Desde la distancia, noté a Aemond observándonos. Estaba de pie junto a una de las columnas del jardín, su figura esbelta envuelta en sombras, aunque sus ojos brillaban con una intensidad que siempre me había fascinado. Aemond no se acercó, pero su mirada estaba fija en mí, y me pregunté qué pensamientos cruzaban su mente en ese momento.
Mis movimientos se volvieron más lentos mientras sentía el peso de su mirada, como si su atención agregara una carga adicional al peso que ya llevaba. Aemond, aunque nunca había sido el más expresivo, tenía una forma de comunicar mucho con solo una mirada. Sabía que estaba preocupado por mí, por nosotros. Su preocupación era palpable, incluso en la distancia.
— Tía Visenya, ¿puedes lanzar la pelota? —la voz de Jaehaera me sacó de mis pensamientos, su expresión tan radiante y pura como siempre.
—Por supuesto, querida —respondí, tomando la pelota y lanzándola suavemente en su dirección.
Los niños la atraparon con risas, sus risitas resonando por todo el jardín. Helaena se unió a ellos, su risa armonizando con la de sus hijos. Por un momento, me permití disfrutar del momento, olvidando mis miedos, y sumergiéndome en la simplicidad del juego.
Sin embargo, de reojo, no pude evitar volver a mirar a Aemond. Seguía allí, su mirada fija en mí, y por un breve instante, nuestros ojos se encontraron. El mundo pareció detenerse cuando nuestras miradas se cruzaron, y sentí una corriente de emociones fluir entre nosotros. Era un entendimiento silencioso, una promesa no pronunciada de estar el uno para el otro, sin importar lo que viniera.
Los niños siguieron jugando, sus risas llenando el aire, mientras Helaena y yo nos movíamos más despacio. Mi respiración se hizo un poco más pesada, y Helaena, siempre observadora, se dio cuenta.
—Tal vez deberías sentarte un momento, Visenya —sugirió en voz baja, tomando mi mano con suavidad—. Yo puedo seguir con los niños.
Asentí, agradecida, y me acerqué a un banco cercano. Me senté con cuidado, sintiendo cómo la presión en mi espalda se aliviaba un poco. Desde mi asiento, continué observando a los niños, quienes ahora se concentraban en atrapar la pelota con una seriedad que solo los más pequeños podían darle a un juego.
Aemond se acercó entonces, de manera lenta y medida. Sentí su presencia antes de que siquiera hablara, su sombra proyectándose sobre mí.
—¿Cómo te sientes? —su voz, aunque baja, estaba cargada de preocupación.
—Estoy bien, solo cansada —respondí, levantando la vista para encontrarme con sus ojos.
Aemond asintió lentamente, pero su expresión no se suavizó. Sabía que él también estaba lidiando con sus propios miedos y dudas, aunque los ocultaba bien.
—Deberías descansar más —dijo, tomando asiento a mi lado.
—No quiero preocuparlos más de lo necesario —respondí, observando cómo los niños continuaban jugando con Helaena.
—Ya estás preocupada —replicó Aemond con una leve sonrisa—. No puedes ocultarlo de mí.
Me quedé en silencio, observando a Helaena y a los niños mientras jugaban en el jardín. Los pequeños príncipes parecían haber olvidado por completo el cansancio de antes, ahora revitalizados por el fresco aire del anochecer. Helaena, con su gracia natural, los guiaba en sus juegos, su risa mezclándose con la de sus hijos como una melodía suave y constante.
—Míralos —dije en voz baja, casi para mí misma—. La inocencia en su forma más pura. Es difícil imaginar que alguna vez tendrán que enfrentar el peso de la corona.
Aemond, a mi lado, seguía con su mirada fija en los niños, pero sus pensamientos claramente estaban en otro lugar.
—Es inevitable —respondió después de un momento, su tono grave—. Serán reyes y reinas algún día. No pueden permanecer en la inocencia para siempre.
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Survivor [Aemond Targaryen Y Tu]
Fanfiction- ¡Porque la tienes que desear a ella! - Daemon Targaryen dió un golpe en la mesa de madera - ¿Cómo te atreves a desear a mi hija? - ¿Tú hija? - Aemond Targaryen sobrino del mismo Daemon dejo escapar una risa - ¡Visenya no es tu hija! ¡Visenya es h...