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A la mañana siguiente, despierto en los brazos de Rosé, lo cual es agradable y hace revolotear toda clase de mariposas en mi estómago hasta que me doy cuenta de que todo nuestro estudio se encuentra a punto de ser para nada porque se está haciendo soberanamente muy tarde.

—¡¿DIEZ Y CUARENTA?!—Me lanzo fuera de la cama tan rápido que mis pies se enredan en las sábanas y entonces estoy tropezando, saltando y casi besando el piso—¡No me extraña que siempre llegues tarde! 

Cuando Rosé simplemente yace allí mirándome, tiro las sábanas de ella, sin importar que solo lleve ropa interior y agarro su mano, jalándola para ponerla de pie. Me sonríe mientras vocifero acerca de cómo tiene que vestirse más rápido de lo que nunca se ha vestido antes porque no reventé mi culo dándole tutoría todo el fin de semana por diversión. Agitando una mano frenéticamente en el aire y la otra aferrada a los sedosos pantalones de que me prestó para dormir anoche, estoy segura de que parezco loca. Los pantalones casi caen de mi cintura mientras guío a Rosé hacia su armario y luego salgo volando de la habitación. Corro a mi maleta en la sala de estar, la abro de prisa y agarro un par de arrugados vaqueros. No hay señales de Joel o Shawn mientras me apresuro al baño y me meto en mis pantalones. El apartamento de Rosé se encuentra a unos diez minutos de la escuela. Entre eso y el tiempo que tomará caminar a clase, apenas vamos a lograrlo. Y si llega tarde una vez más...

Cuando corro fuera del baño, Rosé se encuentra completamente vestida con vaqueros negros y una camiseta gris carbón con cuello en V. Sus muñecas decoradas con bandas y una sarta de brazaletes que nunca se quita y saca una taza del armario de la cocina. Hay una cafetera llena de café calentándose, la que supongo que Shawn preparó, pero tenemos tiempo para el café tal como lo tenemos para freír unos huevos, tocino y pan tostado, demonios, hornear un maldito pastel de tres niveles mientras estamos en ello.

—No, no, no—le digo, deslizando la taza de la mano de Rosé y colocándola en el mostrador. Hace pucheros, mirando la taza como si contuviera el secreto de la vida inmortal. 

—¿En serio?

—¡Te daré un café después de la prueba!—insisto, girando detrás de ella así puedo empujarla hacia la puerta.

Se ríe y me deja empujarla paso a paso. En la puerta, arrojo la mochila sobre mi hombro y luego agarro su mano y la arrastro hacia el pasillo. Cuando la suelto, desliza su mano de regreso en la mía y la sujeta con fuerza.

—Supongo que mejor nos apresuramos—dice con una sonrisa juguetona y entonces me hala para correr. 

Cogidas de la mano, corremos más allá del ascensor, bajamos los cuatro tramos de escaleras y atravesamos el estacionamiento. Rosé salta detrás del volante de su Camaro y arranca el motor, lanzando su brazo detrás de mi reposacabezas.

—Vas a tener que correr más rápido que si quieres llegar a tiempo a clase—resoplo.

Me da una blanca sonrisa y luego saca el coche fuera del lugar. Pero no llegamos ni a dos cuadras antes de que suceda lo peor. Conos anaranjados. Una corpulenta mujer con chaleco amarillo. Una gran señal naranja que dice DESVÍO.

Me inclino hacia delante en mi asiento, viendo la graduación de Rosé esfumarse. 

—No —suspiro.

Rosé se detiene junto a la mujer. 

—¿Hay alguna forma de que podamos ir por ahí?

—¿Es una emergencia?—pregunta.

—¡Sí!—grito, y sus ojos se clavan en mí.

—¿Qué clase de emergencia?

—Mi... perro... está en el hospital—Cuando me mira dubitativa, con la cara llena de profundizadas líneas, digo—Fue atropellado... por un tren.

Vampire Hollie (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora