Quédate conmigo, por favor

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VIOLETA

Si alguien me preguntara ahora mismo, no sabría decir qué me está ocurriendo. Si lo pienso fríamente, ¿qué estoy haciendo? No debería haber provocado a Chiara de esa forma, y no debería haberla besado para después pedirle irnos. El problema es que en ese momento no estaba pensando en nada más que en ella, en lo que me hacía sentir con cada roce de nuestros labios, en cada caricia que me daba, que hacía que mi piel se erizara.

Recuerdo perfectamente lo que pasó, y cómo me sentí con Chiara. Al salir, crucé la acera con ella tomando su mano, y la acorralé contra la pared, para seguir besándola sin control.

Mis manos se movían por todo su cuerpo, pero no era suficiente, quería más. Le quité la blazer que llevaba encima del top sin pensar qué estaba haciendo. Era como si algo desconocido se hubiera apoderado de mí, a tal punto que no me dejaba pensar con claridad. Menos mal que Chiara sí podía pensar, y me paró a tiempo, porque de no ser por ella la habría devorado en plena calle, sin importarme un carajo que nos vieran.

Tras quitarle la blazer, me dio un leve empujón, separándome de ella.

- Vio, espera – No la escuchaba, solo quería besarla – ¡Vio! – Al oír cómo elevaba la voz, entonces paré.

- ¿Qué pasa? – Me miró con incredulidad.

- ¿Cómo que qué pasa? Violeta, estamos en plena calle.

- ¿Y qué? – Creo que es evidente que mi cerebro no entendía con claridad el sentido de lo que Chiara estaba diciendo. La veo esbozar una sonrisa de lado para después empezar a reírse – ¿De qué te ríes? – Pregunté con un tono de voz irritada.

- ¿En serio estabas dispuesta a hacerlo aquí, en plena calle? – Por fin logré entender al completo lo que me decía, pero seguía confusa.

- ¿Qu– qué? – No entendía nada, y de repente lo entendí todo, al fijar mi vista sobre los labios de Chiara, totalmente rojos e hinchados. Y no solo eso, su cuello. Tenía varias marcas, que aún no se veían del todo, pero se notaban con facilidad. Noté cómo el calor subía a mis mejillas, sonrojándolas.

Pensé que se burlaría de mí, pero hizo justo lo contrario. Se acercó a mí, y puso sus manos en mis mejillas, las tenía muy frías.

- Vio, no tienes por qué tener vergüenza. No conmigo – Me miró con cariño, pero yo me sentía abrumada, no sabía qué me había pasado. Por qué había perdido el control de esa manera.

- Es que no entiendo qué ha pasado, Chiara. Perdí el control, me dejé llevar – Noté cómo caían lágrimas por mis mejillas.

- ¿Y qué tiene eso de malo? – Me preguntó con una voz reconfortante, segura. A medida que mis lágrimas iban saliendo, ella se encargaba de limpiarlas con su dedo pulgar.

- Es que... – Me moría de vergüenza al hablar de ello, pero ella me dio un beso en la frente, y me transmitió confianza – Cuando estaba con Laura, yo... Cuando lo hacíamos, ella llevaba el control, y...

- ¿Y...? – Me alentó a continuar.

- Y, cuando yo quería hacer algo, ella siempre me paraba bruscamente, y me decía muchas cosas horribles – Me tembló la voz al recordar y decir aquello.

- ¿Qué cosas te decía? – Preguntó ella, tragando saliva.

- Si yo la tocaba, me decía que le daba asco, porque yo no... yo no tengo mucha experiencia en eso, y se burlaba de mí. Se empezaba a meter con mi físico, diciéndome que solo valía para follar – Tras decir esa palabra sentí una arcada, la cual retuve – Y empezaba con la misma historia de siempre, que si así era como tocaba a las "putas con las que me veía a sus espaldas" – Al terminar la frase, me terminé de romper. Ella me acogió con sus brazos y yo apoyé mi cabeza en su pecho. Cuando me notó más calmada, se separó levemente de mí, y me secó las débiles lágrimas que aún caían por mi rostro.

Power of loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora