Capitulo Cinco: Libertad

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(Red Daughter)

Todo aquello pasó como una nube de verano. Sus labios se hicieron tan rápidamente vivaces luego de mis palabras que incluso admito que perdí el aliento. Su rostro tenía la expresión mordaz que suele verse en los amantes que son víctimas de una magia casi poética. Lena se acercó a mi poco después, sus dedos comenzaron a acariciar suavemente mi cuello antes de deslizarse lentamente hacia abajo. La habitación estaba en penumbra, iluminada solo por la luz que se colaba por la ventana, proyectando sombras danzantes en las paredes. Con una sonrisa que destilaba deseo, ella finalmente desabotono mi blusa, dejando que sus manos se movieran con una urgencia hambrienta por todo mi cuerpo.

Deje escapar un breve jadeó, sintiendo cómo la calidez de Lena se apoderaba de cada rincón de mi cuerpo. Sus labios parecían encontrarse siempre en los lugares correctos. Siempre voraz, cargada de una pasión que no había sentido antes. Sin detenerse, Lena me empujó de regreso al sofá, donde su cuerpo tan liviano cayó sobre el mío. ¡Finalmente, su cuerpo cubriendo el mío! Mientras sus labios se movían con ferocidad comenzó a quitarme lo que llevaba, su lengua entonces se paseó por mi piel desnuda. Cada beso era una promesa de lo que estaba por venir.

No quise quedarme atrás, por lo que sus prendas fueron cayendo al suelo, una tras otra, en un frenesí de deseo descontrolado. Nuestros cuerpos se encontraron, piel contra piel, con una intensidad que dejaba poco espacio para respirar. Lena me mordió el lóbulo de la oreja, arrancándome un gemido que resonó en la habitación, me estaba provocando antes de deslizar sus dedos en medio de mis piernas. Admito que sus manos vagaron deliberadamente por mi cuerpo, explorando cada centímetro con una lujuria palpable, al mismo tiempo que daba a entender que no iría más lejos si yo no lo deseaba.

Aferre de tal manera mis piernas a su cuerpo, tirando de su cabello negro con ligera fuerza mientras sentía cómo la electricidad recorría mi columna vertebral, cada toque, cada caricia, encendiendo un fuego que no podía ni quería apagar. Que ese demonio bebe sangre se protegiera de mi ira si era capaz de detenerse en este momento.

Para cuando finalmente decidió introducir uno de sus largos dedos dentro de mí, la habitación se llenó de suspiros, gemidos y el sonido de mi respiración entrecortada. ¿Esto era la intimidad? Que cuestión tan maravillosamente placentera. Puedo sentir el borde del orgasmo mientras las dos nos entregamos completamente a la pasión que nos consumía. No hay nada más que el deseo primitivo de dos almas, que se unen en este momento, un deseo que superaba cualquier otra cosa, cualquier razón, cualquier pensamiento.

Justo allí los vi nuevamente, los colmillos más afilados que he visto en mi vida; largos, puntiagudos como una lanza, peligrosos como un alfiler. ¡Sí! Los he visto perfectamente; y Lena los uso esta vez para marcar mi piel de manera posesiva y dominante, como si quisiera dejar claro que yo le pertenecía, que no había escapatoria de la pasión que nos envolvía en un torbellino de sensaciones que finalmente me dejó exhausta. Hago un llamado para que piensen por ustedes mismos, si la magia de esta mujer era capaz de superar la fuerza de mis poderes, permitiendo que sus dientes causan daños a mi piel o tan solo me estoy haciendo débil ante su encanto.

Yo no tengo una respuesta para tal duda, además, estaba siendo superada por esa fascinante sensación de saciedad, combinada con desilusión. Nuevamente evito morderme y beber de mi sangre. ¿Era eso un acto de amor? ¿O tan solo era miedo?

-Si la señorita lo consiente. – Hablo Lena luego de limpiarse mis fluidos de la boca. – Quisiera mostrarle algo.

A regañadientes me hizo levantar del aquel sofá que ahora estaba impregnado del dulce aroma a sexo, me cubrió el cuerpo con una bata perfectamente perfumada (bastante idéntica a la que ella usaba) y me digirió hacia una de las habitaciones de su hogar. Cabe destacar que, para ese momento, volvía a tener una dentadura digna de su belleza. Cuando llegamos sonrió ampliamente y abrió la puerta de par en par dejando ver un sin fin de ropajes, zapatos, accesorios y perfumes; dignos de una princesa.

Sombras de TerciopeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora