En una remota isla habitada por pocos, Tn trabaja en la tienda de sus padres, sintiéndose atrapada en una vida monótona y predecible. Su rutina cambia drásticamente cuando un barco pirata ancla en la costa y, tras un encuentro inesperado, Tn es recl...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Escuché los golpes insistentes en la puerta, su voz resonando con una mezcla de frustración y curiosidad.
—¡Tn, abre! No tengo tiempo para tus juegos.
Me quedé en silencio, sintiendo cómo mi corazón seguía latiendo a mil por hora. ¿Qué iba a decirle? ¿Cómo podía justificar lo que acababa de hacer? Aún recordaba su mirada de sorpresa y aquel atisbo de diversión que había cruzado su rostro.
Finalmente, decidí abrir la puerta, pero solo un poco. Lo suficiente para ver su expresión. Zoro estaba allí, con el cabello desordenado y una ceja arqueada, como si estuviera evaluando la situación.
—¿Qué ha sido eso? — preguntó serio.
—Ha s-sido una broma— tartamudeé.
—Te crees muy graciosa, ¿no es así?— preguntó entrando lentamente al camarote cerrando la puerta y haciéndome retroceder.
—No— respondí retrocediendo todavía más.
Zoro se acercó, su mirada intensa me hacía sentir como si estuviera a punto de descubrir todos mis secretos. La tensión era casi palpable, y yo no sabía si debía reírme o preocuparme.
—¿En serio? —dijo, cruzando los brazos y mirándome desafiante—. Porque me parece que te ha parecido bastante bien tirarme el café encima.
—Ha sido sin q-querer...—Susurré.
Zoro se acercó más a mi y yo seguí yendo hacia atrás hasta que choqué con la pared. Él se acercó a mi hasta dejarme atrapada contra la pared.
El aire se volvió denso entre nosotros, y mi corazón latía con fuerza, resonando como un tambor en mi pecho. Zoro estaba tan cerca que podía sentir su calor, y su mirada profunda me desarmaba.
—¿Sin querer? —repitió, su voz era grave y llena de un juego que me ponía nerviosa—. ¿Así es como justificas tus bromas?
Me quedé en silencio, sin saber qué decir. La verdad era que había sido un accidente, pero también había una parte de mí que disfrutaba ver cómo reaccionaba. Sin embargo, no quería que las cosas se volvieran incómodas entre nosotros.
—Lo siento —dije finalmente—. No pensé que te molestaría tanto.
Zoro mantuvo su mirada fija en mí, pero sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa.
—¿Y qué pensabas que pasaría? —preguntó con un tono más grave— Estoy harto de tus tonterías.—Agarró mi cuello y yo jadee del susto.— Estoy harto de ti.
Zoro se mantuvo frente a mí, su mirada fija y desafiante, como si estuviera esperando una respuesta que no tenía. La mezcla de nervios y emoción me envolvía, y no sabía si debería reírme o pedir disculpas.
—Si estás harto de mí, ¿por qué sigues aquí? —logré decir, intentando romper la tensión con un toque de desafío.
—No intentes darle la vuelta a la situación.— gruñó y tiró de mi cuello hasta dejarme pegada a su cara, casi podía notar sus labios pegados de nuevo a los míos.