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ACTO TRES 💫 CAPÍTULO TREINTA Y TRES ALHENA Y LA FUGA DE AZKABAN
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Alhena llegó a Grimmauld Place flotando en nube. Sus padres le preguntaron una y otra vez si estaba bien y ella solo se reía y decía que sí. Pero la verdad era que no lo podía creer. Se confesó a Neville, fue correspondida, ahora estaban saliendo y por sobre todo se habían besado.
—Al —dijo Ginny moviendo su mano al frente de ella—. Alhena, por favor, reacciona. No has dicho ni una sola palabra desde que Neville te besó.
—Zanahoria, aun proceso todo lo sucedido —rió y se lanzó a su cama—. De haber sabido que era tan fácil, lo hubiera hecho hace mucho tiempo.
—Yo te insistí e incluso intenté juntarlos, pero tú siempre me decías que no —dijo Hermione.
—Y... —dijo Ginny— ¿Qué tal el beso? —Alhena le tiró la almohada.
—¿Qué beso? —dijo Samantha desde la puerta de la habitación con una sonrisa traviesa— ¿En qué momento se besaron con alguien?
Las tres se quedaron en silencio y Alhena se sentó en la cama y miró a su madre entre emoción y vergüenza. Ginny la miró con culpa y Hermione parecía ansiosa, pero Alhena sonrió y se levantó, tomó las manos de Sam y le dijo:
—Me confesé a Neville. Le solté todo —rió nerviosa—. ¡Y me pidió ser su novia! —apretó sus manos con emoción.
—¡Qué alegría, hija! —dijo Sam mientras la abrazaba—. ¿Ves que no era tan terrible como lo imaginabas? —Sam sujetó sus manos y dio un saltito de alegría—. Me alegro mucho, Al —su sonrisa era tan grande que mostraba todos sus dientes.
—Gracias, mamá —rió.
Sam se fue de allí sin decir nada más porque sabía que su hija ahora quería hablar con sus amigas. Ginny y Hermione estaban sorprendidas de la confianza que Alhena tenía con Sam, porque la verdad era que ninguna de las dos le había contado a sus madres sobre quiénes les gustaban o si habían besado a alguien.
