Se sentía libre.
La comisura de sus labios se curvaban en una sonrisa enteramente de felicidad, el frío viento de la noche le recorría cada extremidad hasta las puntas de sus hebras azabaches, las cuales se elevaron en el aire a los costados de su cabeza. Solo así, sintiendo las sensaciones a flor de piel, todo el estrés que antes tensaba sus músculos terminó por esfumarse con la ráfaga de aire que cubrió su cuerpo como escarcha.
Nada importaba cuando estaba arriba de esa motocicleta, a toda velocidad sobre el asfalto que podría desgarrar su piel en cualquier momento solo con desviarse un poco o perder el equilibrio pero, solo cuando el aire se colaba por la porosidad de su ropa y el sonido del mofle filtraba sus oídos era el único momento donde su mente solo era un espacio en blanco, sin nada más importante que no fuera las sensaciones inundar su sistema.
Esa era la respuesta a todas las preguntas que a veces se formulaban. El ¿Por qué te arriesgas así? ¿Por qué cambiaste tanto? ¿En qué momento comenzaste a necesitar la velocidad si antes no eras así? Se respondía con esa simple frase.
Era tan sencillo volverse adicto a esas sensaciones que solo la velocidad le hacía sentir, era tan fácil como respirar. Las horas se convertían en segundos y el tiempo parecía no importar arriba de esa máquina mortal que viajaba a cientos de millas por segundo.
Sí, admitía que sonaba completamente estúpido afrontar sus problemas con adrenalina en una motocicleta que en cuestión de segundos, sin prevenirlo, acabaría con su vida un día de tantos dónde salía a rodar para liberar el estrés. Pero, después de todo solo eso había sido capaz de hacerla olvidar que, cuando bajará de la nube fantásticamente imaginaria que le creaba esa moto, le estaría esperando un golpe de realidad con todos esos recuerdos tentando en torcer su mente con sobre pensamientos que solo terminarían en una cosa.
Así que, sin dudarlo por un segundo, dió unas cuantas vueltas por la Ciudad con las velocidades en su punto máximo, sin importarle un pepino que pudiera ganarse una buena multa que le dejaría con los bolsillos vacíos o de últimas, ganarse el premio mayor con un pase directo a la cárcel con vencimiento hasta que alguien pagará la fianza.
Así no tendría que ir a esa maldita casa.
Pero, por desgracia o buena suerte, en esa hora dando vueltas por las carreteras de la Ciudad de México, no se había encontrado con ningún auto policíaco hasta que se detuvo enfrente de lo que era su perdición: La Residencia Vigevani. Aquella casa que en cuestión de segundos revivió todos esos recuerdos que tenía bloqueados, causándole escalofríos cuando su vista se enfocó en la fachada causal que seguía exactamente igual que cuando se fué.
Antes de siquiera pensarlo –porque estaba segura a qué terminaría arrepintiéndose– bajó las velocidades mientras una de sus manos viajando al acelerador le siguió, acelerando y desacelerando repetidas veces para hacer bufar el escape, haciendo también rechinar los neumáticos contra el asfalto de esa solitaria calle.
Se sintió considerablemente satisfecha cuando escuchó el sonido que había provocado con su motocicleta, pero rápidamente esa sonrisa que había permanecido en su rostro desde hace un buen rato se había transformado en una mueca cuando el motor se apagó segundos después con un solo movimiento de llaves, cesando la vibración característica de la moto en un segundo con el sonido en seco detrás que rápidamente se perdió en el silencio de la calle vacía.
Ahí estaba su realidad golpeándole de nuevo como balde de agua fría, casi pareció automático que solo con apagar el motor y el sonido a la que estaba tan acostumbrada abandonará sus oídos, un escalofrío le recorriera la columna vertebral y la cabeza comenzará a zumbarle. Parecía irreal, pero ahí estaba, sintiendo el cuerpo pesado después de bajarse de la motocicleta.
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𝐀𝐂𝐂𝐈𝐃𝐄𝐍𝐓𝐄𝐒 ━━ F.V.
Romansa«Todo comenzó con un accidente, ahora puedo decir, que fue el accidente del que nunca me arrepentiré.» * * * Federico Vigevani, un joven hombre mujeriego que se dedica a subir contenido en la plataforma YouTube. Todo en su vida marchaba bien, hasta...