Capítulo 20: Culpa

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Sun movía hábilmente las marionetas sobre el pequeño escenario, sus dedos danzando con precisión mientras daba vida a los personajes favoritos de los niños. Freddy, Chica, Foxy y los demás cobraban vida bajo su control, sus voces cambiando con cada personaje que interpretaba. Los niños reían y aplaudían, completamente absortos en el espectáculo que se desarrollaba frente a ellos.

— ¡Oh, no! ¡Foxy el pirata viene a robarse el tesoro! — exclamó Sun con entusiasmo, introduciendo la marioneta del zorro en el escenario.

Los pequeños espectadores jadearon con anticipación, sus ojos brillando de emoción. Sin embargo, detrás de la sonrisa pintada en su rostro, Sun sentía que su mente estaba en otro lugar completamente distinto.

"Moon ha estado tan callado últimamente," pensó mientras hacía que Foxy persiguiera a las otras marionetas por el escenario. "Normalmente estaría quejándose o tramando alguna travesura, pero ahora... es como si ni siquiera estuviera aquí."

— ¡Rápido, amigos! ¡Tenemos que proteger el tesoro de Foxy! — anunció Sun, cambiando su voz para imitar a Freddy.

Mientras los niños gritaban consejos a los personajes, Sun no podía evitar que su mente divagara hacia su contraparte nocturna. Las excusas de Moon eran tan transparentes, tan obvias. Sun sabía que había estado saliendo de la guardería, encontrándose con su nuevo amigo, Monty según lo que había escuchado salir de la boca de Moon la noche anterior.

"Al principio pensé que era algo bueno, y que tal vez necesitaba su espacio para decirme" reflexionó Sun, haciendo que Chica y Bonnie se unieran para enfrentar a Foxy. "Moon siempre ha querido explorar más allá de estas paredes. Pensé que tener un amigo podría ser positivo para él. Pero ahora..."

La culpa comenzó a asentarse en el fondo de su mente, como un peso que lentamente iba aumentando. Sun recordó todas las veces que había impedido que Moon saliera, todas las ocasiones en que había insistido en que se quedara dentro de la guardería donde estaba seguro.

— ¡Oh, no! ¡Foxy ha atrapado a Bonnie! ¿Qué haremos ahora, niños? — preguntó Sun, manteniendo su tono alegre a pesar de sus pensamientos turbulentos.

Los niños gritaron sugerencias, completamente inmersos en la historia. Sun los escuchaba a medias, su mente dividida entre el espectáculo y sus preocupaciones internas.

"¿Fui demasiado cruel al no dejarlo salir?" se preguntó Sun, la culpa creciendo con cada segundo. "Solo quería protegerlo. El mundo exterior puede ser peligroso para nosotros. ¿Y si nos desmantelan? ¿Y si nos pasa algo malo?"

El show continuaba, las marionetas danzando y luchando en una elaborada coreografía. Sun realizaba cada movimiento con precisión, años de práctica permitiéndole actuar casi en piloto automático mientras su mente se sumergía más profundamente en sus preocupaciones.

"Pero, ¿es justo quitarle sus sueños?" La pregunta resonó en su mente, haciendo que casi perdiera el ritmo de la actuación. Se recuperó rápidamente, haciendo que Freddy realizara un movimiento heroico para salvar a Bonnie.

Los niños vitorearon, ajenos al tormento interno de su animador favorito. Sun continuó con el espectáculo, su voz nunca vacilando a pesar del tumulto en su interior.

"Moon siempre ha querido ver más, experimentar más. Desde nuestra creación, ha anhelado explorar más allá de estas paredes," pensó Sun, recordando las innumerables conversaciones que habían tenido sobre el tema. "Y yo siempre se lo he negado. ¿Soy egoísta por querer mantenerlo a salvo?"

La culpa se intensificó, pesando sobre él como una losa. Sun sintió como si estuviera siendo aplastado por sus propias decisiones, por años de protección que ahora parecían más una prisión que un refugio.

— ¡Vamos, amigos! ¡Unamos nuestras fuerzas para detener a Foxy! — exclamó Sun, reuniendo a todas las marionetas para el gran final.

Mientras los personajes se unían para enfrentar al pirata, Sun no pudo evitar ver un paralelo con su propia situación. ¿Estaba él, como Foxy, robando algo precioso de Moon? 

"Todo estaba bien como estaba," trató de convencerse Sun. "¿Por qué arriesgarse a cambiarlo? Estamos seguros aquí, protegidos. ¿No es eso lo más importante?"

Pero incluso mientras pensaba esto, otra parte de él gritaba en desacuerdo. La culpa lo consumía, haciéndole cuestionar cada decisión que había tomado hasta ahora.

— ¡Lo logramos, niños! ¡Hemos salvado el tesoro y Foxy ha prometido ser bueno! — anunció Sun, llevando el show a su conclusión.

Los niños aplaudieron y vitorearon, sus rostros iluminados por la alegría. Sun se inclinó, haciendo una reverencia con las marionetas, su sonrisa nunca vacilando a pesar del torbellino emocional en su interior.

Cuando el aplauso acabo y los niños comenzaron a dispersarse, Sun se quedó solo en el pequeño escenario. La culpa, que había estado creciendo durante todo el espectáculo, ahora amenazaba con abrumarlo por completo.

"¿He estado haciendo lo correcto todo este tiempo?" se preguntó, guardando las marionetas con cuidado. "¿O he estado sofocando a Moon, quitándole la oportunidad de vivir y experimentar?"

Sun miró alrededor de la guardería, el espacio que había sido su hogar y prisión durante tanto tiempo. Los colores brillantes y los juguetes alegres parecían burlarse de él ahora, recordándole todo lo que Moon podría estar mal.

"Quizás... quizás he sido demasiado sobreprotector," admitió Sun para sí mismo, la realización golpeándolo con fuerza. "Moon no es un niño. Es capaz de tomar sus propias decisiones, de asumir sus propios riesgos."

La culpa se intensificó, amenazando con consumirlo por completo. Sun sintió como si estuviera siendo aplastado por el peso de años de decisiones bien intencionadas pero posiblemente equivocadas.

Desesperado por distraerse de estos pensamientos abrumadores, Sun decidió sumergirse en el trabajo. Miró alrededor de la guardería, notando a los niños que aún quedaban, ocupados en diversas actividades.

"Tal vez si me mantengo ocupado, pueda alejar estos pensamientos por un tiempo," se dijo a sí mismo, aunque en el fondo sabía que era una solución temporal en el mejor de los casos.Sun se acercó a un grupo de niños que estaban trabajando en un proyecto de arte. Sus pequeñas manos estaban manchadas de pintura, y sus rostros mostraban una intensa concentración.

— ¿Puedo ayudarles con algo, pequeños? — preguntó Sun, forzando un tono alegre en su voz.Los niños levantaron la vista, sus rostros iluminándose al ver a su animador favorito.

— ¡Sun! — exclamó una niña con coletas. — ¿Puedes ayudarnos a hacer un arcoíris? No podemos mezclar bien los colores.

Sun asintió, agradecido por la distracción. — Por supuesto, será un placer. Veamos qué podemos hacer.

Se sentó junto a los niños, guiándolos en la mezcla de colores y la aplicación de la pintura. Mientras trabajaba, trató de concentrarse completamente en la tarea, pero la culpa seguía acechando en los bordes de su conciencia.

"¿Estoy haciendo lo mismo con estos niños?" se preguntó de repente. "¿Les estoy enseñando a quedarse dentro de las líneas, a no arriesgarse, como he hecho con Moon?"

Sacudió la cabeza, tratando de alejar esos pensamientos. Este no era el momento ni el lugar para esas reflexiones. Los niños necesitaban su ayuda y su atención.

— Muy bien, ahora vamos a añadir un poco de amarillo aquí — instruyó Sun, guiando la mano de un niño pequeño.

Mientras los niños trabajaban en su arcoíris, Sun se movió para ayudar a otro grupo que estaba construyendo una torre con bloques. La estructura se tambaleaba peligrosamente, amenazando con derrumbarse en cualquier momento.

— Recuerden, amigos, la base es la parte más importante — dijo Sun, ayudándoles a estabilizar la torre. — Si la base es fuerte, pueden construir tan alto como quieran.

Las palabras salieron de su boca antes de que pudiera procesarlas completamente, y de repente se encontró reflexionando sobre ellas. ¿No era eso lo que había intentado hacer con Moon? ¿Darle una base fuerte y segura? Pero tal vez, en su afán de protegerlo, había terminado limitándolo.

La culpa volvió a intensificarse, y Sun tuvo que hacer un esfuerzo consciente para mantener su expresión alegre. No quería que los niños notaran su angustia interna.

A medida que la tarde avanzaba, Sun se movía de un grupo a otro, ayudando donde podía. Ayudó a un niño a atar sus cordones, a otro a resolver un rompecabezas particularmente difícil, e incluso organizó un pequeño juego de las escondidas para un grupo de niños inquietos.

Cada actividad era una distracción bienvenida, pero también servía como un recordatorio de su dilema con Moon. ¿No estaba Moon, en cierto sentido, tratando de resolver su propio rompecabezas, explorando el mundo más allá de la guardería? ¿No estaba, de alguna manera, jugando a las escondidas con Sun, ocultando sus salidas y sus nuevas experiencias? Eso era lo peor, con cada actividad su mente hacia que pensada nuevamente en eso.

La culpa se volvió casi insoportable. Sun sentía como si estuviera siendo aplastado por el peso de sus propias decisiones, por años de buenas intenciones que ahora parecían equivocadas.

Finalmente, cuando el último niño fue recogido por sus padres y la guardería quedó en silencio, Sun se encontró solo con sus pensamientos. Se sentó en una pequeña silla, su figura
 normalmente amable pareciendo encogerse bajo el peso de su culpa y preocupación.

"¿Qué debo hacer?" se preguntó, su mente dando vueltas. "¿Cómo puedo arreglar esto? ¿Cómo puedo darle a Moon la libertad que merece sin ponerlo en peligro?"

Sun sabía que tendría que enfrentar estas preguntas eventualmente. No podía seguir ignorando el problema, pretendiendo que todo estaba bien cuando claramente no lo estaba. Moon merecía más que eso. Merecía la oportunidad de explorar, de hacer amigos, de vivir.

Pero la idea de dejarlo ir, de exponerlo a los peligros del mundo exterior, aterrorizaba a Sun. ¿Y si algo salía mal? ¿Y si Moon resultaba herido o, peor aún, desmantelado? Sun no sabía si podría perdonarse a sí mismo si algo así sucediera.

Sin embargo, mientras reflexionaba sobre los eventos del día, sobre los niños que había ayudado y las lecciones que había impartido, Sun comenzó a darse cuenta de algo importante.

 Parte de cuidar a alguien es saber cuándo dar un paso atrás, cuándo permitirles tomar sus propios riesgos y aprender de sus propias experiencias, eso había escuchado de cientos de padres y madres a sus hijos, pero ahora lo entera bien.

"Tal vez," pensó Sun, "es hora de que deje de tratar a Moon como a uno de estos niños. Es hora de que confíe en él, de que le dé la oportunidad de explorar el mundo por sí mismo."

La culpa seguía ahí, pesada y abrumadora, pero junto a ella comenzó a crecer algo nuevo: determinación. Determinación para hacer lo correcto, para ayudar a Moon a crecer y experimentar, incluso si eso significaba enfrentar sus propios miedos.

Sun se levantó de la pequeña silla, su figura volviendo a erguirse. Sabía que el camino por delante no sería fácil. Tendría que tener una conversación difícil con Moon, tendría que aprender a soltar, a confiar. Pero por primera vez en mucho tiempo, sintió que estaba tomando la decisión correcta.

Mientras las luces de la guardería se apagaban automáticamente, marcando el final del día, Sun se preparó para el cambio que vendría con la noche. Sabía que cuando Moon despertara, las cosas serían diferentes. Ya no sería el guardián sobreprotector, sino un compañero, un igual.

"Es hora de un cambio," pensó Sun mientras sentía que su conciencia comenzaba a desvanecerse, dando paso a Moon. "Es hora de dejar que Moon vuele por sí mismo."

Buscando al conejo blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora