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Le doy la vuelta a la página que estábamos y regresamos al trabajo. Para el momento en que las dos terminamos con nuestras comidas, hemos avanzado dos capítulos enteros. Pedimos más café y nos quedamos hasta que hemos conseguido la mayor parte del tercero, pero estoy distraída. Ahora hay un grupo de chicas de nuestra edad que se sientan dos mesas atrás y han estado robando miradas de Rosé durante los últimos veinte minutos. Cada vez que miran en nuestra dirección, me encuentro mirando. Si no estuviéramos sentadas en el mismo lado de la mesa, luciendo totalmente como pareja, no dudo que se hubieran acercado ya. No sé si siguen mirando porque la reconocen o por toda la vibra atractiva de chica mala que emite, pero de cualquier manera, se están metiendo bajo mi piel.

Cuando Rosé se desplaza hacia a mí en el asiento, apoyando la rodilla entre nosotras, me distraigo de mi ceño fruncido. Le doy mi atención y aparta un mechón de pelo de mi cara.

—¿Qué haces? —le pregunto, sin detenerla.

Sonríe cálidamente hacia mí, pero no hay malicia en sus ojos.

—¿No quieres ponerlas celosas?

Más que nada.

—¿Por qué querría ponerlas celosas?

Rosé se ríe.

—Todas las chicas quieren hacer que otras chicas sientan celos.

No argumento ahí. La dejo jugar con mi pelo hasta que empieza a inclinarse y mis ojos se amplían. Ella no va por mi boca, aunque me susurra en el oído:

— Relájate. No voy a besarte. Simplemente juega conmigo.

Rosé besa un lugar junto a mi oído con ternura y no sé cómo se clasifica esto como no besar porque definitivamente me siento besada. Ella marca un sendero de besos a lo largo de mi mandíbula y luego me mira a los ojos mientras se acerca. Sus labios son cálidos contra mi piel cuando los presiona contra la esquina de mi boca en un agonizante, suave y provocador beso.

Mis ojos se cierran porque soy incapaz de detener lo que sucede en mi cuerpo. Mi respiración se detiene, mi corazón se detiene. Cada onza de mi energía que tengo se derrama en el no convertido beso. Porque Dios, realmente lo quiero. Lo quiero tanto que casi duele. Debería. Debería solo...

Cuando Rosé se aleja lentamente, abro los ojos para encontrarla sonriendo y me siento cohibida como el infierno. Trato de controlar mi respiración; que había estado conteniendo para que no saliera en un suspiro humillante.

—Mira —dice en voz baja, en referencia a las chicas.

Aparto los ojos de Rosé  y miro a su mesa para encontrarlas congeladas como estatuas, las cuatro con la boca abierta hacia nosotras. Una literalmente tiene su boca colgando abierta. Quitan la mirada con prisa e inmediatamente empiezan a reírse.

—Guau—No sé si me estoy refiriendo al efecto que logramos o al propio beso. Mi sangre es todavía lava, luchando por bombear oxígeno a mi cerebro.

Rosé es seria cuando dice:

—Podríamos hacerlas sentir más celosas si quieres...

Me río nerviosamente porque sí, sí quiero hacerlas sentir celosas. Quiero que se sientan más celosas... en la intimidad de un dormitorio... donde ni siquiera estén presentes para presenciar lo celosas que las hacemos sentir.

Le doy la vuelta a la página siguiente del libro de texto y trato de decir en voz estable:

—Es hora de pasar a los verbos irregulares.

Trato de alejar de mi mente el no-beso mientras Rosé y yo trabajamos el tercer capítulo, pero creo que puede que haya sido el beso más caliente que he tenido en toda mi vida. ¿Es posible eso?

Vampire Hollie (Chaelisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora