CHIARA
Cuando Rus salió de casa, me llevé a Violeta a mi habitación, para poder tener algo de privacidad, pues el apartamento estaba lleno con nuestros amigos. Nos sentamos en la cama, una al lado de la otra, y yo iba a comenzar, pero Violeta me interrumpió.
- Kiki, tengo que decirte algo. Mira, yo acabo de salir de una relación, mi antigua pareja era... algo tóxica– Abrí la boca para hablar, pero volvió a interrumpirme – Yo sé que tú no me harías daño. Bueno, no lo sé, pero lo siento así. El problema es que yo no me veo capaz para entrar de nuevo en otra relación, tengo muy reciente lo de Laura y, es complicado, pero– Esta vez fui yo la que la paré.
- Hey, Violeta, stop. Tampoco tenemos que empezar una relación, o sea, quiero decir, que podemos hacer cosas sin tener que ser nada – Probé, pero me arrepentí al instante, y más al ver su cara – Perdón, no debería haberte preguntado eso, no sé qué me pasa, lo siento, yo... – Colocó sus manos sobre las mías, acercándose ligeramente.
- No pasa nada, Kiki, de verdad. No puedo empezar nada con nadie, incluso si es solo sexo sin ninguna atadura, porque al final, queramos o no, acabaremos sintiendo algo, y no estoy preparada mentalmente para ello, ¿lo entiendes? – Asentí lentamente. Por más que me gustase Violeta, lo único que podía hacer era respetar su decisión. Pero por otro lado, vi el fuego en su mirada mientras me besaba hasta quedarnos sin respiración, y yo me había vuelto adicta a sus labios con solo probarlos una vez. ¿Cómo iba a negarme a eso? No, no podía. Sonreí internamente por lo que se me acababa de ocurrir.
Me separé un poco de ella, deshaciendo el agarre que ella tenía sobre mis manos. Me alejé hasta quedar en el otro extremo de la cama, poniendo distancia entre nosotras. ¿No era eso lo que quería? Pues juguemos un poco.
- ¿Qué haces? – Me encogí de hombros, volviendo mi vista hacia ella.
- Poner distancia. Eso es lo que quieres, ¿no? – Respondí con un tono de voz descaradamente sensual. Ella frunció las cejas, y me apartó la mirada.
- Sí, claro...
- Pero quizá, si quieres, puedo acercarme un poco más... – Dije acercándome muy lentamente hacia ella, sin dejar de mirarla. Vi cómo ella volvía su mirada hacia mis ojos, y la desviaba hacia mi boca, volviendo a posarse sobre mis ojos rápidamente.
Me seguí acercando, hasta que quedé a centímetros de su cara, y justo ahí me detuve. No moví ni un músculo. Estuvimos así lo que pareció ser una eternidad, hasta que Violeta posó una de sus manos en mi cintura, y la otra en mi cuello, para atraerme velozmente hacia ella, haciendo chocar nuestros labios en un beso mucho más frenético que el que nos dimos en la mañana. Pronto nuestras lenguas comenzaron a hacer acto de presencia, danzando una sobre la otra. Abandoné su boca para pasar a su cuello, comenzando a besarlo, morderlo y lamerlo con gusto, mientras ella echaba la cabeza hacia atrás y soltaba quejidos por la boca. Me acerqué a su oreja, y le susurré con voz ronca.
- Entonces, lo mejor es poner distancia, ¿no? – Le mordí el lóbulo de la oreja y pasé mi lengua, para que pasara el dolor. Me separé levemente. Su respiración estaba agitada, y parecía que no podía hablar, pero logró hacerlo.
- Ven aquí inmediatamente.
Me volvió a atraer para seguir besándonos sin control. Esta vez ella se separó para comenzar a besar mi cuello, y yo arqueé mi cabeza para darle un mejor acceso. Llevó una de sus manos a mi clavícula, y fue bajando hasta quedarse en uno de mis pechos, empezando a masajear por encima de la ropa. No podía articular palabra aunque quisiera, solo era capaz de gritar el nombre de Violeta, mordiéndome la lengua para que nadie nos escuchara. Solté un quejido al morderme más de la cuenta, y ella llevó su boca a la mía, introduciendo su lengua entre la mía y callándome rápidamente. En un impulso, la subí encima de mis piernas, y puse mis manos en su trasero, atrayéndola más, si es que eso era posible.
ESTÁS LEYENDO
Power of love
Fiksi PenggemarChiara tiene el poder de la teletransportación, Ruslana el de ser invisible, y Martin el de hacer que todo el que desee diga la verdad. Un día los mandan a una misión a Granada, donde tendrán en pocos meses mil montañas rusas de emociones.