Serlo todo

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JUANJO

Abrí los ojos lentamente, e intenté moverme, pero enseguida noté un peso encima de mí. Giré mi cabeza y me encontré a Martin, tumbado encima de mí, con su cabeza en mi pecho y rodeando mi cintura con su brazo. Al verlo sonreí, pero a la vez fruncí mis cejas, no recordaba muy bien todo lo que pasó anoche, solo tenía recuerdos borrosos.

Me quedé un rato observándolo dormir, su expresión en absoluta calma, su respiración acompasada. Comencé a repartir caricias por su pelo, después por su cara, hasta que llegué a sus labios. Posé uno de mis dedos en ellos y los acaricié con ternura.

Aún no terminaba de comprender el efecto que Martin tenía en mí. Si tengo que decir la verdad, esa es que nunca he estado con ningún chico, aunque tampoco estaba del todo cerrado ante la posibilidad. He estado con varias mujeres a lo largo de mi vida, pero ninguna de ellas me hizo sentir como me siento cuando estoy con él. Incluso cuando conocí a Violeta, podría decir que me encoñé de ella, pero enseguida me di cuenta de que solo la veía como una amiga.

Desde que estoy en esta ciudad no he tenido mucha vida amorosa, y tampoco es que la estuviera buscando. Cuando vi a Martin por primera vez, ya me pareció atractivo, y solo me han hecho falta un par de citas con él para darme cuenta de la increíble persona que es; atento, cariñoso, observador, y siempre va con la verdad por delante. Aunque he de decir que siento que me oculta algo, no sé el qué, pero estoy seguro de que solo necesita tiempo para tenerme la confianza como para contármelo.

Me perdí en mis pensamientos hasta que sentí cómo el chico empezaba a moverse entre mis brazos. Vi cómo abría los ojos y, al encontrarme, me sonrió de la forma más tierna que nunca nadie me había sonreído.

- Hola – Le dije con una sonrisa igual o más grande que la de él.

- Hola – Me respondió acercándose y juntando nuestras narices, para darnos un beso de esquimal, y finalmente juntar nuestras frentes.

- ¿Qué tal has dormido?

- Estupendamente, a tu lado. ¿Y tú? – Me quedé callado, mirándolo ensimismado. Vi cómo él ensanchaba su sonrisa – ¿Por qué me miras así?

- ¿Así cómo? – Pregunté con una voz totalmente calmada.

- No sé, no paras de mirarme como si estuvieras hechizado.

- A lo mejor sí que estoy hechizado.

- ¿Ah, sí? ¿Y quién te ha lanzado ese hechizo tan poderoso?

- Pues mira, se llama Martin Urrutia, Mar para mí. Es un chico muy guapo, con una sonrisa y una personalidad encantadora – Al decirle eso, se sonrojó, y me entraron unas ganas locas de besarle las mejillas, y no me reprimí – Estás muy mono cuando te sonrojas.

- Para ya – Me dijo riendo.

- ¿Por qué?

- Porque si me sigues diciendo tantas cosas bonitas, voy a querer besarte sin parar – Me sorprendí ante su comentario, pero agrandé mi sonrisa.

- ¿Y qué te lo impide? – Le miré a la boca, y él hizo lo mismo. Me acerqué sutilmente y junté nuestros labios en un beso lento e intenso. Me separé de él y volví a juntar nuestras frentes – ¿Ves? Nadie te impide besarme – De repente él cambió su expresión a una más seria.

- Juanjo, tengo que preguntarlo. ¿Qué somos exactamente? – Me tomé unos segundos para pensar la respuesta.

- Pues, sinceramente, no lo sé. ¿Qué te gustaría a ti que fuéramos?

- ¿Sería muy intenso si te digo que me encantaría poder serlo todo contigo? – Esta vez fui yo quien se sonrojó, pero no aparté mi mirada de la suya. Él volvió a acortar nuestra distancia y me dio un corto beso.

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