Capítulo 14: Luna Roja

1.2K 214 36
                                    

6Max conducía en silencio hacia el territorio de las panteras, sintiendo una mezcla incómoda de ansiedad y desdén por el evento que estaba por presenciar. El Festival de la Luna Roja era una tradición importante, pero para él, últimamente cualquier tipo de festividad se sentía vacía. Su vida, su relación, su posición como líder de los leones... todo lo que una vez había sido un orgullo, ahora se sentía como una pesada carga. El peso del liderazgo no le era extraño, pero ahora llevaba consigo algo más: la profunda soledad que se enroscaba en su pecho cada día.

Al llegar al lugar del festival, fue recibido por un vibrante caos de cambiaformas de todas las especies. El aire estaba lleno de risas, charlas, y los gritos juguetones de los más jóvenes que corrían por todas partes en su forma animal. Max se sintió fuera de lugar. Miró a su alrededor y notó que la mayoría de los asistentes estaban acompañados, ya fuera por sus familias o por sus parejas. Vio a varios líderes de otras manadas, algunos conocidos, otros nuevos. Todos parecían disfrutar del ambiente festivo, mientras él caminaba solo, sintiendo el vacío de no tener a nadie a su lado.

Se acercó a saludar a algunos líderes por cortesía, aunque lo hizo de manera distante y con poca conversación. Sabía que debía comportarse de manera educada, pero sus pensamientos estaban en otro lugar. No conocía personalmente al líder de las panteras, pero suponía que debía ser alguien imponente y dominante. Mientras se movía entre la multitud, intentaba localizar a alguien que encajara con esa imagen, sin éxito. La multitud era densa, y el olor de diferentes cambiaformas lo abrumaba.

De repente, algo llamó su atención: una mancha naranja se deslizaba rápidamente entre las patas de los adultos, seguido de un cachorro de pantera que corría tras ella. Max frunció el ceño, sintiendo una oleada de reconocimiento. Algo en el movimiento, en esa figura escurridiza, lo hizo detenerse. Y entonces, lo sintió.

Ese aroma.

Ese aroma de chocolate y jazmín, tan familiar y, a la vez, tan dolorosamente distante.

Por un momento, el aire se le escapó. Miró alrededor, siguiendo instintivamente la dirección en la que había visto a la pequeña figura moverse. Sergio. Debía ser él. Su corazón latía con fuerza en su pecho mientras caminaba más rápido, casi corriendo, persiguiendo el rastro del olor que lo atormentaba incluso en sus sueños.

Finalmente, lo vio.

Un pequeño gato naranja, enroscado en el calor de una pantera imponente, mientras el cachorro de pantera se acurrucaba junto a ellos. La escena parecía tan pacífica, tan perfecta, que Max sintió que su mundo se detenía por un instante. Sergio, su destinado, estaba justo allí, acurrucado entre lo que parecía ser su nueva familia. El dolor atravesó a Max como un cuchillo. Durante años había intentado enterrar esos sentimientos, convencerse de que ya no importaba, de que él mismo había tomado sus decisiones. Pero al ver a Sergio así, al verlo tan en paz, una punzada de envidia y desesperación lo atravesó.

Se quedó allí, mirando, sin saber qué hacer.

La pantera mayor levantó la cabeza, olfateando el aire, y pronto los ojos del gran felino se encontraron con los de Max. Hubo un momento de tensión antes de que la pantera se transformara, volviendo a su forma humana. Ante Max apareció un hombre alto, fuerte y de porte confiado. Max sabía de inmediato que estaba frente al alfa líder de la manada de las panteras.

—Soy Lewis Hamilton, líder de las panteras —se presentó Lewis, su voz profunda pero cálida, con una sonrisa tranquila—. Y este es mi omega, Sergio, y nuestro pequeño hijo Kimi.

Antes de que Lewis pudiera terminar la presentación, Max susurró:

—Sergio...

El nombre salió de sus labios casi como un lamento, pero fue lo suficientemente alto como para que todos lo escucharan. Sergio, quien también había vuelto a su forma humana, levantó la vista, confundido.

