–Y ese maldito idiota no paraba de presumir sus estúpidas notas en mi cara –mencionó Pachin apretando los puños con rabia.
–¿Y si le damos una golpiza? –dijo Peyan con una sonrisa maliciosa.
–Estoy de acuerdo. ¿Tú qué dices, Joan?
El pelinegro permanecía en silencio, perdido en sus pensamientos.
–¿Joan?
–...
–¡Joan!
–¡Ahhh! –El pelinegro reaccionó sobresaltado, lanzando puñetazos al aire como reflejo. –¿Por qué me gritan así?
–¡¿Y a ti qué mierda te pasa?! –Pachin se agachó esquivando los golpes.
–¡Casi nos golpeas, idiota! –gritó Peyan, retrocediendo.
–¡Es su culpa por asustarme! –se defendió Joan, con las mejillas encendidas.
Pah soltó una risa burlona mientras cruzaba los brazos. –Pero ya en serio, ¿qué te pasa? Desde que te fuimos a ver a tu secundaria has estado actuando muy raro.
–Estoy algo nervioso, eso es todo.
–¿Tú cuándo no estás nervioso? –El castaño rodó los ojos. –Pero ahora, ¿por qué?
El trenzado dudó un segundo, mirando a ambos con seriedad. –¿Ustedes... saben cuál es el estado de Moebius?
–Hasta donde sé, ya están haciendo los trámites para meterlos a la cárcel –respondió el pelirrubio despreocupado.
–¿Eso es todo lo que saben?
–Sí, yo y Pah fuimos al hospital hace unos días a darles una pequeña "visita" –Peh sonrió de manera siniestra.
–Peyan, así no se dice... –Joan negó con la cabeza, pero luego suspiró. –Olvídalo, el caso es que he oído ciertos rumores. Algunos pandilleros quedaron libres y están buscando venganza.
–¿Venganza? –Pachin alzó la vista, pensativo. –No hemos escuchado nada de eso.
–¿Estás seguro de que escuchaste bien? –preguntó el peli castaño, inclinándose hacia el pelinegro.
–Sí, alguien me lo dijo.
–¿Quién fue el idiota que te dijo semejantes estupideces? –preguntó el más robusto con los brazos cruzados.
–Un compañero de secundaria... Se llama Kisaki.
Ambos chicos se congelaron al escuchar ese nombre. La tensión en el aire se podía cortar con un cuchillo.
–¿Kisaki Tetta? –preguntaron al unísono, con evidente nerviosismo.
El trenzado asintió lentamente. –Sí, él mismo.
El de cicatriz se acercó, colocando una mano en el hombro de su amigo. –Tienes que alejarte de él, Joan –su tono era serio, incluso preocupado.
–¿Por qué? –preguntó el pelinegro, confundido. –No entiendo, ¿lo conocen?
–Es amigo de Mikey –explicó Peyan. –Desde hace un tiempo los dos salen muy a menudo, pero a ninguno de la Toman le agrada.
–Mikey trató de meterlo en la pandilla, pero todos se pusieron en contra –agregó Pachin. –Hubo una pequeña disputa por culpa de eso.
–Pero Kisaki no parece mal tipo... –Frunció el ceño.
Pachin bufó. –Joan, podrías tener al diablo frente a ti y no te daría mala espina.
–¡Eso no es cierto!
–Estoy de acuerdo con Pah, eres demasiado ingenuo –intervino el más alto. –No eres capaz de notar las malas vibras a tu alrededor.
Joan bajó la cabeza, pensativo. –Es que... Kisaki me defendió hoy en la mañana.
Pachin frunció el ceño, cruzando los brazos nuevamente. –¿De qué hablas?
–Bueno, hace unas horas me topé con Tachibana. Trató de hacerme sentir mal, hasta que llegó Kisaki y me defendió –explicó, con un leve rubor en las mejillas.
Peyan soltó una carcajada. –Ay, no puede ser, esa chica ya me tiene harto también.
–Es entendible su comportamiento –dijo el ojiazul en voz baja. –Estoy enamorado de su novio, es normal que actúe así.
El pelirrubio puso una mano en la frente, frustrado. –Solo acabas de reafirmar lo que dije. Tienes un corazón demasiado blando.
El castaño, menos paciente, exclamó: –Ese no es el punto. Ten cuidado con ese chico y más con lo que te ha dicho.
El trenzado dejó escapar un largo suspiro, asintiendo con resignación. –Está bien, está bien, les haré caso.
El más alto de los tres, pasó un brazo por los hombros de Joan, intentando aliviar la tensión. –Olvidemos ese tema. ¿Qué tal si este 3 de agosto vamos al festival?
–¡Sí, habrá mucha comida! –añadió Pachin, entusiasmado.
El pelinegro sonrió, pero luego sacudió la cabeza. –No sé, chicos... tengo que estudiar.
–¡Vamos, Joan! No seas aburrido
–¡Venga hombre, siempre te la pasas estudiando!
Joan suspiró de nuevo. –Está bien, pero solo una hora.
–Sí, sí, lo que digas. ¿Vamos combinados en los kimonos? –preguntó Pachin con una sonrisa traviesa.
–Podemos usar los kimonos azules –sugirió Peyan.
Mientras caminaban juntos, Joan pensaba en lo difícil que habían sido los últimos días. Pero tal vez un rato en el festival con sus amigos era justo lo que necesitaba para despejarse. ¿Qué podría salir mal?
ESTÁS LEYENDO
Desvaneciéndose
FanfictionDesde temprana edad, aprendió que el amor y la felicidad pueden ser efímeros, que las personas más cercanas a nosotros pueden desaparecer sin previo aviso, dejándonos con el dolor de su ausencia. Los personajes no me pertenecen, le pertenecen a Ken...