EPÍLOGO

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Gulf

Tres años después

Apoyé un paño frío en la frente de Papi. Él gritó de nuevo. Sus dientes hundiéndose en su labio inferior, su rostro sonrojado y sudoroso, su cabello pegado a su frente.

Hundió los dedos en las sábanas, con las palmas apoyadas contra la cama, girando las caderas mientras respiraba con la siguiente contracción.

Había estado en trabajo de parto durante cinco horas y al ver su dolor, me sentí agradecido y asombrado por su sacrificio.

Froté su espalda y se relajó cuando la contracción se desvaneció y tuvo un momento para respirar. Me dio una sonrisa exhausta.

—No creo que falte mucho. Puedo sentirlo. Una cabeza está bajando con mucha fuerza. Pronto tendrás a tus bebés.

—¿Qué necesitas que haga? —Quería ayudarlo en todo lo que pudiera. Estos últimos nueve meses, había soportado náuseas matutinas, dolor de espalda y una fatiga intensa mientras cargaba a los bebés de Mew y míos en su cuerpo. Era un regalo que nunca podría devolverle.

Papi tocó mi mejilla.

—Sigue haciendo lo que haces. —Su rostro se retorció bajo una ola nueva de dolor.

Lo guie a través de su respiración, le froté la espalda, le puse presión en la parte baja de la espalda y luego le limpié la frente.

Después de otra hora de contracciones, Papi tuvo que acomodarse en la cama y diez minutos después nació mi hija y dos minutos después mi hijo salió. Me senté junto a Papi con una expresión atónita a medida que las enfermeras revisaban a los dos bebés pequeños con sus coronillas colmadas de negro cabello espeso. Papi dejó escapar un sollozo ahogado y yo tampoco pude contener las lágrimas.

—Acuéstate a mi lado —susurró Papi. Lo hice y besé su mejilla, sin saber qué decir, cómo agradecerle por algo como esto. Nuestros ojos se encontraron y él tomó mi mejilla con una sonrisa temblorosa—. Lo sé, lo sé.

Las enfermeras se acercaron con los dos bebés pequeños.

Contuve la respiración, incapaz de procesar lo que estaba sucediendo.

—Ábrete la bata —me dijo la enfermera. Pasé las dos primeras horas del trabajo de parto con Papi en la tina de parto y no me molesté en vestirme.

Miré a Papi con los ojos del todo abiertos.

Él asintió.

—Gulf, son tuyos. Deberías sostenerlos.

Aparté la bata y las enfermeras pusieron a los dos bebés sobre mi pecho. Empecé a llorar cuando sentí sus cuerpos pequeños contra mi piel, cuando olí su aroma dulce. Papi inclinó la cabeza hacia atrás, completamente exhausto y me observó a medida que un médico lo cosía. Mi corazón nunca se había sentido tan lleno como si no pudiera contener todo el amor que llevaba dentro de mí. —¿Debería llamar a sus esposos? — preguntó la enfermera cuando Papi ya estaba tapado.

Papi asintió.

—Por favor.

Abrió la puerta y un momento después Mew entró y se congeló cuando su mirada se posó en mí. Tragó pesado. Papá entró detrás de él y le dio una palmada en el hombro a Mew demasiado fuerte.

—Felicitaciones por el primer Capo de la Famiglia que nació en Las Vegas.

Le di una sonrisa llorosa e indignada. Mew y yo no habíamos querido que Papi fuera a Nueva York con un embarazo avanzado, así que volamos para el parto. Papá se acercó a mí para besarme la parte superior de la cabeza antes de acercarse a Papi y besar sus labios. La mirada que le dio hizo que mi corazón se hinchara. En ocasiones me preocupaba que el conflicto que había creado mi unión con Mew hubiera dañado su matrimonio, pero sus ojos me dijeron que amaba a Papi hoy más que nunca.

Mew se detuvo a mi lado, sus ojos suaves e incrédulos a medida que observaba a nuestros hijos.

—Están realmente aquí —susurré. Hasta hace muy poco me había sentido en un sueño del que podía despertar en cualquier momento.

Mew se inclinó y me besó, luego rozó sus dedos suavemente sobre la espalda de nuestros bebés. Captó la mirada de papá y supe que estos dos bebés harían que el vínculo entre nuestras familias fuera más fuerte que nunca. Mis gemelos eran Suppasit y Falcone.

Mew entrelazó sus dedos con los míos. Nuestro amor había ardido más fuerte que cualquier enemistad.

FIN 

6 DESTINO RETORCIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora