3- Amigos

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La pesadilla aún resonaba en su memoria, como un eco que nunca dejaba de repetirse.

Estaba en el salón de la Mansión Malfoy, la misma sala donde tantos bailes y fiestas se habían celebrado. El mismo sitio donde año tras año Narcissa adornaba el gigantesco árbol de navidad. El mismo lugar donde Draco había aprendido a volar con su escoba de juguete.

Pero ahora, en la mente de Draco, el salón se había convertido en el lugar donde su tía Bellatrix había torturado a Hermione Granger. Y él había estado presente. Y no había hecho nada.

Nada, absolutamente nada.

Draco sumergió la cara de nuevo en el agua helada, intentando olvidar, tratando de borrar la vergüenza y el asco.

Había mirado para otro lado. Se había quedado inmóvil, deseando que aquello no estuviera pasando. Que aquello no fuera con él. Intentando bloquear los gritos que taladraban sus oídos. Esperando a que parase. Pero sin hacer nada.

No hice nada.

Y eso, de alguna manera, había sido peor que participar.

La última vez que había visto a Granger había sido durante el juicio, en la misma sesión en la que Harry Potter había hablado a favor de Draco. Pero Granger no estaba allí para defenderle, sino para apoyar a su amigo y confirmar su versión de los hechos.

Ron Weasley no había sido tan generoso. Él había observado todo con los brazos cruzados y una expresión de desaprobación en la cara. Draco no se lo reprochaba; él tampoco estaba seguro de ser capaz de hablar a favor de un antiguo enemigo.

Pero había quedado libre. Y ahora, la vergüenza y el asco eran sus compañeros constantes.

***

Draco volvió a acompañar a su madre al Callejón Diagón. Esta vez no tenían ningún recado en particular que cumplir, simplemente les gustaba pasar tiempo juntos fuera de la Mansión.

De forma distraída, observaban los escaparates y comentaban las novedades, aparentando normalidad. Ambos eran muy conscientes de las miradas de desaprobación que les seguían, pero trataban de ignorarlas todo lo posible.

Y entonces Draco se fijó en un libro nuevo que se exponía en el escaparate de Flourish y Botts.

-Plantas mágicas y dónde cultivarlas: la nueva guía de jardín -leyó en voz alta-. Creo que esto le gustaría a padre.

Narcissa se rio en voz baja, pero asintió.

-Quizá podamos hacerle un regalo -sugirió, entrando en la tienda. Draco la siguió, dejándose llevar por la excitación de poder hacer algo espontáneo y sorprender a su padre.

-Creo que hemos encontrado una mina de futuros regalos -comentó, mirando a su alrededor. Y en efecto, montañas de libros relacionados con la botánica y la jardinería se amontonaban por los suelos y las paredes de aquella sección de la tienda.

-Sólo hemos venido a por uno, Draco -le reprendió Narcissa, pero Draco sabía que ella también estaba tomando nota de los títulos más interesantes. En el pasado, había sido Lucius quien la había cubierto de regalos, y ahora era su turno de devolverle el gesto.

Madre e hijo fueron a pagar, pero su buen humor se enfrió al encontrarse de frente con la última persona a la que deseaban ver.

Andrómeda Tonks iba en dirección contraria, con un niño de la mano, seguramente el nieto huérfano que ahora estaba a su cargo.

Narcissa se detuvo en seco, como si alguien la hubiese hechizado con un encantamiento congelador, y miró a su hermana con pánico en los ojos.

Andrómeda también la vio, y por un instante vaciló, pero se recompuso rápidamente, apretando los labios e irguiendo la cabeza. Su mirada expresaba rabia y desdén.

Después de la guerra (Draco & Astoria)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora