Capitulo Siete: No te atrevas a tocarla

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 (Red Daughter)

Por un breve instante tuve la certeza de que todo estaría bien, de que me hallaba en mi sueño hecho realidad y que pronto estaría en la cama con Lena. Lo vi, o creí verlo cuando toda esa noche fue nada menos que maravillosa. Lena me había introducido en el mundo nuevo y brillante de Ciudad Nacional, el cual hacía que la habitación pútrida con sus muebles de siempre dentro de esa cárcel invernal, fueran nada más que un lejano recuerdo. Ella era una visionaria; una que había tenido miedo toda su vida, pero que ahora les proporcionaría la opción a todos para alcanzar la paz usando la vasta fortuna que tenía. Por ello había invitado a todos en la ciudad. Hoy simplemente nacía un nuevo mundo para ambas.

No obstante, pronto me daría cuenta de que todo se trataba de un abismo grande y negro, cubierto de hollín. Antes de que ella pudiera hablar, antes de que pudiera presentarme ante toda esta gente, antes de que vieran las puertas de su fundación abierta; la otra versión de mi la ataco cruelmente y sin mirar. Pese a la rapidez con lo que ocurrió todo, lo deduje porque cuando sus ojos se volvieron rojos y dispararon certeramente hacia Lena todo se volvió perfectamente claro para mí. Me sentí tan aterrorizada por supuesto, que no tuve fuerzas ni para gritar. Mis pasos que siempre habían sido ágiles se hicieron lentos, y el aura de mis ojos se oscureció por momentos. Noté apenas como su cuerpo caía entre mis brazos... incluso entonces mantuvo una sonrisa cálida que prometía que todo estaría bien.

Mi ira despertó por completo con un grito que señalaba a la culpable. Ella, al verme logro reconocerse a sí misma, pero en una figura femenina vestida de negro y con la cabellera castaña caída en cascada sobre los hombros (era la única diferencia entre ambas). Ante eso ella se mantuvo inmóvil como una estatua. No se oía ningún ruido, ni siquiera el de su respiración. La miré, y su figura apenas pareció moverse, mientras Lena emitía sus primeros signos de vida, tratando de decir palabras entrecortadas con su boca llena de sangre.

Después de tanto tiempo en el encierro, contando los días para escapar, viviendo únicamente gracias a una paciencia infinita, no acierto a comprender cómo no pude dominar mi terror aquella noche. Perfectamente pude tomar a Lena entre mis brazos y tan solo salir de allí, pero en su lugar me quedé casi inmediatamente inmersa en un sueño psicótico de ira. Dispare hacia la otra incluso con mayor fuerza de lo que ella lo había hecho, tanto que mis ojos al poco tiempo se tornaron rojizos y ardientes. Cuando no pude resistir el dolor, salí volando directo hacia ella y la golpeé en el rostro duramente una y otra vez, hasta que estuvo por completo enterrada bajo tierra.

Sentía que fácilmente podría matarla; cuando cada uno de sus huesos fue rompiéndose arruinando la belleza de su rostro perfecto; era satisfactorio, aunque no puedo decir que fuese una sensación agradable. Mis manos estaban pegajosas con su sangre, y pese a que ella hacia lo posible por defenderse, regresando los golpes con la misma fuerza y enviándome a volar lejos en varias ocasiones; yo no tenía intención de detenerme. No lo haría, aunque estuviera diciéndome una y otra vez: "Lo siento, jamás pensé en lastimarla... ¿Qué no ves que la amo?" Probablemente fueron esas palabras las que permitieron continuar pese al daño que sufría todo mi cuerpo.

- Ella es mía. - Me encontré diciendo a gritos luego de que la otra, rompiera mi brazo derecho. – Ella ha vivido por siglos para encontrarme a mí... ¡A mí y a nadie más!

-Vives engañada si crees algo como eso. – Gruño escupiendo un poco de sangre. – Fue mía mucho antes que tuya.

Estoy segura de que todo lo que esa mujer pudiera decir era pura imaginación. ¿Creía que Lena había engendrado en su espíritu sentimientos que pudieran compararse con los míos? ¿Creía que Lena le iba a ofrecer el mundo como lo hizo conmigo? Nada más ridículo que eso. Más allá, creo que de cierta manera lo que decía me heria o quizás se trataba todo de una fiebre o una enfermedad que llama a la puerta enloqueciéndome poco a poco. Esto parece un mal que flota en el aire, atacando primero a mis nervios y luego infectando mi cerebro, mis oídos y mi boca. Estoy convencida de que dentro de poco cesara toda esta rabia, probablemente después de que ella este... muerta.

Sombras de TerciopeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora