𝐀𝐂𝐂𝐈𝐃𝐄𝐍𝐓𝐄𝐒 ━━ F.V.

𝟎𝟎𝟑

𝙼𝚊𝚛𝚣𝚘, 𝟸𝟶𝟶𝟻.

Dolor.

Mentiras.

Caos.

Fueron, en resumidas cuentas, lo que encontraron cuando decidieron mudarse.

Los primeros meses fueron una fantasía, una ilusión que quizás desde siempre había estado estratégicamente organizada con lujo de detalle para ellos pero, ¿Cómo saberlo? Tenían los ojos vendados con la maravillosa idea de una casa más grande, dónde sus tres hijos disfrutarán de una habitación propia, un enorme jardín, además de una habitación extra para jugar y como cierre adicional a la mentira perfecta, un precio establecido para ser invaluable, siendo imposible negarse.

Era originalmente exclusiva, perfecta, tanto que cegó sus sentidos hasta el último momento cuando fue demasiado tarde.

Para cuando las cosas comenzaron a revelar sus verdaderas intenciones ya habían pasado unos cuántos meses, la punta del iceberg comenzando a subir a la superficie, empezando por unos cuantos problemas en la escuela, algunos niños comportándose extrañamente excluyentes con la pequeña, ignorando su presencia de manera cruel y fría durante las clases, molestando por cada detalle y movimiento en los recesos, gritando malas palabras contra su persona durante la salida.

Esto provocó un antes y un después en el comportamiento de la menor, aislando a sí misma de sus hermanos y padres cuando la cena terminaba o cualquier otro indicio de una conversación, sus sonrisas eran como todas, pero era claro que algo estaba ocurriendo, llamando la atención de los que más la amaban a los pocos días de dar inicio a las clases.

Un martes por la noche, después de que la progenitora diera autorización a la menor para retirarse de la mesa, esperaron para escuchar la puerta de su habitación cerrarse para compartir miradas entre los restantes, todos y cada uno de ellos con una sola idea proyectándose en sus miradas. Hablando entre murmullos, concordaron una fecha y hora establecida para que ambos padres, a solas, pretendieran indagar en las nuevas experiencias de la menor para incentivar dicho comportamiento contradictorio.

El sábado por la mañana todos los integrantes de la familia se despidieron con normalidad, compartiendo una última mirada entre los progenitores antes de que la puerta se cerrará y con ella, diera inicio al diluvio legítimamente.

Durante las primeras horas del día todo surgió con normalidad, o al menos como había sido durante los últimos meses, solo que cuando el transcurso del mediodía llegó los problemas brotaron para cada uno de los integrantes. Agatha recibió un vaso entero de jugo de naranja sobre su uniforme con extra de carcajadas y comentarios burlescos, provocando una pelea a la hora de la salida cuando sus hermanos notaron su ropa húmeda y su rostro decaído, pero mientras tanto, su padre se encontraba siendo informado sobre la falta de clientes en la empresa donde servía y qué debido a eso, su sueldo tendría que disminuir como el de muchas otras personas.

Aquellos hechos ocasionaron un mal comportamiento cuando los menores llegaron a casa, su madre había tenido que pasar a la escuela y evitar que suspendieran a sus hijos mayores que se negaban a redactar la causa del porque habían estado a punto de agredir brutalmente contra varios niños menores, llegando a casa ni siquiera articularon una palabra antes de encerrarse en sus habitaciones, siendo seguidos por la menor que había estado en silencio rotundo desde que su madre había llegado.

Samara, siendo la matriarca de la casa, solo observo a sus hijos irse, liberando un suspiro de frustración y cansancio con solo un pensamiento en mente, qué solo por la noche todo se solucionaría cuando su esposo llegara del trabajo para tener esa charla con ahora todos sus hijos presentes para solucionar el conflicto. Lo que no esperaba, como todo lo que había estado pasando durante ese día, era encontrarse con la postura tensa y decaída de su esposo atravesando el umbral, sus zapatos arrastrándose al son de su caminata lenta mientras pasaba una mano por su rostro después de cerrar la puerta detrás de sí y adentrarse a su casa.