Capítulo XXIV: Agradecer.

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—¿Cuándo les diremos?

Sergio movió los ojos al escuchar a Max hablar. Los dos estaban acurrucados en el sofá de la casa de los padres de Sergio, estaban viendo la película de Navidad favorita de ambos, con Victoria ya dormida en el sillón individual.

Home Alone era una película que ninguno de los dos se perdía durante la época navideña.

Fue de las primeras cosas que ellos descubrieron que tenían en común. Sergio recordaba que cuando Max le dijo, él se imaginó a ambos mirándola juntos. Y ahora lo estaban haciendo en el hogar de Sergio; su México hermoso.

Habían llegado a México hacía tres días, y aunque pasaban las noches en la casa de Sergio, la mayoría del día estaban en la casa de sus padres, donde el resto de la familia también se había instalado por las festividades.

Mantener el secreto –la emoción de saber sobre el bebé– había sido duro para ellos. Tomó de mucha fuerza de voluntad por parte de Sergio el no gritarlo contento apenas bajaron de su jet privado y fueron recibidos por su familia en el aeropuerto.

Lo hizo porque Max le recordó algo importante.

—Tu padre va a matarme —dijo de repente en medio del vuelo hacia allí. Sergio estaba revisando unos asuntos en su teléfono y lo miró confundido. Vio a Max perdido en sus pensamientos mirando hacia la nada.

—¿Por qué? —Su pregunta aparentemente le hizo gracia a Max, ya que soltó una carcajada con sorna.

—¿Cómo que por qué? Checo, te embaracé antes de siquiera estar comprometidos.

Y la última vez que Max estuvo en México con sus suegros les había dicho que él respetaba sus tradiciones y creencias. ¿Para qué? ¿Para luego –seguramente– embarazar allí mismo a su hijo y regresar meses después sin un anillo en su mano pero sí un bebé en su vientre?

Max era hombre muerto. Antonio lo mataría, y si no lo hacía él, sería Toño. Oh, eso después de que Marilú y Paola lo castraran.

Sergio se rió divertido por el miedo en los ojos de Max. Dejó caer su cabeza delicadamente sobre el hombro de su novio mientras seguía riéndose de las tonterías que decía y, en un vago intento por calmarlo, le besó la mejilla un par de veces. Al menos eso llamó su atención, pues Max se volteó a verlo.

—A mi edad, ¿de verdad crees que me preocupa su reacción? —Max siguió luciendo aterrado, por lo que Sergio exhaló—. Mira, sé que no les va a encantar la idea de que haya concebido a nuestro bebé fuera del matrimonio —eso lo tenía que admitir—, lo importante es que nos vamos a casar y nuestro bebé nacerá en una familia estable.

Los ojos de Sergio se entrecerraron al mirar a Max con sospecha.

—Nos vamos a casar, ¿verdad?

—Por supuesto que sí, mijn maan. —Max se rió de la duda en la voz de Sergio al preguntarle si honraría el nombre de su familia y el de su bebé al casarse.

Antonio y Marilú lo trataron como uno más de sus hijos durante los días que ya habían pasado. En todos los sentidos, pues Marilú le había asignado la tarea de cortar los ingredientes que utilizarían para la cena de Navidad.

—En esta casa todos ayudamos —dijo extendiéndole el cuchillo y la tabla para cortar. Sergio, que estaba pelando las verduras, se rió junto a sus hermanos por el rostro desconcertado de Max.

Hasta Victoria fue puesta a ayudar en la cocina junto a todos. La muchacha lo hacía con una sonrisa en el rostro por sentirse incluida en la familia del novio de su hermano.

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⏰ Última actualización: Jan 22 ⏰

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