Capítulo 6: En el Umbral de una Nueva Vida

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El amanecer había llegado con un aire distinto ese día. La noticia de la pronta llegada de Lewis Hamilton, el alfa líder de la manada de las panteras, había sacudido a Sergio de su ensimismamiento. Sabía que su vida cambiaría, pero la rapidez con la que todo sucedía lo llenaba de ansiedad. Sentado frente a un espejo en su habitación, Sergio apenas reconocía al reflejo que le devolvía la mirada.

El rostro que veía en el cristal no era el de alguien que se casaría pronto. Era el rostro de un omega que había pasado por mucho dolor. Sus ojos, que alguna vez fueron vibrantes, ahora lucían apagados, llenos de cicatrices invisibles. Se pasó la mano por el cabello desordenado y suspiró. Estaba descuidado, y aunque nunca había sido vanidoso, no podía evitar sentirse insuficiente.

¿Cómo voy a ser suficiente para una pantera? Se preguntaba mientras se inclinaba un poco más hacia el espejo, examinando cada detalle de su apariencia. Su piel, pálida de tantos días de tristeza, su cuerpo delgado que, en lugar de parecer elegante, se veía frágil y desnutrido. Max siempre lo había visto como insignificante, y esa sensación se había arraigado en él tan profundamente que ahora le costaba verse de otra manera. No soy atractivo... no soy lo suficientemente fuerte...

De repente, la puerta de su habitación se abrió con suavidad, revelando la figura de Christian. Su mirada amable se posó en el joven omega, notando la tristeza y el peso que llevaba sobre sus hombros.

—¿Cómo te sientes, Sergio? —preguntó Christian en un tono suave, acercándose al espejo donde Sergio seguía analizándose con ojos inseguros.

—No sé si estoy listo —respondió Sergio, sin apartar la vista de su reflejo. Luego de unos segundos, volvió a suspirar—. No creo que sea lo que Lewis espera... No soy suficiente para él. Mírame, Christian, apenas... apenas puedo verme como alguien que valga la pena.

Christian sonrió levemente y le puso una mano en el hombro, transmitiéndole calma.

—Eres mucho más de lo que crees, Sergio —le aseguró—. Lewis no está buscando solo apariencia, está buscando algo verdadero. Pero entiendo que quieras verte bien para esta ocasión, así que, ¿por qué no te ayudas a sentirte mejor? Vamos a arreglarte un poco, ¿te parece?

Sergio lo miró a través del espejo, dudoso al principio, pero poco a poco asintió con la cabeza. Se dejó guiar por Christian, que se movió con una sorprendente suavidad y destreza. Sacó ropa, eligió cuidadosamente, ayudó a Sergio a peinarse y a ponerse presentable. A medida que el omega iba tomando forma frente al espejo, Sergio sintió un pequeño resurgir de confianza.

—Me recuerdas a mi madre —murmuró Sergio de repente, mientras Christian lo ayudaba a elegir una camisa azul que resaltaba su color de piel. Fue una confesión inesperada, pero honesta. Christian sonrió con dulzura, un brillo en sus ojos.

—Es un halago enorme, Sergio. Si eso te hace sentir un poco más acompañado, me alegra. Estoy seguro de que tus padres estarían muy orgullosos de ti hoy.

Las palabras reconfortaron a Sergio más de lo que habría admitido. Por un breve momento, pudo sentir el calor que había perdido desde la muerte de sus padres. Su omega interior, que había estado silenciado por días de rechazo y dolor, pareció despertar ligeramente. Quizás, pensó, no todo está perdido.

La tarde avanzaba rápido, y cuando finalmente la hora de la cena llegó, Sergio se encontraba más nervioso que nunca. Se había arreglado lo mejor que pudo, pero aun así, su inseguridad lo seguía como una sombra. El sonido de un automóvil acercándose hizo que su corazón se acelerara. Toto y Christian ya estaban en la sala de estar, esperándolo.

—Sergio, ya está aquí —dijo Christian con una leve sonrisa, dándole un último empujoncito en la espalda. Sergio juraba que se le estaba bajando la presión. 

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