Capítulo 8: Boda

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Sergio despertó aquella mañana con el sonido suave de unos golpecitos en la puerta. Abrió los ojos, parpadeando para despejarse, y antes de poder procesar bien lo que sucedía, la puerta de su habitación se abrió y entraron tres figuras que le devolvieron a la realidad rápidamente: Angela, Yuki y Charles.

—¡Arriba, futuro esposo! —gritó Yuki con una energía desbordante mientras sostenía una bandeja de desayuno—. Tenemos mucho que hacer, y te queda poco tiempo para convertirte en un omega casado.

Sergio parpadeó, algo desconcertado, pero luego esbozó una pequeña sonrisa. La boda. Hoy era el día.

Angela se acercó a la cama, sonriendo con su típico semblante calmado.

—Primero, una ducha rápida. Luego a comer, Yuki te trajo el desayuno —dijo mientras señalaba la bandeja que el joven había dejado en la mesita de noche.

Charles, por su parte, ya estaba desempacando el traje de boda. Lo sacó del portatrajes con mucho cuidado, revelando un conjunto precioso que acentuaría los rasgos delicados y elegantes de Sergio. Era un traje de color marfil, hecho de una tela suave que brillaba con un tono perlado bajo la luz, resaltando la elegancia de su figura sin exagerar.

—Míralo —dijo Charles, con una sonrisa satisfecha en el rostro—. ¡Es perfecto! Este traje va a hacerte lucir espectacular. Nadie podrá quitarte los ojos de encima. Lewis va irse para atrás cuando te vea. 

Sergio, nervioso, dejó que lo guiara. Se metió en la ducha, dejando que el agua caliente lo relajara un poco mientras en su mente todo daba vueltas. La realidad lo golpeaba: estaba a punto de casarse, estaba a punto de unirse a alguien para siempre, alguien que no era su destinado. Pensar en Max le provocaba una punzada en el pecho, pero rápidamente lo apartó de su mente. Lewis es amable, y es un buen alfa, se recordó una y otra vez. Max nunca me quiso. Este es mi futuro.

Después de la ducha, se envolvió en una toalla y regresó a la habitación, donde Yuki lo esperaba con una sonrisa pícara y la bandeja de desayuno lista.

—Come rápido —dijo, entregándole el plato—. No queremos que te desmayes en el altar. ¡Eso arruinaría las fotos!

Sergio rió nerviosamente y se puso a comer, aunque el nudo en su estómago le dificultaba disfrutar del sabor. Sin embargo, el apoyo de sus nuevos amigos le daba algo de tranquilidad. Mientras comía, Charles comenzó a peinarlo con esmero, asegurándose de que su cabello quedara perfecto. Yuki, por su parte, se acercó con un estuche de maquillaje en las manos.

—No te preocupes, no te voy a poner nada exagerado —bromeó mientras aplicaba un poco de base suave y resaltaba sus ojos—. Solo lo suficiente para que te veas aún más increíble, si es que eso es posible.

Cuando terminaron, Sergio se miró al espejo y apenas pudo reconocerse. Su cabello estaba perfectamente peinado, sus ojos brillaban con vida y el traje lo hacía ver elegante, casi majestuoso. No podía evitar sentir una pequeña punzada de orgullo por cómo se veía. Incluso sus inseguridades sobre su apariencia parecían desvanecerse por un momento.

—Te ves increíble —dijo Angela con una sonrisa cálida—. Lewis va a quedarse sin palabras.

—O sin aliento —añadió Yuki, guiñando un ojo—. Aunque después de esta noche, no será solo por cómo luces.

Sergio se sonrojó al instante, y el grupo de amigos estalló en risas.

—¡Es broma, es broma! —dijo Charles, aunque no pudo contener su propia risa—. Pero en serio, te ves increíble, Sergio.

Las bromas continuaron mientras lo terminaban de arreglar. Le contaron que la manada entera estaba ansiosa por conocerlo, que todos habían ayudado a organizar los preparativos para la boda. El aire estaba lleno de emoción y buenas vibraciones, lo que ayudaba a calmar la ansiedad de Sergio... al menos hasta que llegó el momento de salir al altar.



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