Capitulo Diecisiete: Mascaras al suelo

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(Lena)

La noche caía sobre Ciudad Nacional con la misma sutileza con la que siempre lo hacía: envolviendo sus calles en un manto oscuro, denso, casi acogedor. Ha pasado mucho desde la última ocasión en la que pude pensar tan claramente; la sangre... la sangre kriptoniana es una cuestión de ambrosia para aquellos que saben moverse entre las sombras.

Mi querido interlocutor, no es secreto que, para mí, la oscuridad siempre fue un hogar, un refugio... una obligación, donde las decisiones más difíciles se tomaban sin titubeo, sin remordimiento y, por supuesto, sin piedad, pero con todas las consecuencias que la muerte contrae. ¿Realmente me sentía tan crudamente agobiada por tales cosas? Cuando apenas puedo recordar esa sensación de asco y miedo hacia mí misma.

¡Esta! Es la verdadera inmortalidad. Una que no está condicionada a la idea de poder matar para vivir. A partir de ahora, solo tomare una vida, por gusto.

Ahora, me encuentro en las afueras del penhouse, el lugar que irónicamente es el más alto de la ciudad, observando cómo las luces parpadean y titilan en la distancia, como estrellas en un firmamento invertido. Desde aquí, Ciudad Nacional parece tan insignificante, tan vacía. Las vidas que tanto valoran los humanos, las estructuras que construyen para alabarse a sí mismos y la destrucción que causan a su antojo tan solo para culpar a alguien más. Todo es un juego que, desde hacía tiempo, se cómo controlar con precisión quirúrgica.

Si me permiten contarles una verdad dolorosa: la humanidad es frágil. Todos son tan fácilmente manipulables que un simple susurro en el oído adecuado, puede iniciar guerras completas. Ahora, imaginen lo que sucede con un miedo bien sembrado, uno que poco a poco crece en el tiempo, afectando los cimientos de la civilización propia. Solo es cuestión de tener algo de paciencia para que la sociedad misma se resquebraje como una fina capa de hielo bajo la presión de mis pies.

Yo, más que nadie, entiendo cuán delgada es esa línea que mantiene el equilibrio entre el mundo de lo absurdo y el mundo de lo real. Muy en el fondo no existe tal línea, sin embargo, en necesario que se mantenga tal creencia para que todo no sea un completo caos, para que el mundo crea que existe algo tan peculiar como el destino.

¡Solo existe el libre albedrio! Las decisiones que tomamos son las que nos convierten en lo que somos; en lo que puede llamarse verdadero arte. Por supuesto, que mi don o mi naturaleza, como vampiro (como deseen llamarla) me otorga cierta ventaja. A lo largo de los siglos, denotas como los mismos errores se cometen una y otra vez, en una obra de teatro eterna que había aprendido a perfeccionar hasta convertirme, en directora, actriz y guionista.

La capacidad de doblegar mentes sin siquiera mover un músculo, fue lo que me llevo a estar donde me encuentro. Pero Alex... Ah, ella fue una obra maestra. No porque fuera fácil, no porque fuera una Danvers, sino porque ella había sido casi tan fuerte como Kara. ¡Pobre niña! Esta desde un principio no era tu lucha, pero fueron tus errores los que terminaron por liberarme finalmente de esas cadenas que mantenía aferradas a mi lado mortal.

Alexandra Danvers, la mujer que juró proteger a Kara con su vida, la hermana que sería capaz de atravesar el fuego por su sangre, había sido el obstáculo más difícil de sortear en una escena en donde solo era posible tres personajes. Sabía que no bastaba con simplemente dominarla como a cualquier otro humano, para que me adorara y creyera en mis palabras ciegamente. Alex debía ser destruida desde dentro, quebrada. Pero no de golpe.

¡No! Era mejor minar lentamente su sentido de identidad, corroer su devoción, hasta que se convirtiera en una sombra de sí misma, incapaz de distinguir entre el bien y el mal. Esa fue mi verdadera victoria, cuando de manera arrogante decidió traicionarme para poder cazar a mi Svetlana. ¿Realmente esa humana nunca pudo verlo? Que mi adoración por esas dos mujeres es real. Que hubiera dado mi vida por hacerlas felices, aunque eso representara olvidar por completo la sangre.

Sombras de TerciopeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora