía que salvar a mis animales. No estaba seguro de lo que estaba pasando. Nunca había encendido un fuego cerca de los graneros, y Jill tampoco. Quizás uno de los guardias había fumado afuera a pesar de mi advertencia. ¡Deberían haberlo sabido! Cuando salí a trompicones del porche, los dos guardias estaban parados a un lado, uno de ellos en su teléfono, el otro inmóvil.
—¡Busquen las mangueras de agua! —grité pero no dejé de moverme. Corrí hacia el granero en llamas. El dolor se disparó a través de mis pies cuando mis plantas desnudas tocaron las brasas, pero no me detuvo. Abrí la puerta del granero. Los cerdos pasaron corriendo junto a mí, pero los caballos y las vacas estaban aterrorizados y se habían apiñado en un rincón. El techo estaba en llamas y también el lado derecho. La alarma pareció sonar aún más fuerte.
—¡La casa también se está quemando! —gritó Jill, vestida en pijama y con sus canas por todas partes. La alarma también debe haberla despertado. Su casa estaba al otro lado de las premisas porque las dos preferíamos la soledad.
—¡Salva a los perros! —grité.
¿Bear y Momo habían salido conmigo? Oh, Dios. Me tambaleé hacia los caballos a pesar de mi dolor y traté de alejarlos de su rincón. Golpeé a uno de ellos con fuerza en la retaguardia y salió corriendo, pero los demás solo me miraban con los ojos muy abiertos y llenos de pánico y las fosas nasales dilatadas. Una brasa ardiente golpeó mi hombro desnudo. Grité. Más y más brasas llovieron también sobre los animales. Tropecé hacia el estribo que usaba para poder alcanzar los lomos de los caballos cuando los limpiaba y lo usé para subirme a la espalda de Calimera.
Ella corcoveó de inmediato. Aún tenía problemas para ser montada y en una situación como esta no lo permitiría. Le clavé los talones en los costados, incluso si me dolió hacerlo. Intentó derribarme, pero luego comenzó a correr. Corcoveó y corcoveó hasta que aterricé con fuerza en el suelo, pero como era el caballo líder, los otros caballos corrieron tras ella, e incluso las vacas, excepto una. Mildred, la mayor del grupo. Me dolía el cuerpo por la caída y me zumbaba la cabeza. Intenté ponerme de pie para sacarla a ella también cuando parte del techo se derrumbó con una oleada de calor insoportable y brasas volando. El hedor a cabello quemado llenó mi nariz y rápidamente apagué mi cabello. Me arrastré hacia atrás, a la intemperie justo a tiempo antes de que el techo restante se derrumbara, enterrando a Mildred debajo de él.
Sirenas aún llenaban la noche. Los guardias estaban en la casa, que también estaba completamente en llamas. Escuché ladridos ansiosos en alguna parte, definitivamente Dotty. Pero ¿dónde estaban todos los demás?
¿Bear, Momo, Teacup?
Tosí y me puse de pie. Di un paso adelante cuando una sombra cayó sobre mí. Miré hacia arriba para encontrarme mirando a un hombre desconocido. Mis labios se separaron pero antes de que pudiera decir algo, un dolor ardiente llenó mi abdomen. Miré hacia abajo, siguiendo el brazo extendido del hombre, su mano y el mango del cuchillo. No pude ver la hoja. Estaba enterrada dentro de mi vientre bajo. Parpadeé, intentando entender lo que estaba pasando. Sacó el cuchillo de un tirón, lo que me dolió aún más y grité con voz ronca, luego me atraganté con mi siguiente aliento cuando me clavó el cuchillo nuevamente, esta vez un poco más alto. Sacó el cuchillo otra vez y me hundí de rodillas, cayendo de lado. El hombre golpeó mi rodilla izquierda con un martillo y grité cuando el dolor me atravesó. Levantó el brazo para dar otro golpe, pero sonó un gruñido bajo y Bear se estrelló contra él. Momo ladraba salvajemente a su alrededor, rodé sobre mi espalda lentamente. Quería ver el cielo nocturno.
Esto era todo, ¿no?
Los guardias aparecieron a mi lado. Uno de ellos presionó algo contra mi vientre y grité de dolor.
—Mierda, mierda! —murmuró, sus ojos frenéticos.
—¡Quítenme al perro de encima! ¡Quítenmelo de encima! —gritó mi atacante.
—Bear, detente —grazné.
—¡Desearás que ese perro te haya hecho trizas! —dijo el otro guardia.
El aliento cálido de Bear golpeó mi mejilla y Momo lamió mi mano. Dotty y Teacup se mantuvieron a distancia, aterrorizadas. Sonreí débilmente.
Tantos rostros desfilaron ante mis ojos a medida que intentaba respirar más allá de la agonía. Tantas personas y animales que amaba. Algunas personas tienen muchos remordimientos en sus últimos momentos, pero ¿cómo podía arrepentirme de una vida que tuvo tanto amor?
El rostro de Mew se demoró mientras mi visión se oscurecía.
—Gulf —gritó uno de los guardias—, quédate con nosotros. No cierres los ojos. La ayuda está en camino. ¡Tráeme el maldito botiquín!
—¿Qué hay de él?
—¡Dispárale a los pies y a las rótulas, imbécil!
Sonaron disparos, rompiendo la lana en mis oídos. Los gritos que les siguieron pronto se acallaron.
Aún miraba al cielo. Mi dolor se estaba desvaneciendo lentamente. ¿Volvería a ver a mi familia? ¿Volvería a ver a Mew?

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6 DESTINO RETORCIDO
FanfictionSERIE CRÓNICAS DE LA MAFIA LIBRO 6 🤍 Contenido 🔞 🤍 Escenas Explícitas Adaptación sin fines de lucro. Esta historio NO nos pertenece, todos los créditos para el autor de la misma. Agradecimientos a los traductores de la historia.