Capítulo 11.

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Los días que siguieron después de la noche en que me enfrenté a Jae-min y a la realidad de nuestros sentimientos fueron una mezcla de confusión y angustia, nos seguíamos viendo en nuestro departamento, y teníamos conversaciones más fluidas, pero nunca tocamos el tema de lo que pasó esa noche. También había estado evitando a Min-ah, excusándome con largas horas de estudio y trabajo, pero no podía seguir así. Las conversaciones se volvieron tensas, y su paciencia estaba a punto de agotarse.

Finalmente, supe que tenía que enfrentar la verdad y hablar con ella. La decisión de terminar nuestra relación no fue fácil, pero sabía que no podía seguir engañándola ni engañándome. Min-ah era una persona maravillosa, y no merecía ser parte de un vínculo que no era genuino.

El timbre, al parecer, seguía descompuesto desde la última vez que había ido a ese lugar. Respiré hondo, ajusté el cuello de mi camisa y me obligué a levantar la mano para tocar la puerta. Con cada segundo que pasaba, la sensación de nerviosismo en mi estómago aumentaba.

La puerta se abrió de golpe y los ojos de Min-ah se iluminaron de felicidad al verme. Su sonrisa se desvaneció al instante cuando notó mi expresión seria.

—¿Qué pasa, Hyun? ¿Por qué esa cara? —preguntó, apartándose para dejarme pasar.

Entré en su pequeño departamento y me detuve en medio de la sala. Todo estaba igual que la última vez: las fotos nuestras en la repisa, los cojines con nuestras iniciales bordadas, los libros que habíamos leído juntos, la planta que ella cuidaba y que decía que era nuestro hijo. Cada objeto era un recordatorio de los momentos felices que habíamos compartido, y ahora, yo estaba a punto de destruirlo todo.

Min-ah cerró la puerta y se acercó a mí, pero me aparté un paso. No quería que me tocara, no quería que me viera a los ojos.

—Min-ah, necesito que me escuches —empecé, sintiéndome como un completo idiota.

—¿Qué sucede, Do-hyun? ¿Pasa algo? —preguntó, su voz temblorosa.

Miré a través de la ventana, buscando las palabras adecuadas. —He estado pensando mucho últimamente. No puedo seguir ignorando lo que siento.

Min-ah me miró fijamente, su expresión cambiando a una de preocupación más profunda. —¿Qué estás tratando de decirme?

Tomé una respiración profunda, sintiendo el peso de cada palabra. —Siento que no estoy siendo justo contigo. Mis sentimientos han cambiado, y no estoy seguro de que pueda seguir en esta relación. No es justo para ti, y no es justo para mí.

—¿Estás pidiéndome que terminemos? —preguntó ella, confundida.

Asentí con la cabeza. —Sí, Min-ah. Creo que lo mejor será que terminemos

.

Las palabras salieron de mi boca como si fueran de otra persona. Ella se quedó en silencio por un momento, procesando mis palabras. Vi cómo la sonrisa de Min-ah se desvanecía por completo, y sus ojos se llenaron de lágrimas. Finalmente, asintió lentamente, su expresión era de aceptación y tristeza.

—¿Al menos puedo saber por qué? —preguntó, su voz apenas un susurro.

—Estoy confundido, Min-ah —respondí, sintiendo un nudo en la garganta.

—¿Confundido? ¿Sobre qué? —insistió ella, acercándose un poco más.

No podía decirle la verdad. No podía decirle que estaba confundido porque había empezado a sentir algo más por Jae-min, mi mejor amigo. Sabía que eso la lastimaría aún más.

—Sobre nosotros, sobre nuestros sentimientos, sobre todo —dije, evitando su mirada.

Min-ah se quedó en silencio por un momento, como si estuviera tratando de procesar lo que le acababa de decir.

—¿Hay alguien más? —preguntó, finalmente, su voz llena de dolor.

Negué con la cabeza. —No, no hay nadie más.

En ese momento, una mentira más no me parecía tan grave. Después de todo, ¿qué era una mentira más al lado de todo el dolor que le estaba causando? Min-ah se sentó en el sofá y me miró fijamente.

—Últimamente, te he notado distante —dijo, su voz apenas un susurro—. Ya lo había sospechado.

Asentí con la cabeza, sintiendo una punzada de culpa. Tenía razón, había estado distante. Había estado evitando pasar tiempo con ella, había estado buscando cualquier excusa para no verla.

—¿Por qué no me dijiste nada antes? —preguntó, sus ojos llenos de lágrimas.

—No estaba seguro de hacerlo... Aunque siga sin estarlo, siento que es lo correcto—respondí, sintiendo una nueva ola de culpa.

Me levanté del sofá y me acerqué a la ventana nuevamente para evitar verla. Miré hacia afuera, perdido en mis pensamientos. Sabía que lo que estaba haciendo era lo correcto, pero no podía evitar sentirme como un cobarde.

—¿Y qué hay de todos nuestros planes? —preguntó Min-ah, su voz llena de desesperanza.

—¿Qué planes? —pregunté, sin volverme a mirarla.

—Vivir juntos, tener una familia, mascotas... —dijo ella, su voz cada vez más débil—. ¿Se van a la basura?

Me volví hacia ella y la miré a los ojos.

—Lo siento, Min-ah —dije, sintiendo una lágrima resbalar por mi mejilla.

Min-ah se levantó del sofá y se acercó a mí. Me tomó de la mano y me miró fijamente con una sonrisa triste. —Estaré bien Do-hyun. Solo asegúrate de ser honesto contigo mismo. No te engañes ni te obligues a sentir algo que no es real.

Asentí, comprendiendo la sabiduría en sus palabras. La conversación terminó en un abrazo silencioso, una despedida que, aunque triste, estaba marcada por la madurez y la comprensión. Salí de su apartamento sintiéndome más ligero, pero también con una sensación de pérdida que no podía ignorar.

Mientras caminaba por la calle, no podía dejar de pensar en todo lo que había perdido. Había perdido a la chica que creía que amaba, y había perdido una parte de mí mismo.

Al llegar a casa, me tiré en la cama y me quedé mirando al techo. Cerré los ojos y traté de no pensar en nada, pero era imposible. Las imágenes de Min-ah llorando se repetían una y otra vez en mi mente.

 Las imágenes de Min-ah llorando se repetían una y otra vez en mi mente

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