ᶻ 𝗓 𐰁𝓸𝓽𝓻: Yongbok y Hyunjin son los típicos alumnos que podrían llevarse bien pero, por problemas del pasado, se aborrecen. Son la definición de opuestos. Aunque Lee se viste colorido y tiene un rostro angelical, es violento y borde a modo de d...
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Yongbok deja que la mochila caiga al suelo lleno de polvo y suciedad del callejón. Mira a Hyunjin, quién se encuentra aspirando de su cigarro electrónico que juró haber dejado.
Al ver a Yongbok, suspira el vapor y lo guarda.
-Lo siento, estaba muy estresado por lo de Ryujin y mi madre...-
El pecoso se acerca lentamente. Le agarra una mano y se acerca para susurrar.
-Te amo.-
Se dan una sonrisa sincera y unen ambos labios con cariño.
Están en el callejón donde se reconcilian luego de una pelea. Suelen besarse por minutos largos hasta que acaben los labios rojos y dolorosos.
-¿Sabes, amorcito?- niega, espera a que siga.
Hyunjin saca una flor de su mochila. Una rosa azul sin espinas.
-Aww, corazón... ¿La has comprado por la pelea? Es que me pones como una moto.-
Se avalancha a su boca. Hwang se le aferra a la cintura y se funde con el beso tan profundo que comparten.
Felix se limpia los labios y ríe. Hyunjin le da un amplio abrazo.
-Mi principito.-
Yongbok le desordena el cabello, provocándole una risa.
-He pensado en ir a pasear por ahí... Anochecerá y podremos ir a cenar. Mi madre me deja que te quedes a dormir.- habla entrecortado por los besos que Hwang le otorga en cada palabra que le hacen sentirse locamente enamorado.
Por cada vez que prueba esos belfos suaves y rellenos de su Estrella, le transmite una presión de sentimientos en el estómago. Unas ganas de gritar mientras llora. Emoción, como si fuera el primero. Es tragarse el mar y las estrellas.
Hyunjin deja el último picoteo.
-¿Vamos a comer a tu casita, Príncipe? ¿Qué hay?-
-Creo que hay espaguetis. Con mucho queso, como debe ser.- Hwang le agarra la mochila para llevarla por él.
Salen del callejón, directos a la casa de Lee. En el trayecto cómodo y silencioso, el pecoso mira la rosa con una sonrisa embobada.
Suben por el ascensor del edificio y comparten aún más cariño. Son bastante empalagosos algunos días, pero les llena el alma.
Entran a casa y son recibidos por el gato, que araña los grandes y pesados pantalones caídos de Hwang. Felix se los sube para que no enseñe los calzoncillos delante de su suegra, aunque se caen inevitablemente.
