¿Puede una amistad de toda la vida transformarse en algo más profundo?
Jae-min y Do-hyun han sido amigos desde la infancia, compartiendo secretos y sueños en las vibrantes calles de Seúl. Mientras Jae-min busca inspiración para su música y Do-hyun...
Desperté al día siguiente sintiendo el cuerpo de Jae-min a mi lado, su respiración tranquila y profunda, como siempre, yo era el que se despertaba primero. La luz del sol se filtraba por las cortinas, bañando la habitación en un resplandor dorado. No quería moverme, no quería romper la magia del momento, pero sabía que debíamos prepararnos para regresar a Seúl.
Nos levantamos con pereza, compartiendo una ducha rápida y luego vistiéndonos para el vuelo de vuelta. Mientras empaquetaba mis cosas, no pude evitar sentir una punzada de melancolía. Sabía que regresaríamos a la realidad, a un lugar donde no podíamos ser tan libres como lo habíamos sido en Jeju. Jae-min debía haber sentido lo mismo, porque mientras cerraba su maleta, me miró con una expresión seria.
—Do-hyun, he estado pensando en algo —dijo, rompiendo el silencio.
Lo miré, esperando a que continuara.
—Tal vez deberíamos mantener esto en secreto por un tiempo más —sugirió—. No quiero que la gente interfiera en lo que tenemos. Quiero explorar esto contigo, a nuestro ritmo, sin presiones externas.
Sabía que tenía razón. Nuestra relación aún era nueva y frágil, y exponerla a la opinión pública podría ser desastroso. Asentí lentamente, entendiendo lo que él quería decir.
—De acuerdo —respondí—. Lo mantendremos en secreto. Pero sabes que no me gusta ocultar lo que siento por ti.
Jae-min sonrió y se acercó para darme un beso suave.
—Lo sé. Y yo tampoco quiero esconderme. Pero lo haremos por nosotros, para proteger lo que tenemos.
Con esa decisión tomada, dejamos la habitación del resort y nos dirigimos al aeropuerto. El vuelo de regreso fue tranquilo, y Jae-min se dedicó a leer su libro mientras yo miraba por la ventana. Las nubes pasaban lentamente, y mis pensamientos volvían una y otra vez a nuestra noche en Jeju.
No podía evitar sentir que cada vez que salíamos de viaje, descubríamos algo nuevo sobre nuestra relación. Era como si los paisajes diferentes nos dieran permiso para ser nosotros mismos, para explorar nuestros sentimientos sin las restricciones de la vida cotidiana. Pero también sabía que esos viajes eran posibles gracias a la comodidad económica de Jae-min, y aunque él no parecía preocupándose por ello, yo no podía evitar pensar en lo que eso significaba para nuestra dinámica.
—Últimamente hemos estado viajando mucho —comenté, rompiendo el silencio en la cabina del avión.
Jae-min levantó la vista de su libro y me miró con curiosidad.
—¿Eso es malo? —preguntó.
Negué con la cabeza.
—No, no es malo. Me encanta pasar tiempo contigo y explorar nuevos lugares. Solo... no sé, me hace pensar en cómo todo esto es posible gracias a ti.
Jae-min se inclinó hacia mí, tomando mi mano.
—Do-hyun, el dinero no es lo que define nuestra relación. Lo que importa es lo que sentimos el uno por el otro. No quiero que pienses que estoy tratando de comprarte o de controlar lo que tenemos. Quiero que disfrutes de estos momentos, porque los compartimos juntos.
Había sinceridad en sus palabras, una honestidad que me tranquilizó. Asentí, apretando su mano.
—Tienes razón. Perdona si estoy siendo inseguro.
—No tienes nada de qué disculparte —dijo él con una sonrisa—. Estamos en esto juntos, ¿recuerdas?
Asentí de nuevo, sintiendo una calidez que se extendía desde mi mano hasta mi corazón. Jae-min tenía una forma de hacerme sentir seguro, de hacerme ver que todo estaría bien mientras estuviéramos juntos. Volvimos a caer en un silencio cómodo, y yo miré por la ventana, viendo cómo Seúl comenzaba a aparecer en el horizonte.
De vuelta en Seúl, la vida retomó su curso habitual. Las clases, los estudios, las responsabilidades del día a día. Pero algo había cambiado. Sentía que había una nueva profundidad en nuestra relación, una conexión que se había fortalecido en Jeju. Aunque habíamos decidido mantener nuestra relación en secreto, no podía evitar sentir que nuestro cariño era más fuerte que nunca.
Jae-min y yo seguíamos encontrándonos en los lugares de siempre, disfrutando de la compañía del otro. Cada momento juntos se sentía como un regalo, una pequeña burbuja de felicidad en medio del caos de la vida universitaria. A veces, mientras estábamos sentados en un café o caminando por el campus cuando me venía a buscar, sentía el impulso de tomar su mano, de mostrarle al mundo lo que significaba para mí. Pero entonces recordaba nuestra decisión, y mantenía esos gestos para cuando estuviéramos solos.
Las noches eran lo que más esperaba, los momentos en los que podíamos ser completamente nosotros mismos. Las paredes de mi habitación se convirtieron en nuestro refugio, un lugar donde podíamos explorar nuestros sentimientos y nuestra intimidad sin miedo a ser juzgados. Cada toque, cada beso, cada susurro de "te quiero" nos unía más.
Pero incluso en esos momentos, no podía dejar de pensar en el futuro. En lo que significaría para nosotros cuando decidiera llevar nuestra relación a la luz. Sabía que enfrentábamos desafíos, prejuicios y tal vez incluso la desaprobación de aquellos que no entendían. Pero también sabía que lo que sentía por Jae-min valía la pena, que él era la persona con la que quería estar, sin importar las dificultades.
Un día, mientras estábamos tumbados en mi cama, mirando el techo y hablando de cosas sin importancia, Jae-min se giró para mirarme.
—Do-hyun, ¿alguna vez piensas en lo que haremos después de que termines la universidad? —preguntó.
Lo miré, sorprendido por la seriedad de su tono.
—A veces —admití—. Pero no me gusta planificar demasiado el futuro. Prefiero centrarme en lo que tenemos ahora.
Jae-min sonrió y asintió.
—Yo también. Pero no puedo evitar pensar en cómo sería nuestra vida juntos. Quiero construir algo contigo, algo que dure más allá de estos momentos, seamos lo que seamos.
Su declaración me sorprendió y emocionó a la vez. Sentía lo mismo, pero escuchar esas palabras de Jae-min me hizo ver que estábamos en sintonía.
—Quiero lo mismo, Jae-min —dije, mirándolo a los ojos—. Quiero un futuro contigo, pase lo que pase.
Él se inclinó para besarme, un beso suave y lleno de promesas. Sentí que, por primera vez, el futuro no parecía algo incierto o temible. Mientras estuviéramos juntos, sabía que podíamos enfrentar cualquier cosa.
En ese momento, no importaba que nuestra relación fuera un secreto. Lo que importaba era lo que sentíamos el uno por el otro, y sabía, sin lugar a dudas, que Jae-min era a quien necesitaba en mi vida.
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