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Mira, yo no quería ser un mestizo...
...Eso es lo que debería decir, ¿verdad?
Lastimosamente, ese no es mi caso.
No puedo huír de lo único que conocí durante toda mi vida, ni siquiera porque a veces me abruma.
Adoro a todo...
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Intercambié miradas con Annabeth por décimo quinta vez en el día, ¿Cómo dos personas que quiero tanto se podían llevar tan mal? Ni idea, pero Thalia y Perseus eran como agua y aceite, no soportaban estar juntos, y no podían estar sin insultarme cada cinco minutos.
Esta misión en sí ya me parecía un despropósito, aunque siempre estaba feliz de ayudar a Grover, por supuesto. Salvar —o secuestrar, depende de cómo lo veas— a dos mestizos de un colegio militar sonaba fácil, hasta que Thalia dijo que debíamos mezclarnos entre los estudiantes y eso incluía bailar. Ella se fue a bailar con Grover, así que quedamos Annabeth, Percy y yo... Añarako, cuando pensaba que esto no podía ser más incómodo.
—Bueno... —soltó Annabeth haciéndose la idiota—. Mejor iré a comer algo.
Antes de que pudiera protestar la hija de Atenea ya había desaparecido de mi vista. “Definitivamente la mataré después,” pensé.
—Y... ¿quieres bailar? —preguntó Percy nervioso.
Arqueé una ceja y suspiré.
—No sé bailar —respondi.
—No te creo, eres brasileña.
Abrí la boca con indignación.
—Eso es racista.
—Tu cantante favorito es Michael Jackson y eres brasileña, no te creo que no sepas bailar —cuestionó el rubio con una sonrisa burlona mientras me extendía la mano.
Hola abuela Dita, soy yo de nuevo. ¿Se puede saber por qué dejaste que Adonis bendijera a Perseus? Es una tortura, ¡deberías ser una buena abuelita y ayudarme, por los dioses!
—Cierra la boca —gruñi entre dientes mientras aceptaba su mano.
Me jaló hacia él de manera suave y puso su mano en mi cintura, traté de controlar mis emociones con mis poderes, pero no funcionaban en mí misma.
