Capítulo 28.

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La mañana llegó silenciosa y cálida, con los primeros rayos de sol colándose por las cortinas del hotel

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La mañana llegó silenciosa y cálida, con los primeros rayos de sol colándose por las cortinas del hotel. Me desperté antes que Jae-min, como siempre solía pasar. Y por unos segundos, me quedé observando su rostro mientras dormía a mi lado. Se veía tranquilo, con su respiración suave y rítmica. Acaricié su cabello lentamente, con una ternura que me parecía nueva, aunque siempre había estado allí, latente.

Aún me costaba creer que habíamos llegado a este punto. Después de tantos meses de confusión, de silencio y dudas, finalmente nos habíamos reconciliado. Nos habíamos dicho lo que tanto tiempo habíamos callado: nos amábamos. Y aunque sabía que todavía había retos por delante, en ese momento no importaba. Habíamos encontrado algo real, algo que ni siquiera la distancia o los rumores podían destruir.

Jae-min empezó a moverse, abriendo los ojos lentamente, su expresión relajada. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, sonrió, y mi corazón dio un vuelco. Esa sonrisa era todo lo que necesitaba para saber que estábamos bien.

—Buenos días —murmuró con voz ronca, su sonrisa aún en su rostro.

—Buenos días —le respondí suavemente, inclinándome para darle un pequeño beso en la frente.

Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando de la tranquilidad de la mañana. Pero finalmente, el mundo exterior comenzó a hacerse presente. Sabíamos que debíamos salir del hotel y enfrentar lo que venía después.

Me levanté y me vestí de prisa, tratando de meterme la camisa por la cabeza, cuando de repente, la risa de Jae-min me hizo detenerme. Me giré hacia él con una ceja levantada, buscando la fuente de su diversión. Jae-min estaba todavía recostado sobre la cama, mirándome y riendo con una ternura que me hacía sentir un poco incómodo.

—¿De qué te ríes? —le pregunté, tratando de mantener un tono serio, pero sin poder evitar que un toque de curiosidad se filtrara en mi voz.

Jae-min se levantó lentamente, aun riendo, y me hizo un gesto para que me acercara. Me llevó hacia un espejo grande que estaba colgado en la pared, justo al lado de la ventana. Me paré frente a él, mirando mi reflejo desde el abdomen hacia arriba.

En un principio, no entendía por qué me sentía tan incómodo. Luego, mis ojos se posaron en las marcas rojas y moradas que adornaban mi pecho. Eran evidentes, mordidas que Jae-min me había dejado la noche anterior, y que ahora brillaban como recordatorios de nuestra intimidad. Me sonrojé de inmediato, sintiendo cómo la piel se me calentaba.

—¡Jae-min! —exclamé, empujándolo suavemente, pero sin intención de hacerle daño. La sensación de vergüenza era palpable, y mi rostro se encendió con una mezcla de vergüenza y sonrojo. Jae-min continuaba riendo, su risa era contagiosa.

—Tranquilo Hyun, no te pongas así— dijo Jae-min entre risas. Se acercó y me abrazó por la cintura, apoyando su cabeza en mis hombros. —Solo quería recordarte cuánto te amo. Esas marcas son prueba de nuestra noche especial.

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⏰ Última actualización: 17 hours ago ⏰

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