—¿Nos conocemos? —preguntó Sergio, sus ojos marrones brillando con curiosidad, sin una pizca de reconocimiento en ellos.

Max se quedó helado. ¿Cómo podía Sergio no recordarlo? ¿Estaba fingiendo? La mente de Max luchaba por encontrar una explicación lógica. Sentía una mezcla de ira y dolor al ver cómo Sergio lo miraba como si fuera un completo extraño.

—Soy Max Verstappen —dijo finalmente, controlando el temblor en su voz—. Líder de los leones.

Lewis asintió, como si hubiera estado esperando que Max se presentara.

—He escuchado de ti. ¿Cómo está Toto? ¿Christian?

—De viaje. Han dejado el liderazgo en mis manos —respondió Max, aunque su mirada seguía fija en Sergio. Todo lo demás se sentía irrelevante en ese momento. Solo podía pensar en cómo su omega, su destinado, estaba allí, con otro alfa, con una familia que él nunca había podido darle.

Sergio inclinó la cabeza, confundido nuevamente.

—¿Nos conocemos? —volvió a preguntar.

El nudo en la garganta de Max se hizo más grande. No sabía qué decir. ¿Por qué Sergio estaba actuando como si nunca lo hubiera visto antes? ¿Por qué fingir de esa manera? Pero antes de que pudiera responder, Lewis intervino, viendo la incomodidad de la situación.

—Debemos irnos —dijo Lewis suavemente, pero con una firmeza que no dejó lugar a discusión. Tomó a Sergio del brazo con una facilidad protectora, atrayéndolo hacia él—. Es un placer verte, Max. Espero que disfrutes del festival.

Max solo pudo asentir mientras veía cómo Lewis y Sergio se alejaban, con el pequeño cachorro de pantera saltando entre ellos. El dolor en su pecho era casi insoportable. Observó cómo Lewis tomaba la mano de Sergio, y el omega, sin dudarlo, le sonreía con una calidez que Max nunca había visto en él.

Los observó hasta que desaparecieron entre la multitud. Se sentía vacío, más vacío que nunca. Se giró para marcharse, pero los fuegos artificiales comenzaron a estallar en el cielo, iluminando el rostro de Sergio a lo lejos, cuando Lewis lo besaba. Max sintió el odio arder en su interior, no solo hacia Lewis, sino también hacia sí mismo. Había perdido lo único que realmente le importaba, y ahora, todo lo que le quedaba era un profundo sentimiento de soledad.

Volvió al grupo de alfas que había conocido antes, buscando refugio en el bullicio de las conversaciones y las cervezas. Los hombres hablaban en voz alta, jactándose de sus vidas, sus manadas y sus parejas. Pero Max apenas podía concentrarse. Su mente estaba con Sergio, y la imagen de Lewis besando a su omega seguía grabada en su cabeza.

De repente, uno de los alfas hizo un comentario sobre Sergio.

—Ese omega es algo especial, ¿no? Tan hermoso. Hamilton es afortunado —dijo, con una sonrisa ladina.

Max apretó los dientes, sintiendo el calor de la furia crecer en su interior. Otros comenzaron a reírse y a hacer comentarios, algunos más vulgares que otros. No podía soportarlo. Se llenó de ira al escuchar cómo hablaban de Sergio, de su cuerpo, de su belleza.

Se levantó abruptamente, alejándose del grupo antes de hacer algo de lo que pudiera arrepentirse. Mientras caminaba, sentía cómo su alfa interior rugía de frustración y celos. Necesitaba respuestas. Necesitaba saber por qué Sergio lo había olvidado, y no iba a detenerse hasta descubrir la verdad.



‐---‐---------------‐---------------------------------------
Si ando bien desaparecida chicas, de viaje, pero ya pronto actualizaré seguido.

Oigan ¿a alguien más le da tremenda ansiedad pensar en el gp de México? cada que me acuerdo de la carcacha de chequito me da un estrés.

DestinedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora