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Son las tres de la mañana y me encuentro despierta al lado de Jennie. Faltan ocho horas para que vea de nuevo a Rosé. 

Ocho malditas horas.

Las ocho se convierten en siete y siete se convierten en seis. Para el momento en el que suena la alarma, mis ojos son de color rojo por la privación de sueño, pero salto de la cama como si esta hubiese estado en llamas. Después de una ducha rápida, bajo la mirada hacia las pilas de ropa esparcidas por el suelo de la habitación de mi mejor amiga. Es hora de averiguar lo que me voy a poner hoy.

Por un lado, quiero lucir decente en caso de que Rosé me vea durante la clase de francés. Los cielos se separarían, los ángeles cantarían y... ella probablemente ni me recordaría. Puff.

Por otro lado, no quiero llamar la atención. Tomé la decisión correcta cuando no fui de nuevo a su autobús de gira esa noche después del concierto. Fue la decisión correcta... Sé que lo fue.

Examino los montones de ropa y suspiro, desistiendo y buscando en el armario de Jennie. Opto por un par de pantalones vaqueros cortos y una camiseta azul. Me coloco frente al espejo y amarro mi cabello en una cola desordenada. Estoy terminando de acomodar mi maquillaje cuando Jennie se levanta. 

—Lindo top.

—¿Te importaría prestármelo?—digo.

—Claro que no. Sigue tomando prestada mi ropa y tendrás una nueva novia para el final de la semana.

—¿Así como tú conseguirás un novio para el final de la semana?

Jennie comienza a reír. Ella nunca ha tenido un novio serio y nunca ha querido uno. Lo que quiere es ser admirada por todos, ser bañada de flores y dulces por chicos cuyos nombres ni siquiera se ha molestado en recordar. Quiere recibir afecto sin dar el suyo y aunque nunca lo admitirá, eso tiene mucho que ver con lo mal que terminaron las cosas entre sus padres. 

Cuando nos encontrábamos en sexto grado su padre descubrió que su esposa, la madre de Jennie, tenía un amorío y mi mejor amiga fue testigo de la devastación que el amor puede dejar en su estela. La primera vez que vio llorar a su padre después de que su madre abandonó a la familia para mudarse con otro hombre al otro lado del país, Jennie se coló en mi habitación y lloró hasta quedarse dormida en mi almohada mientras yo le aseguraba que tanto ella como su padre estarían bien. Le dije que no necesitaban a su estúpida madre porque siempre me tendría. 

Esa fue la última vez que la vi llorar sobre sus padres. Después de eso sintió ira, derramó lágrimas de odio y destrozó dormitorios. Su padre ha sido siempre el padre más cariñoso que he conocido, pero no pudo llenar el vacío que dejó su madre. Y aunque Jennie nunca lo reconoció, sabía que extrañaba a su madre tanto como la odiaba. Y desde entonces, no creo que nada le haya aterrorizado más que el compromiso. Siempre sospeché que tal vez ése era el motivo por el cual se sentía tan incómoda conmigo estableciéndome con Irene tan rápidamente y siempre intentaba alejarme de ella. 

Apresuro a Jennie a salir y caminamos a la universidad tan rápido como sus piernas se lo permiten. Bordeo la perfumada fiesta de bienvenida para Rosé y llego al auditorio para mi clase de francés temprano para asegurarme de que llego antes que ella. 

Me siento en el mismo lugar que la vez anterior y guardo el asiento de al lado para Bambam.

—¿Cómo está todo en Lislandia?—dice mientras se desliza a mi lado—Amo ese esmalte azul.

Bajo la mirada a las uñas azules de mis pies y luego le sonrío mientras él acomoda sus lentes de sol sobre su cabeza. Una chica podría seriamente acostumbrarse a recibir elogios a menudo. 

Vampire Hollie (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora