VIII. Sonrisas de metal y hierro

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Cerveza fría

y café caliente.

Me vine arriba

lo reconozco

al verte en línea

y cerca sentirte.

Solo se trataba de arriesgar

con pablaras

esas que hace años no he utilizado

y siempre se me han trabado.

Ya te gané

y te perdí

una vez

pero el mismo hormigueo

recorría toda mi fría piel.

Si te pones a pensar

solo era cuestión de tiempo

eso de volvernos a ver.

Tú quizá

lo has estado esperando

desde el principio del final

para abofetearme la cara

y pedirme unas explicaciones

que no tengo.

Mil perdones no sanarán

un remoto tiempo.

Ese que me has concedido

y que yo no concibo.

El que me mata

al pensarlo

muy poquito a poco.

Me tiré a precipicios

después de ti:

flores pequeñas

que no llenaban más que la pituitaria

carcajadas exageradas

que ponían el foco sobre mí

y candela fría

que dibujó sueños

y pintó traición.

Y entonces te vi.

De espaldas y sentada.

Te giraste y reí.

Y allí estábamos los dos

con las mismas sonrisas de antaño

aunque

rodeadas de metal y hierro.

Fue como la primera vez.

Como siempre.

Como todas las veces.

Luego

cuando dejé de caminar a tu lado

y los dos besos de rigor

nos separaron

alegría y tristeza

me colmataron.

La primera

por lo tonto que había sido.

La segunda

por leer en tus ojos

y en tu risa

el momento vivido

y el beso no cumplido.

Sonrisas de metal y hierro (Poesía)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora