Capítulo 5: Nuevos Caminos, Viejas Sombras

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El sol se alzaba tímidamente entre las montañas, bañando la manada de los leones con una luz cálida, pero para Sergio, ese calor no lograba penetrar el frío que sentía en el fondo de su pecho. Desde que Max se había ido, su vida se había convertido en una rutina opaca y silenciosa. Apenas comía, apenas dormía. Cada rincón del lugar le recordaba lo que nunca podría tener, lo que el destino le había arrebatado. Era como vivir en una pesadilla de la que no podía despertar.

Esa mañana, mientras se sentaba a la mesa para desayunar en el gran comedor de la manada, sintió las miradas sobre él. No eran nuevas. Desde que había llegado a la manada, había sentido el peso de la desaprobación de algunos, aunque otros lo trataban con indiferencia o, en el mejor de los casos, con compasión. No era un león, y eso lo marcaba. Pero desde que había sido rechazado por Max, esos susurros a sus espaldas se habían vuelto más crueles, más intensos.

A pesar de las palabras de Christian y Toto, de las promesas de que todo mejoraría, Sergio no podía sacudirse el sentimiento de ser un extraño en ese lugar. Un gato doméstico en una manada de leones. Insignificante, como Max había dicho.

Fue entonces cuando Christian y Toto lo llamaron al estudio. Sergio sabía que algo importante estaba a punto de ocurrir, pero no estaba preparado para lo que iban a decirle.

—Sergio —comenzó Toto con voz suave, intentando no incomodarlo—, hemos recibido una carta de la manada de las panteras. El alfa líder, Lewis Hamilton, ha solicitado una alianza entre nuestras manadas... a través de un matrimonio.

Sergio parpadeó, sorprendido. Un matrimonio. ¿Con una pantera? El mero pensamiento le causó un nudo en el estómago. Las panteras eran tan temibles como los leones, si no más. No podía imaginar a alguien como él, un simple cambiaformas de gato, siendo aceptado en un lugar como ese. Antes de que pudiera procesar del todo lo que estaba escuchando, Christian intervino.

—Sabemos que esto puede ser abrumador —dijo Christian, mirándolo con empatía—, pero hemos investigado a fondo sobre Lewis Hamilton. Es un buen alfa, respetado, y está buscando un omega con quien formar una familia. No es solo una unión por conveniencia política; él realmente quiere sentar cabeza.

Sergio los escuchaba, pero por dentro solo podía pensar en lo que sucedería cuando esa manada descubriera su naturaleza. Una cosa es ser rechazado por los leones... pero las panteras...

—Entiendo que estés nervioso —continuó Toto—. Pero quiero que sepas que las panteras no tienen prejuicios hacia las especies más pequeñas. No les importa que seas un cambiaformas de gato.

Sergio miró a Toto, incrédulo. ¿Cómo no podrían importarles? Años de ser tratado como inferior no se borraban con unas pocas palabras de consuelo. Las dudas seguían creciendo en su interior.

—No será como aquí —añadió Toto, con un tono de voz que dejaba entrever arrepentimiento—. Lamento mucho lo que ha sucedido con nuestra manada. Hemos intentado detener las habladurías, y ya hemos advertido que cualquiera que siga hablando mal de ti será castigado. No debiste haber pasado por esto, Sergio.

Aunque las disculpas de Toto parecían sinceras, no podían borrar el dolor que Sergio había acumulado. Aun así, apreció el gesto. Pero ¿de qué servía todo eso ahora? La realidad seguía siendo la misma: él no pertenecía a los leones, y si las panteras lo rechazaban también, ¿qué le quedaría?

Christian observaba la lucha interna que se reflejaba en el rostro de Sergio. El silencio entre los tres se volvió denso hasta que Christian decidió intervenir.

—Sabemos que esto es una decisión difícil, Sergio —dijo en voz baja—. No esperamos que respondas ahora. Piénsalo. Esperamos tu respuesta mañana.

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