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Lo primero que el dolor de cabeza me recuerda es la noche anterior. Gimo y me muevo en la cama y luego Jennie también gime y se mueve. Y entonces ambas nos recostamos ahí tratando de quejarnos con la otra hasta que nos reímos como tontas y le golpeo el rostro con una almohada. 

—¿Qué hora es?—le pregunto. 

La habitación se encuentra llena de luz, haciendo que presione los ojos con mayor fuerza. 

Jennie busca a tientas su teléfono, tirándolo de la mesita de noche y después levantándolo del suelo. 

—Medio día ¿Por qué diablos nos despertamos?

—Porque necesitamos una aspirina, café y tocino. 

—Está bien, levántate y vístete—dice después de una larga pausa. 

—Tú primero. 

Y entonces nos volvemos a dormir. 

Me despierto media hora más tarde y aunque en serio no quiero hacerlo, en esta ocasión sorprendentemente salgo de la cama. 

—¿Dónde está la ducha?—pregunto empujando a Jennie. 

—Por el pasillo a la derecha. Llévate mi bolso, está en la puerta.

Después de una ducha rápida, regreso a la habitación de Jennie extremadamente hambrienta. Me arrebata el bolso de la mano y enseguida toma su propia ducha mientras yo intento buscar mi cepillo, secador y maquillaje en la pila de cosas que aventamos en el suelo la noche anterior. Para el momento en que Jennie regresa, acabo de terminar de encontrar todo lo que necesito y terminamos compitiendo por espacio frente al espejo en lo que nos alistamos, y sin duda las disputas con mi mejor amiga me hacen sentir un poco mejor. 

Jennie me había suplicado que compartiéramos habitación cuando decidimos ir a la universidad en Virginia, pero entendió cuando le expliqué que quería vivir fuera del campus con Irene. 

¡Si, claro!

Me hizo sentir muy mal por un mes, me ignoró por una semana e intentó poner a mis padres en mi contra. Nunca le agradó Irene y nunca entendí por qué. Pero tal vez su intuición es mejor que la mía. 

—Oye—Empuja su hombro con el mío cuando nota mi reflejo frunciendo el ceño, peligrosamente cerca de llorar—No, no más lágrimas por ella Lis. 

Respiro profundamente y asiento. 

—Está bien.

—¿Te ha enviado algún mensaje desde anoche?

—Sí—Cuando revisé el teléfono mientras Jennie se encontraba en la ducha, vi que tenía una llamada perdida suya y un mensaje. No dejó correo de voz. Le paso mi teléfono a Jennie para que pueda leerlo. 

I: Perdón por no contestar tus mensajes, nena. Era tarde. Traté de llamarte en la mañana pero creo que dormías. Llegaré a casa en unas horas para despertarte a besos. Te amo más. 

Jennie hace sonidos de vómito pero ni siquiera puedo intentar darle una sonrisa. Suena justo como a la Irene que conozco, de la que me enamoré. 

¿Alguna vez la conocí en absoluto?

Jennie me arrebata el cepillo de la mano para evitar que lo pase por mi cabello por enésima vez. 

—De acuerdo, hay que sacarte rápidamente de aquí. 

Vamos a medio camino en dirección de su auto cuando pregunto:

—¿No tienes cafetería en el campus?

Vampire Hollie (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora