Capítulo XVII: Desesperado.

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Sergio no logró conciliar el sueño de ninguna manera posible. Pasó toda la noche enviándole mensajes a Max rogándole por su respuesta apenas los leyera.

Por favor, hablemos.

Lo que viste no es verdad, por favor, mi amor, respóndeme.

Te amo, Max, sabes que te amo, no puedes creer en esa publicación, por favor. Créeme.

Para cuando se dio cuenta, la luz de la habitación estaba siendo eclipsada por la luz mañanera del sol. La cabeza le dolía y la parte trasera de su cuello estaba totalmente tensa, sumado a que estaba exhausto porque, sin poder evitarlo, pasó horas llorando de la angustia por la situación en la que estaba.

Intentó, hizo lo posible mantener la calma ya que él solía no sobre pensar las cosas que estaban fuera de su control. Ahora mismo no podía localizar o comunicarse con Max, tendría que esperar al día siguiente cuando lo viera para la carrera. Era lógico, él lo sabía. Sin embargo, su corazón se estaba desgarrando por lo que sea que estuviera cruzando por la mente de Max.

¿De verdad creyó que le fue infiel? ¿Lo abandonó para siempre? ¿Este era el fin de su relación?

Solo pensar en lo último lo llevó a llorar profundo. Su corazón se estrujó y ardió con la idea de no tener a Max con él nunca más. Sin sus sonrisas, sin sus besos que le acariciaban el alma y sin sus apodos cariñosos en su idioma natal.

Quiso gritar en agonía al pensar que no volvería a ver el mar amoroso en los ojos de Max.

Su teléfono se llenó de cientos de mensajes y de llamadas, pero ninguna era de Max. Tenía tonos especiales para él, para que así siempre reconociera que era él. Pero no hubo ni un sonido de su parte, solo un silencio que lo estaba arrastrando a la miseria.

Se obligó a sí mismo a levantarse de la cama, seguramente tenía los ojos hinchados y en su rostro se veían sus horas en velo. Lanzó agua a su agotada cara en un intento de lavar el dolor de su ser e ignoró el dolor de cabeza lacerante. Se vistió él mismo sin importar si usaba lo que le recomendaron como parte de la promoción de patrocinios. Salió de su habitación sin un solo pensamiento que no fuera Max.

Su equipo lo esperaba en el lobby, claramente tensos por la situación. Recordó que vio de manera superficial los mensajes de Alice pidiendo una explicación sobre el escándalo para organizar una declaración.

Supuso que si estaba desesperada por una declaración era porque estaba siendo objeto de un sin fin de críticas, las cuales sin duda ya habían llegado al equipo. Sergio gruñó. No quería explicar nada a nadie que no fuese Max, él era su novio, solo a él le debía una explicación. Primero hablaría con su novio y después, si tenía ganas, vería preparar una declaración.

—¿Entiendes que todos los reporteros estarán encima tuyo apenas llegues? —Si Alice tenía una opinión sobre lo que sucedía, al menos tuvo la decencia de guardársela para sí misma. Ni sus ojos pudieron expresar lo que sentía—. Espero estés preparado para eso.

Sergio se mantuvo en silencio. Fue una de las tantas cosas que pensó en su desvelo. Lo pensó porque planeó cómo todo pasaría en unas horas.

Vería a Max en el hospitality y le pediría que lo escuchase después de la carrera. Ignoraría a todos los que se acercaran a preguntarle lo que sea y se enfocaría solamente en encontrar a su novio.

En su boca se perdieron, junto a su valentía, la pregunta sobre si Max ya estaba en el paddock. Ni siquiera sabía dónde estaba. ¿Dónde siquiera pasó la noche? Sabía que no fue con Carlos y Charles, ninguno de los dos le dijo. Aunque, cabía la más que justa idea de que guardaran silencio por petición de Max.

El wag del campeón [Chestappen] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora