Epílogo

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Dos semanas después.

Se había llegado el lunes, había pocas personas en el plantel, solo estaban ahí los que laborarían para los cursos de verano.

Estaba de dentro de mi oficina, una mezcla de tristeza y alegría se instalaba en mí. Todo me recordaba a sus ojos, su sonrisa, su voz, su cara. No lo quería reconocer, pero tal vez no solamente me atraía físicamente. Ya había probado sus labios, ya había tocado cada parte de su ser, y, aunque aún quisiera hacerlo, eso no llenaba una parte de mí que necesitaba más, algo que no era un contacto físico.

La ventana permanecería abierta, aunque la luz del sol por la tarde entrara de lleno. Ver mi oficina iluminada con la luz natural marcaba un antes y un después de ella. Justo como me sentía.

Pero ella se había ido sin decirme nada. Claramente para ella solo fue algo casual. Algo que comenzaba y terminaba con solo sexo. No tenía la responsabilidad de decirme adiós. Yo sabía que ella tendría que irse de la ciudad a realizar su servicio social en una comunidad alejada. Por lo que la esperanza de encontrarla en algún lugar por casualidad se reducía a algo casi nulo.

Fue Andrea quién me dijo a dónde había ido, he de admitir que el hecho de que él supiera antes que yo me puso un poco celoso. Me animó a ir a visitarla, pero el orgullo que siempre me ha caracterizado me impidió hacerlo.

Pero eso fue antes de volver a entrar a este lugar, aquí donde me dijo que ella se había fijado en mí, donde nos besamos, donde su alegría había inundado cada rincón.

Lo había decidido. El orgullo ahora me decía que no podía quedarme sin al menos un adiós.

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El viaje hacía aquella pequeña comunidad no fue tan largo como pensaba. Hasta resultó bastante agradable por el paisaje boscoso que tenía, el olor a pino se hacía presente por todo el camino.

No fue difícil encontrar la única clínica que había, solo necesité preguntarle a una persona que iba caminando.

Al llegar a la puerta estuve a punto de dar media vuelta y regresar por donde vine. Pero, repito, si mi orgullo decía que merecía algo más, es porque merezco algo más.

- Adelante - escuché su voz a través de la puerta.

- Buenas tardes, doctora - dije al entrar y dirigiéndome hacia una silla frente a su escritorio. - he escuchado que es muy buena, y yo tengo algunas dudas. ¿Es posible que esto pueda penetrar a una mujer al mismo tiempo? - dije colocando dos dildos en su mesa de madera.

Su cara es algo que jamás se borrará de mi mente.

No creo que sea necesario entrar en detalles, pero cuando eres Kara Danvers y juegas con hielo, este puede terminar derritiéndose.

Fin.

NO DEBERÍAS (SUPERCORP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora