Capítulo VII: Malpensar.

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—No te vayas, mi amor. —Max hizo un puchero. Atrapó a su novio en un abrazo por la espalda y colocó algo de su peso contra él. Sergio tuvo que hacer fuerza para no ser aplastado por Max.

—Solo será por dos carreras, te veré en Austin. —El otro gruñó y apretó más a su novio entre sus brazos. Quería impedir que siguiera empacando sus maletas. Sergio se rió con suavidad—. No seas así. Piensa mejor que, luego de Austin, ambos iremos a México para el Gran Premio.

Max suspiró. Sí estaba emocionado por la carrera en el país de su amado novio. Quería hacerlo sentir orgulloso en su hogar, que viera a su novio en lo alto del podio. Ganar en el lugar que vio nacer a su hermoso Sergio era una meta que ya tenía en mente desde el inicio de temporada.

—¿Vendrás conmigo a Turquía? —preguntó en voz baja. Sus manos, escurridizas y traviesas, se metieron por debajo de la camisa de Sergio. Primero acariciaron su vientre, mas luego subieron a sus pechos.

Sergio no había perdido su figura incluso habiendo dejado las carreras y su entrenamiento para ello. Xavi y Jo seguían trabajando con él en el gimnasio.

Sergio alargó un suspiro, las manos tibias de Max se sentían bien contra su piel.

—¿Entonces? —Bajó su cabeza para enterrarla en el cuello de su novio. Tal vez si lo metía a la cama Sergio cambiaría de opinión.

—No puedo. Tengo reuniones a las cuales asistir en esas fechas. —Y estaba emocionado por ellas. Su kartódromo pronto iniciaría su construcción, las reuniones eran para finalizar unos detalles con los constructores.

Max se rindió. Llevaba días tratando de convencer a su pareja de quedarse con él, sin éxito, por supuesto. Sergio era serio con sus trabajos, no iba a cancelar sus reuniones, ni siquiera por él.

—Ni manera. Nos veremos en Austin. —El lado bueno era que Estados Unidos estaba cerca de México, Sergio no tardaría en llegar hasta él.

Sergio sacó las manos, que seguían acariciando sus pechos, de su camisa y se dio vuelta para encarar a su pareja. Alzó sus brazos para rodear a Max con ellos.

—Mis padres quieren que vayamos a su casa cuando estemos en México —dijo—. ¿Vicky estaría bien con eso?

Max bufó.

—Ella encantada de conocerlos. Lleva toda la semana preguntándome si debería llevar algo a tu casa. Leyó que no es de buena educación llegar a casa ajena sin algo.

El detalle de tomar en cuenta las costumbres de México enterneció su corazón. Victoria era una dulzura con él.

—Dile que no se preocupe, será nuestra invitada. —Además, sus padres seguramente la colmarían en atenciones apenas llegaran a la casa, tal y como lo hicieron con Max cuando los conoció por primera vez.

—Tratar de hacerla cambiar de opinión una vez que se propone algo es imposible. —Max rodó los ojos. En cambio, Sergio encontró irónico el comentario, lo que causó que inevitablemente se riera bajito. Max frunció las cejas—. ¿Por qué te ríes?

—Creo que eso es de familia, lo terco. —Una vez comprendió la burla, Max hizo un puchero.

—Amor... —se quejó sin quitar el puchero.

El wag del campeón [Chestappen] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora