Te quiero

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MARTIN

Después de hablar con Juanjo sobre lo que pasó la otra noche y de darnos miles de besos y caricias en mi habitación, tocaba enfrentarme a la realidad. Y la realidad era que tenía que ir a la empresa a hablar con Paul, confrontarlo. Echarme las culpas de todo, volver a mentir. Pero esta mentira no se siente como las demás que tuve que decir. Esta mentira no era por una buena causa sin más, era por proteger a mis mejores amigos y a mi chico.

Tenía que hacerlo extremadamente bien si quería convencer a Paul de que yo era el encargado de todo. Él no era tono, se huele que en realidad todos estamos implicados, incluida Violeta, pero yo le haré ver que no es así. Le diré que me aproveché de cada uno de ellos para obtener lo que quería: información sobre la empresa de los Thin.

Tengo que conseguir que crea también que nosotros no tenemos nada que ver con Menorca, porque sabe perfectamente lo que pasa con los que venimos de esa isla. No puede saber lo que en realidad queremos, todavía. Si quiero que todo lo que tenemos planeado salga bien, tengo que emplear al máximo mis dotes de actuación.

Suena contradictorio, pero me gusta mucho actuar, a pesar de que también tengo que mentir interpretando a un personaje que no soy yo. Pero es distinto, muy distinto.

Crecí viendo cine, desde películas hasta series, incluso en otros idiomas. Cada vez que veía a mis personajes favoritos, me apasionaba tanto que jugaba con mi madre a interpretarlos. No se sentía como si estuviera obligado a mentir, más bien se sentía liberador. Y eso me ayuda cada vez que tengo que mentir a la fuerza.

Es por eso que necesito pensar en que estoy actuando, para no ponerme nervioso y poder lograr que todo salga bien.

Finalmente llegué al gran rascacielos. Entré y Paula, la recepcionista, me saludó con una sonrisa, como siempre hacía. Me dirigí al ascensor y le di a la última planta, a la oficina de Paul. En mi subida, fueron entrando distintas personas que se dirigían a otros pisos. Lo agradecí, sinceramente, pues me hacía ganar más tiempo antes de que llegara mi hora.

Bajé del ascensor y la secretaria de Paul me anunció. Entré en su gran oficina de nuevo. Seguía igual que la primera vez que la pisé, quizá con alguna otra foto de más sobre el escritorio.

- Buenas tardes, Martin.— Me saludó amablemente con un apretón de manos—. Toma asiento, por favor. Bien, creo que es mejor ir directo al grano. Tú sabes por qué estás aquí, ¿cierto? — Asiento—. Perfecto. Bueno, ¿serías tan amable de contarme tú qué está pasando?

Comencé a hablar soltando una mentira tras otra, pensando todo el tiempo en el papel que estaba interpretando a la perfección. Mientras hablaba, lo observaba minuciosamente, justo como la primera vez que lo tuve frente a mí. Esta vez no parecía nervioso, sino todo lo contrario. Mostraba una sonrisa todo el tiempo, y una seguridad envidiable.

Cuando acabé mi relato, se relamió los labios y chasqueó la lengua. ¿Se lo había creído?

- Sin duda una historia muy bonita, Urrutia. Una lástima que tenga pruebas que demuestran varias contradicciones a lo que me acabas de contar. — Tragué saliva disimuladamente. Si veía algún rastro de duda en mí, estaba perdido—. Para empezar, no estás solo en esto, ¿verdad? Tienes a varias personitas ayudándote, y he de decir que no me esperaba para nada que una de ellas fuera la señorita Hódar. Supongo que la traición nunca llega del enemigo.

- Señor Thin, ¿me permite? — Volvió a sonreír. Sé lo que pretende, pero no lo va a lograr.

- Por supuesto, Martin. Cuéntame.

- Todas esas personas que usted dice, no tienen la menor idea de todo lo que he estado haciendo hasta ahora, señor. Desde que entré a su empresa, quise investigarla hasta el más mínimo detalle. Es por eso que me acerqué a Violeta.

Power of loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora